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María Corina Machado, de vuelta y con la moral en alto

El 13 de julio se venció la inhabilitación política de María Corina Machado. El año que la ausentó de elecciones no la arredró de la política. Al contrario, se siente fortalecida. Su propósito está claro: revocar hoy al presidente Maduro para salvar vidas del hambre. Y luego, por qué no, convertirse en la primera mujer presidente de Venezuela

Fotografía: Dagne Cobo Buschbeck
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“No lo podía creer”, dice francamente pasmada, “gritaban: ¡Queremos libertad! ¡Queremos libertad! ¡Queremos libertad! mientras tronaban las cacerolas”, consigna sobrecogida. “Tienen hambre y claman libertad, no tienen medicinas y todavía les queda arresto para asumirse con dignidad, dignidad que no parecen mellar las condiciones extremas donde mal viven, a la vera de un camino perdido, a la orilla del país sin servicios públicos… a oscuras… ¿no es esperanzador?”, cuenta lo que vio con sus propios ojos en Aragua adentro, muy adentro. “Me ericé. Me seguía el Sebin, como siempre, pero no me importó, dije: vamos a acercarnos y me bajé del carro, la caravana también se detuvo. Es indescriptible lo que sentí. Dije: ganamos. Lloré. Nunca lo he dudado pero entonces tuve la certeza: saldremos de este trance y no saldremos quebrados, no, aunque es lo que este gobierno quiere, quebrarnos el espíritu…”, desliza María Corina Machado Parisca, la camisa azul turquesa, la voz conmovida.

Acaba de regresar de un viaje, como cada semana, no para, sigue, sigue, así vive, en una carretera, y aun cuando jura conocer el país como a la palma de su mano, le resultan imborrables, por increíbles, algunas estampas de la Venezuela deshilachada de los últimos días. La crisis está en las narices, está en el estómago, en el bolsillo, en las almas, en todos lados, es una bofetada que se repite, pobres mejillas, y ella la constata, la toma en sus manos, la asume, la intenta discernir, aunque Vladimir Villegas le lea en su programa la pregunta de un tuitero: ¿te acuestas sin cenar? Y ella conteste “no” al aire. En la sede de Vente Venezuela también sale el tema del privilegio —comer lo es— y dice que a quién más tiene, le toca dar más gracias, que así le enseñó su madre.

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Viene de una familia de estructuras bien asidas en la que todos buscan el norte, fueron criados con brújula, la orientación serían, dice, los principios. Por eso no salen de su cabeza aquellos venezolanos que rodearon su carro para que se bajara y los oyera, jura la mayor de las cuatro hijas de los Machado Parisca, la Meg o mega fajada en la versión criolla de la saga Mujercitas que no, no incluye un varón, ese que trabajaría hombro con hombro con papá. Por eso cuando él decía en voz alta que sus tantos afanes en el mundo empresarial no serían continuados por un heredero, ella, en el papel de primogénita responsable, protectora, líder, y acaso también copiando el arresto de Jo March, le respondía: “¿para qué un varón si yo puedo, papá? ¿Para qué un hijo si aquí está tu hija?” Ese sueño, sin embargo, se rompió, y fue de un día para otro, cuando sin proponérselo encalló a orillas, con cierta tardanza, admite, en la impensable política, su pasión, su forma más anhelada de realización personal, ese asunto que también es un privilegio “porque tocas almas, incluso las que no han nacido”, ese trabajo sin horario que es servir a otros, y que entonces, por hipérboles y exageraciones, estaba desprestigiado, al punto que afectó la institucionalidad, y que a ella antes le parecía detestable y del cual abjuró —“antes astronauta que política” —, y donde, sin remedio, hincó sus anhelos. Por ella ha mordido el polvo. Sin duda, el descubrimiento —“fue como una revelación”— le cambió la vida.

“Es que el desbarajuste es inmenso y nacional”, se conduele. “En Guanta conocí a Carolina, Carolina es muy joven y tiene cuatro hijos. Todos pequeñitos, pero al menor le da teteros de mango. Hace dos años que no les da leche a ninguno. Increíble. Nunca había habido tanto derroche de dinero y tanta corrupción, y tanto fracaso. Por eso urge el revocatorio, pero ya. Maduro no puede quedarse más, este despropósito, este desastre, esta crisis que él niega ya no se cuenta en días, en el tiempo que falta ¡sino en muertos!”, asesta. “Y se veía venir, yo lo dije, dije que habría una crisis humanitaria y me respondieron que era exagerada, dije que esto es dictadura y me tildaron de radical, dije que Maduro no podía quedarse hasta el 2019, y me llamaron impaciente. ¿Qué crees tú? ¿Tenemos o no una dictadura, con dimensión de mafia además? Insisto: la situación se agrava cada día y cada día que pasa es demasiado tarde. Maduro debe ser revocado hoy, no mañana, mañana habrá sido un día más sin leche para niños que crecen desnutridos. Si no se va revocado este año, este año lo sacará el hambre”.

