Entrevista

No es pájaro, tampoco un avión, es Melanio Escobar

Su trajinar comenzó cuando supo que unos amigos fueron apresados por protestar pacíficamente. En sus idas y venidas, descubrió un grueso número de estudiantes encarcelados e incluso maltratados —por no decir torturados. Desde entonces, este periodista, asido su celular, va reportando, en su cuenta de Twitter, la situación de caos y castigo que, en Core 5, Palacio de Justicia y Fuerte Tiuna, se inflige a quienes disienten de este gobierno

Fotografía: Alejandro Cremades
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Esa mañana Melanio Escobar salió a marchar. En su cualidad de ciudadano, y ejerciendo su derecho constitucional a la protesta pacífica, acompañaría al movimiento estudiantil a presentar un documento en la Fiscalía General. Con él, se pedía la liberación de un grupo de estudiantes detenidos en Táchira, también por protestar, y encarcelado en Coro. Había quedado con unos colegas en ir, pero sus deberes de padre lo habían retrasado: la épica de encontrar Nestum en este país. Al llegar al punto de encuentro en Plaza Venezuela, no vio a nadie conocido. La aglutinación de gente, además, le impidió comunicarse con sus compañeros —colapso de las celdas de telefonía celular. Así que, ese 12 de febrero, día de la juventud, Escobar marcharía solo.

Una vez cumplido el objetivo decidió regresar a casa. Era un bonito día, y a pesar del contexto revanchista de la manifestación, todo había sido muy cívico, casi alegre, sin amenaza aparente. Además, era martes, y Melanio, como cualquier persona que trabaja y con bocas que alimentar, tenía que estar en otro sitio. Ya sobre la tarde, recibió una llamada de una de las amigas que había embarcado en la congregación.

—¿Dónde estás? ¿Estás bien? Nadie sabe nada de ti.
—Estoy bien, pero ¿qué pasó? —preguntó, mientras un mal presentimiento le empezaba a estrangular la boca del estómago.
—Se llevaron a Matute y a Domingo. Se llevaron a un gentío. Fue horrible. Parece que hubo tiros y todo.
—¿Cómo? ¿Quién? ¿Cómo es la vaina?
—Que se los llevaron presos. Mi hermana estaba con ellos, no la agarraron, pero la empujaron en el forcejeo.
—¿Y sabes a dónde los llevaron?
—Solo sé que fue la Guardia Nacional y que todo pasó en Parque Carabobo. ¿Te sabes el número de algún familiar?
—No.
—Pues muévete.

Repasó rápidamente las opciones que tenía y dio con su cuenta de Twitter, que en aquel momento tenía alrededor de 12.000 seguidores —@melaniobar. Introdujo los nombres con la información y lanzó un “tuit”, confiando en el boca en boca, en el “retuit”, y que el mensaje llegaría a un familiar. Una bengala en la oscuridad.

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Melanio detiene su historia y me dice que va a comprar una caja de cigarrillos. Quiere aprovechar la terraza de la panadería de Chacao donde desayunamos. “Aquí se puede fumar, ¿no?”. La mañana no es distinta a otras que nos han tocado en estos días. Se siente una lentitud en el aire mezclado con un remanente de gas lacrimógeno que quema la pituitaria amarilla en nuestras fosas nasales. Se levanta y va hasta la caja. Es de estatura media y contextura delgada. Una rosa le brota de la garganta y una calavera amenaza desde su puño derecho. Tiene los brazos completamente tatuados. Me es familiar, como un integrante de alguna de las bandas de punk que escuchaba en los 90 y, sin embargo, su porte y forma de hablar me aterrizan en la apariencia de un comunicador que ha tenido experiencia en radio y televisión. Y, en efecto, con 27 años, ha abarcado casi todo el espectro periodístico. Condujo un programa de metal en Puma TV, al igual que su propio espacio de radio en la 92.9. También pasó cuatro años escribiendo para el semanario Urbe. Hoy, tiene su propia compañía de producción audiovisual, y ejerce periodismo para Yahoo News.

