Internacional

Michelle Bachelet, de víctima de la dictadura a defensora de DDHH en la ONU

El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó este miércoles a Michelle Bachelet, dos veces presidenta de Chile y torturada bajo la dictadura de Pinochet, como la nueva alta comisionada de derechos humanos del organismo

FOTOGRAFÍA: Dieu Nalio Chery | AP
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Fue la primera mujer en llegar a la presidencia de Chile y en ser reelecta. La socialista Michelle Bachelet abrió camino a las mujeres en Chile antes de pasar a encabezar el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU.

Médica de profesión, también fue pionera como primera mujer al frente de un ministerio de Defensa en América Latina.

Pero antes de llegar hasta allí debió sufrir en carne propia los rigores de la cruenta dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que asesinó a su padre y la torturó a ella y a su madre antes de mandarlas a vivir en el exilio.

Y aunque nunca profundizó en lo que pasó en el centro de torturas ‘Villa Grimaldi’, convertido hoy en un memorial para recordar a los miles de opositores que fueron detenidos, especialmente a los 236 ejecutados o hechos desaparecer, la amarga experiencia forjó el carácter que la llevó dos veces a estar al frente de la presidencia de Chile (2006-2010/2014-2018).

Cuando era una veinteañera estudiante de medicina, Bachelet y su madre fueron detenidas por casi dos meses tras la muerte del general Alberto Bachelet, en marzo de 1974, arrestado el mismo día del alzamiento militar por mantenerse leal al gobierno del derrocado mandatario socialista Salvador Allende.

En 1975, ambas fueron expulsadas del país. Vivieron primero en Australia y luego en Alemania, donde Bachelet continuó sus estudios de medicina. Regresaron a Chile 1979, graduándose tres años después.

Arriba del tanque

Nacida en Santiago el 29 de septiembre de 1951, mujer, socialista, separada, agnóstica y madre de tres hijos -acumula casi todos los «pecados capitales» según ella misma ironizó- su ascenso en política fue casual.

En 1994, cuando ya había retornado la democracia, ingresó como asesora al ministerio de Salud. Dos años después, acomete su primera contienda electoral como candidata a alcaldesa de la comuna de Las Condes, en Santiago, un bastión derechista en el que consiguió el 2,35% de los votos.

En el año 2000 bajo el gobierno del socialista Ricardo Lagos, fue nombrada ministra de Salud. Dos años más tarde pasó a Defensa, convirtiéndose en la primera mujer titular de esa cartera en América Latina. Además de marcar un hito, el cargo le sirvió para reconciliarse con el mundo militar en el que se crió y que también marcó a fuego su vida.

Una foto de ella montada en un tanque del Ejército inspeccionando labores de rescate durante una inundación da inicio al «fenómeno Bachelet». En un país donde se cuidaban al extremo las formas, su simpatía, carisma y cercanía hicieron subir su popularidad como la espuma.

 Fin de su carrera en Chile

Después de dejar su primer gobierno con una popularidad del 80%, Bachelet dejó Chile para dirigir desde Nueva York ONU-Mujeres, un cargo internacional desde el que propulsó el valor de las mujeres en política.

Pese a su proyección, aceptó volver a postular a la Presidencia de Chile en diciembre de 2013 para poner en marcha un ambicioso programa de reformas sociales que no pudo acometer en su primera gestión: reforma educativa, laboral y tributaria, que contó con una feroz oposición de los sectores conservadores y hasta de sus propios aliados que rápidamente le dieron la espalda, aunque el golpe más letal le vino de su propia familia.

Su hijo mayor, Sebastián Dávalos, -que trabajaba con ella en el gobierno- y su nuera, Natalia Compagnon, protagonizaron un sonado caso de corrupción tras ser acusados de tráfico de influencias y delitos tributarios, lo que derrumbó su popularidad al 15%, el peor registro de la democracia, y la sumió a ella en largos meses de agobio, acrecentando el carácter reservado que muchos le critican.

Y aunque al final de su mandato su popularidad repuntó (40%), Bachelet decidió retirarse de la primera línea de la política chilena.

«El turno hoy es de otros y otras. Es el momento que sean nuevas caras, nuevas miradas, nuevos liderazgos los que porten las banderas del cambio», dijo al lanzar su nueva fundación en Santiago, cuatro meses después de dejar el poder.

Con zapatillas, menos repeinada y más relajada, Bachelet reapareció ante la prensa para cerrarle las puertas a una tercera candidatura presidencial con la que sus más leales partidarios soñaban, aunque su nuevo cargo en las Naciones Unidas le ofrece ahora la oportunidad de seguir haciendo historia.

Su designación este miércoles por el secretario general de la ONU debe ser confirmada por la Asamblea General del organismo, que se reunirá especialmente este mes para discutir el tema.

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