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Estaba a punto de dar a luz la ingeniero industrial cuando fue con su mamá a visitar, el centro de niños sin hogar, el Inam, y aquello fue como un cambio de señas, como si le conectaran de nuevo los circuitos, “de manera inevitable cambió mi vida”. Fue inmenso el impacto que sintió. Así como una reedición del delirio del Chimborazo, juró que no descansaría hasta ver mejorar el país, un país con niños amados, no abandonados, no con hambre, no descalzos. Así pensó: “No puedo seguir viviendo y que esto suceda en mi país, mi país que tanto amo, así que dejé todo lo que hacía”, dejó de seguir los pasos de su papá; los de su mamá, la conocida tenista, nunca consideró en seguirlos, ríe. “Te confieso que mis padres darían lo que fuera porque yo hiciera otra cosa, no es poco lo que me ha pasado, pero les digo: bueno, es culpa de ustedes, no hay nadie más venezolano, nadie que ame más el país que ellos, nos criaron así, a favor”. Muchos mitos peligrosos e injustos se han tejido sobre la política, dice, la creación de la Venezuela moderna dejó un mal sabor en la boca de algunos, pero no es la política la causa, la política es una necesidad, un arte. “Aprendimos a los golpes”.

De maltratos sabe la líder de Vente Venezuela. Le partieron la nariz y un par de costillas en una reunión vespertina de la Asamblea Nacional (AN) que devino cayapa, ring de boxeo, guerra. El video que alguien extrajo de Google es un aquelarre de puños y trancazos, ella tirada al piso. La gente hace la asociación inmediatamente, claro, es que ella le dijo en una sesión al hombre del sueño y la pesadilla, al de la cruz y el azufre, al del verbo a rabiar y el silencio inconveniente, una frase que lo descolocó. Chávez acusó recibo percibiendo que las palabras llevaban saliva de más: “expropiar es robar”. Él le contestó con una risita, risita de poder, risita de tú vas a ver.

“Difícil superarlo. Volver a levantarse. Mantener la voluntad en su puesto. Explicarlo a tus hijos”. Lo repite: fue durísimo para ellos verla así, y sobre todo comprender que no se trata de algo personal, contra ella, que es contra lo que representa, los consuela. Ha sido una porfiada la más votada en la AN. No se arredra. Fue lastimada a puños, amoratada, rota. Siempre ha sentido en la nuca la respiración jadeante de los adversarios. La llaman, le dicen, le dejan mensajes que horrorizan. Y continúa. Sus hijos, cuando eran niños, tuvieron que vivir un año en casa de los abuelos, ella esperando cada noche el allanamiento anunciado quiso salvarlos de la escena, de la violencia, pero nunca se fue ella, “es mi casa ¿Cómo dejarla? tenía que dar la cara”. O tal vez “la persecución contra mí” comenzó antes, en 2004, cuando estaba en Súmate, entonces la fiscal Luisa Ortega Díaz tenía una lista de delitos cual más duro, por ejemplo, traición a la patria. María Corina Machado estaba en Barinas cuando se le acerca una señora para decirle que su hijo estudia con uno suyo, y que le llamaba la atención su tristeza, que lo había visto llorando en una esquina. La señora le dice que es porque sabe que la iban a meter presa, él, el hijo, tendría ocho o nueve años. “Los senté a los tres y les dije siempre, fuera lo que fuera, siempre les contaría todo”. Los niños crecieron y ahora están afuera, estudiando. Nunca los ha podido visitar, “han pagado un precio grande como tantos venezolanos”. No puede salir quien fue a la Organización de estados Americanos (OEA), y con sus denuncias sobre la realidad del país, indiscreta, volvió a enfurecer a los contrincantes. “No, no me arrepiento”.

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El llanto del hombrazo la tiene impactada. Estaba en Cumaná, fue cuando el desmán se convirtió en lamento, y las bocas ahítas de hambre fueron un solo grito de desesperación. “Los hombres no lloran frente a otros hombres, lloran con las mujeres, uno me hablaba de que no conseguía alimento para su familia, de lo poco que ganaba, de la quimera de la quincena, de la violencia alimentaria, de la escasez, de que han escogido enviar los hijos al colegio dos veces por semana y los demás días los dejan dormir para ahorrarse el desayuno… entonces el dolor se le atragantó, se le cortó la voz, me abrazó fuerte, buscando consuelo, se quebró, estalló en llanto, yo con él”. No, no puede abrazar a 30 millones, pero es lo que quisiera, quedarse 20 minutos con cada uno, con cada quien, decirles que sí se puede, que hay cómo y con qué, que es ahora, que la unión es la plataforma, la gente lo sabe. “Me importa mucho el contacto humano. Me reafirmo en él. Me siento confortada confortando. Mi vida es estar en todos los lugares del país escuchando, compartiendo, rezando, llorando, riendo, construyendo. Llevar consuelo y esperanza sobre nuestro plan, el crecimiento individual, con el apoyo de un estado que administre, no que invada, no que críe, no que procure la dependencia económica, la discapacidad emocional”. La idea es que la familia sea apuntalada, la ética, reconstruir lo derrumbado, retomar la confianza. Superar el estatismo, el rentismo, el populismo, el militarismo, vaya pequeña tarea… La batalla es por la reorganización institucional, por la recomposición económica y del aparato productivo, en paz y por la paz, “pero hay que convenir que no preservamos lo que no hay, lo que ahora tenemos es violencia”.