Melanio regresa dándole vueltas a un cigarrillo en la mano. Le prende candela con un encendedor y aspira como si fuera su fuente de oxígeno. Exhala lento. Se relaja, y continúa con su historia.

No habían pasado dos minutos y una exnovia de Matute se comunicó con él. Empiezan conversando por replies en Twitter, luego mensajes directos, luego teléfono, y luego ella habla con los familiares del amigo detenido. Al final de la tarde, empezaron a reportarse detenciones y desaparecidos, al tiempo que rodaban noticias por Twitter donde se especulaba que había muertos.

Esa misma noche localizaron a los muchachos en Core 5, en Tazón. El diputado Miguel Pizarro, quien comparte la pasión de Melanio por los tatuajes, se une a la búsqueda de los detenidos. La información que recibía la iba reportando por Twitter, para que los familiares y amigos estuvieran informados sin volverlo loco por el teléfono.

Al día siguiente, Melanio, junto a otros compañeros, empezaron a moverse desde temprano para ubicar nuevamente a los aprehendidos. Los estaban “ruleteando” entre distintos sitios de detención. Y entre idas y venidas de Core 5, a Fuerte Tiuna, a la Dolorita en Petare, dieron con que había, a los momentos, 26 presos. Nadie sabía nada. La mayoría de los muchachos estaba anunciada como desaparecida. Entonces empezaron a tender puentes con los Guardias para formar listas. Identificaron a 19 hombres y 8 mujeres.

—Cuando empecé a reportar la información sobre los desaparecidos mi cuenta de Twitter se fue engrosando a un ritmo brutal. Ya va por 30.000 followers. La gente está ávida de información y el blackout en los medios tradicionales los han lanzado a las redes sociales —dice mientras levanta su teléfono, mostrando su herramienta de trabajo.

—Pero, ¿no crees que igual los medios tradicionales están muriendo, y que la gente en otros países igual se ha volcado a las redes sociales? —pregunto.

—El venezolano está pasando por un momento crítico donde no hay libertades ni distracciones, y no le queda otra más que encontrar eso en internet. La gente está sedienta de información. Es la opción que les queda para enterarse. Es decir, si estás en Nueva York y haces un picnic en Central Park eso es lo que pondrías en Twitter o Instagram, pero ¿quién va a hacer un picnic en esta mierda? —bromea mientras enciende otro cigarillo y pregunta: ¿Dónde me quedé?

La Guardia Nacional no estaba preparada para esa contingencia. A los hombres los trasladaron a la Dolorita que no es más que un módulo de tránsito donde no hay instalaciones para tener a 19 en prisión. A las ocho, mujeres las recluyeron en la “zona de resguardo de seguridad urbana” en Fuerte Tiuna. Esa zona de resguardo es la iglesia.

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Melanio y sus compañeros se pararon en una panadería en camino a la Dolorita para comprar —con su propia plata— pan, jamón y queso para los aprehendidos. En la Dolorita conocieron a Nizar El Fakih y José Bernardo Guevara, abogados de asistencia UCAB, que ya se encontraban en funciones.
Era doloroso ver cómo cambiaban a los jóvenes de lugar. En una oportunidad, alcanzaron al convoy que los llevaba y fue la primera vez que sus amigos detenidos vieron la cara de una persona conocida en dos días. Estaban completamente incomunicados. Fue un momento emocionante, los muchachos saltaron al ver a Melanio y los demás en el carro contiguo, y luchaban con los guardias que les hacían bajar las cabezas. Se dieron cuenta que no estaban solos. Pero la desesperanza de ver que los sacaban de un sitio para regresarlos a otro los tenía devastados.

El 14 de febrero los trasladaron a tribunales. Llegaron al Palacio de Justicia a la 1:30 p.m. El lote de 26 salió de las audiencias a las 10 de la noche. Libertad plena para los 26 —entre ellos los dos amigos de Melanio— con una prohibición expresa para manifestar que, por supuesto, viola derechos constitucionales. Ese mismo día presentaron otro grupo de 16, de los cuales 6 quedaron detenidos por 45 días mientras avanzaban investigaciones por una serie de cargos que les imputaron respecto a los destrozos causados el día 12.

