Opinión

Los perdedores del Tribunal Supremo de Justicia

La imparcialidad y la independencia se fueron de paseo en la Sala Constitucional que se usa solamente para proteger al status quo. Pero la arquitectura jurídica de la que se ha hecho el chavismo, y especialmente Nicolás Maduro para blindarse luego del 6D, pudiera pasarle factura

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En la radio venezolana suena desde hace varias semanas una propaganda gubernamental en la que dos niños hablan sobre una lección que tuvieron en la escuela acerca del Tribunal Supremo de Justicia. Según aprendieron, este tribunal es el máximo órgano judicial el cual se rige bajo los preceptos de la imparcialidad y la independencia. Confieso que cada vez que escucho esa propaganda me provoca acercarme al colegio de esos niños para sentarme en su salón de clases. Sobre todo porque me gustaría pedirle al profesor que me explique exactamente cómo es eso de que ese tribunal es independiente e imparcial.

Imagino que el profesor comenzará con la definición de los dos conceptos. Independiente, me dirá, significa que alguien tiene la capacidad de elegir y actuar con libertad sin depender de un mando o autoridad extraña. Ser imparcial, a su vez, será la persona que no se inclina en favor o en contra de una persona o cosa al juzgar sobre un asunto. Ahí tendré que levantar mi mano y ser más específico, pidiéndole al profesor que me dé un ejemplo donde la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia haya sido independiente e imparcial.

Probablemente no me pueda dar ni una oración. Así como nadie sabe explicar por qué ondea la bandera de Cuba en el Panteón Nacional de Venezuela, dudo mucho que alguien sepa decir cómo una Sala Constitucional, que en menos de dos meses le ha limitado cinco veces los poderes a la Asamblea Nacional, pueda ser independiente e imparcial. Madurista-Cabellista, sí. Aduladora del Poder Ejecutivo, mucho más. Pero venir a decir que es una dama vendada con una balanza sobre los brazos no se puede. Primero porque es una ofensa a las damas. Segundo porque por lo visto la venda y la balanza fueron sustituidos por unos lentes Gucci y un subibaja.

El último fallo dictado por el magistrado Arcadio Delgado Rosales que le prohíbe a la Asamblea revocar, revisar o anular los mandatos de los magistrados es tan solo un recordatorio que desde el 2005, cuando el oficialismo tomó el control absoluto del Tribunal Supremo de Justicia, jamás se ha emitido una sentencia en contra del Gobierno Nacional. Por eso si algo hay que cambiar en la propaganda radial que utiliza niños para hablar sobre las glorias del Tribunal Supremo de Justicia es que éste no es independiente ni imparcial. En algún momento se pudo describir como sospechoso. Hoy en día es simplemente descarado. Tanto, que si William Ojeda no estuviera ocupado lamiéndose la heridas por su salto de talanqueras podría dedicarse a publicar un segundo tomo de su libro ¿Cuánto Vale un Juez? O mejor dicho, una enciclopedia.

Para “aferrarse al poder por el poder”, como dijo el Premio Nobel de la Paz Óscar Arias, Nicolás Maduro y sus secuaces han jugado sus cartas de manera correcta. Derrotados ante el pueblo con una aplanadora contundente el 6 de diciembre de 2015, movieron todos sus peones hacia la fabricación de sentencias para crear un nuevo orden constituyente que desdibuja por completo las reglas imparciales e independientes establecidas en la Constitución Nacional.

Sin embargo, puede ser un arma de doble filo. Tanto poder tiene la Sala Constitucional hoy en día que si no fuera de absoluta confianza, hasta el mismísimo Nicolás Maduro podría caer en una de sus guillotinas jurídicas y ser evacuado del poder cuando ya no convenga o ya no sea necesario. Solo el tiempo dirá qué tan acertado fue su tablero.

Por lo pronto los grandes perdedores de sentencias como la decretada por el magistrado Delgado Rosales son los mismos niños que utilizan en esa propaganda de radio que habla sobre los valores del Tribunal Supremo de Justicia. Solo espero que también hayan oído las palabras de Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional, cuando al referirse a la sentencia que nuevamente le pone una tranca al desarrollo venezolano dijo: “El TSJ en vez de ser juzgador debería ser juzgado”. Añoro que pronto lleguemos a una Venezuela dónde esos niños aprendan qué esa frase fue dicha en la lucha más contundente por alcanzar una verdadera independencia y una justicia supremamente imparcial para todos.

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