Sí, la fractura no es nueva, es cierto, se ve en el paisaje, pero no había que cavar con la pala hasta hacer abismos. Aunque ella no cree en la polarización. Ve país. “No será fácil, y no se puede decir lo contrario, hay que hablar con la verdad”, apura. “Nos esperan días más duros —aun sin Maduro— pero pasarán”, vaticina. “Estoy segura”.

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Estudió ingeniería industrial, hizo un posgrado en Yale sobre gestión pública, se casó, tuvo tres hijos, ama. “No concibo mi vida sin Venezuela, y Venezuela sin mi familia. Y mis hijos, asombroso que haya sido un hombre, Andrés Eloy Blanco, quien entendiera el amor hacia los hijos de esa manera, tienes uno y amas a todos”. La piel está más fortalecida. La política le ha enseñado muchas cosas, entre ellas, a ser más ella misma, por paradójico que parezca; es que la política no es mentir, es trabajar por las mejores relaciones, por el debate de las ideas, no es combate, lo contrario, la política lo evita.

Preparada para ser otra cosa, sabía que necesitaba formarse, “la formación es permanente, quiero saber cada día más de historia, de leyes, de financias públicas, y de mis fortalezas, con las cuales ofrecer más, y de lo que puedo mejorar, entramos entonces en la dimensión espiritual… son muchas las agresiones y un alma pusilánime no puede levantarse del golpe, me repito: esto no es conmigo sino con lo que represento y siento que puedo quedarme sola… Una vez voté así. Pedí voto nominal. La oposición y el oficialismo se pronunciaron a favor de una medida que no parecía importante pero para mí sí lo era, y voté según mi conciencia, si no, hoy no te podría ver a los ojos”. Ojos que saben de llanto, y también de andarse despabilados. Sin parpadear. Bien abiertos.

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“Este es un país en llanto. Me acusan de desestabilizar, esto lo que menos necesita es estabilidad”, dice. “Pero ¿sabes? Están derrotados. Derrotamos al régimen moralmente. Ahí están las guerreras de Ureña, es la Venezuela que se rebela, y están las de San José de Guaribe, buscan comida, claro ¡y es que tienes que darle de comer a tus carajitos! ¡Por todos los medios tienes que agenciártelas para darle de comer a tus hijos! Pero aunque ellos creyeron que el instinto de supervivencia iba a quebrar el espíritu de dignidad, se llevaron un chasco… y sin violencia, repito, nadie quiere un desenlace violento… y por cierto, es una señal muy inconveniente la insólita decisión de hacer una ruptura en la fragilidad institucional para entregarle el poder civil, para subordinarlo al poder militar”.

El 13 de julio de 2015 recibió la orden que debía alejarla de sus funciones, por un año; si el calendario sigue siendo el gregoriano, ya el lapso transcurrió. Injusta y antidemocrática orden, dictada sin razón legítima alguna, ni fundamentación o argumentos, a no ser la animadversión, tuvo María Corina que separarse de la Asamblea, ella, que había sido la diputada más votada. Sería otro empellón. Horas antes del 13 de julio de 2016, la víspera de que se cumpliera un año de su inhabilitación política, tiene claro que la inhabilitación política es compartida: también es alimentaria, eléctrica, salarial, vital y para todos, con excepción de la macolla, que huye o se encarama. “Damos una lucha existencial y ética”, asegura quien admite sus ambiciones. “Sí quiero ser la primera presidente mujer de los venezolanos, quiero servir, serle útil a mi país. Que termine este horror. ¡Prefieren ver a Venezuela arrasada que entregar el poder!”, jura. “Por eso es difícil el diálogo porque el gobierno tiene el control militar, el poder económico, y hasta a los mediadores de su lado…no… lo que quieren es ganar tiempo… posponer la salida del régimen, pero se han cumplido los requisitos y conseguiremos la libertad. ¡Hemos resistido por eso! Y ya nos queda claro: el socialismo, como en todo el planeta, aquí, con el dineral del cual dispusieron a diestra y siniestra, también fracasó. Lean el documento de las siete tesis, ahí está nuestro proyecto… ”, se pone a la orden.

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