La forma como Melanio se fue enroscando en el reportaje de las detenciones fue completamente orgánica. Comenzó buscando a sus panas, y terminó reportando sobre todos los detenidos ya que había pocos familiares enterados de la situación. La primera lista que la Guardia les facilitó tuvo más de 3.000 “retuits”. Gracias a esa información los familiares fueron apareciendo.

A un mes del 12 de febrero Melanio ha perdido la cuenta de los días y madrugadas que ha pasado en el Palacio de Justicia y los distintos centros de reclusión. Le cuesta recordar nombres de tantos que han pasado por sus pulgares. Hasta el dos de marzo iban 967 detenciones desde el infausto “Día de la Juventud”. Pero para el 13, del mismo mes, iban más de 1.300. En su cuenta de Twitter hay un valioso registro de las detenciones de febrero y sobre las que hasta ahora van en marzo. Se le ha pegado la jerga de los abogados e incluso ha tejido una red entre la gente que le está haciendo seguimiento a los casos.

—Chamo, pero tienes que hablar con Nizar El Fakih y José Bernardo Guevara. También con Luis Cabrera que es el abogado de Primero Justicia, y es un duro. Laura Solórzano es quien mejor lleva la contabilidad de todos los casos en su blog. Tienes que hablar con ellos que son quienes más se han movido en este asunto —el comentario me reafirma que estoy hablando con la persona correcta.

—Y en los distintos organismos, ¿cómo los han tratado? —pregunto.

—Te sorprendería la cantidad de gente de oposición que nos hemos encontrado en fiscalía y en otros organismos públicos. Nos han ayudado, más que todo, con trato amable, y dándole curso a las causas. Pero no pueden intervenir frontalmente porque tienen que comer, y temen que “los de arriba” los echen. Pero lo más increíble es que muchos de los detenidos no solo son hijos de empleados públicos, sino de militares también. Han sido de los más agradecidos con el trabajo que estamos haciendo.

—¿Y los cuerpos de seguridad? ¿Cómo se portan con los chamos?

—La Guardia Nacional es excesivamente violenta al momento de la captura. Hemos escuchado cuentos de malos tratos pero luego los dejan tranquilos. Que es lo contrario a lo que hemos escuchado de los cuerpos policiales. Ahí es donde está la mayoría de las denuncias. Salen más heridos que luego de ser detenidos. El único denominador común es que los teléfonos de todos desaparecen. Al principio pensábamos que era para obtener inteligencia, después nos dimos cuenta que, bueno…

Hasta el momento, 18 personas han denunciado el maltrato, pero según explica este periodista son muchos más. Las detenciones rebasan, sobradamente, las mil. El miedo es libre.

Melanio sigue participando en las manifestaciones pacíficas. No está de acuerdo con las “guarimbas”. No es un asunto de miedo. En el último año lo han asaltado tres veces a punta de pistola, y de esa triste manera, ha cobrado una valentía irreductible. No participa del “guarimbeo” porque es un pacifista. De vez en cuando se le acerca a los manifestantes que llevan máscaras de Guy Fawkes para confrontarles y decirles que se la quiten. Que la protesta, siempre que sea pacífica, es un derecho. Y que no tienen que esconderse como bandidos. Más de uno le ha respondido: “no puedo, soy funcionario público.”

—Esto empezó como una forma de darle paz a las madres de mis amigos y terminé agarrando un compromiso, que quizás en el momento no me correspondía, pero que éticamente como periodista sí. Los medios de comunicación, como por ejemplo Globovisión, van y dan las noticias al día siguiente con un reporte escueto. Pero eso no calma la angustia de las personas al momento.

—Claro, no son periódicos —le replico.

—Exacto, los noticieros deberían estar haciendo avances, desde los sitios de tensión, en Palacio, y en los lugares de reclusión. Deberían estar en el sitio haciendo lo mismo que estoy haciendo yo, que he puesto de lado mi trabajo y mi ingreso monetario, por una responsabilidad moral y ética. Yo no tengo ninguno de sus recursos, lo que tengo es mi cuenta de Twitter. No lo hacen quién sabe por qué— cierra con un guiño de ironía.

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