Política

Partidos políticos, fobia del sistema electoral

Con espacios cada vez más reducidos para la diversidad, la política venezolana se inclina por aquello que denostó: el bipartidismo. El proceso de validación de partidos del Consejo Nacional Electoral ha recrudecido este escueto y limitante sistema. Tres son multitud en el espectro electoral de hoy

Composición de portada: Víctor Amaya
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De la pluralidad a la purga. La Venezuela del siglo XXI ha sido escenario de un cercenamiento en la libertad de pensamiento. Con la más reciente medida del Consejo Nacional Electoral (CNE), 59 organizaciones afrontan un proceso de validación de militancia controlado por el ente para confirmar su legalidad. Es un proceso que exacerba el bipartidismo casi impuesto en el sistema venezolano y diluye las funciones reales de los partidos políticos.
“El problema no es la legitimación, sino que en este proceso no puede haber una tercera fuerza porque se está conduciendo a un sistema bipartidista. Es absurdo. El sistema electoral tiende a desaparecer opciones que no forman parte de él. Es conveniente para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que desaparezcan, así el G4 tiene más sentido”, denuncia el politólogo Nicmer Evans, también miembro de Marea Socialista. Ese movimiento, al igual que Vente Venezuela —cuya coordinadora nacional es María Corina Machado—, ni siquiera ha sido reconocido como partido político por el Poder Electoral. Rescata la predominancia de un criterio político para depurar el sistema, hecho que le conviene a la MUD y al PSUV, según su criterio. “A pesar del proceso, hay partidos que pudiesen estar analizando escenarios para dar sorpresas, pero dependerá de la polarización. Todavía hay esperanza de abrir brechas para cambios futuros”, indica.
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El politólogo Ricardo Sucre Heredia deja al aire una pregunta incómoda: ¿Partidos que no tienen apoyo del pueblo en elecciones deben existir simplemente porque son partidos? “Claro, la validación impuesta por el CNE sí afecta a la democracia, al pluralismo, a la libertad de expresión. Pero la respuesta organizativa es que no afecta tanto al sistema porque es la sociedad la que decide cuáles quiere tener. ¿Puede una democracia funcionar con veinte organizaciones de 0,1% de participación? Está la parte ética, pero también la funcional”, indica.
Buena parte de las organizaciones aceptaron validarse, pero toldas como La Causa R, Partido Comunista de Venezuela (PCV), Gente Emergente, Alianza al Brazo Pueblo, Redes y Patria Para Todos (PTT) se rehúsan a participar. Incluso, los oficialistas PCV y PPT impugnaron el proceso ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) debido a la imposibilidad de cumplir con las condiciones. El secretario general del partido del gallo rojo, Óscar Figuera, reiteró en una entrevista para el semanario TalCual que la agrupación de izquierda existe con o sin la venia del CNE: “La legitimación no viene dada por las normas que imponga el sistema político o económico. No necesitamos que un Estado nos diga que existimos como partido. Con legalidad o sin ella, el PCV visualiza una realidad en el Gran Polo Patriótico de mucha debilidad en esa estructura”.
La legitimación ha sido asumida por las toldas más grandes de la oposición, como Primero Justicia (PJ), Avanza Progresista (AP) y Voluntad Popular (VP) y Acción Democrática (AD) —que tuvieron sus jornadas en las semanas ya pasadas-, así como Un Nuevo Tiempo. Los primeros aseguran haber logrado las metas nacionales de validación, a la espera de la última palabra por parte de las rectoras, que se suman a sus representaciones en alcaldías y gobernaciones en el territorio nacional. El proceso no los detiene para vociferar a la opinión pública los nombres de sus delfines presidenciables, más bien los impulsa. Voceros de PJ, VP y AD anunciaron a Henrique Capriles, Leopoldo López y Henry Ramos Allup, respectivamente, como sus candidatos en un eventual proceso de primarias nacionales para un escenario presidencial aún no pautado por el Poder Electoral.
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El efecto embudo
Hubo una época en la que “la guanábana” de AD y Copei daba espacio a otras corrientes, que generaban discusión y contrastes a pesar de los números finales en votos. Históricas son las campañas presidenciales de Teodoro Petkoff y José Vicente Rangel, por ejemplo. Aún se recuerda que en 1963 la votación presidencial fue mucho más plural: los principales cuatro candidatos, Raúl Leoni —quien resultó ganador con el 32,81% de los votos—, Rafael Caldera, Jóvito Villalba y Arturo Úslar Pietri en total sumaron 87,97% de los sufragios. Luego, en 1968, el veredicto estuvo aún más cerrado, con Caldera logrando el 29,13% frente a Gonzalo Barrios con su 28,24% y con el 98,93% de los votos repartidos entre cuatro opciones. Eran tiempos de necesarias alianzas parlamentarias, gobiernos de amplia base y pactos democráticos para ejercer el poder. Entonces llegó «la guanábana» que polarizó el espectro entre AD y Copei, aunque las leyes garantizaban representación a las minorías, hasta 1993 cuando la pluralidad volvió a mostrarse en el mapa político: en esas elecciones presidenciales el más votado fue Caldera con 30,46% de los votos de un total de 98,74% de sufragios repartidos entre cuatro opciones.
Pero en la era chavista se ha impuesto el voto «entubado». En 1998 el 96,17% de los votos por la Presidencia se repartió entre el ganador Hugo Chávez y Henrique Salas Römer. En las elecciones generales del 2000, el 97,28% escogió entre Hugo Chávez y su oponente Francisco Arias Cárdenas. En ambos comicios, el tercer lugar —Irene Sáez y Claudio Fermín, respectivamente— quedó a unos 35 a 37 puntos de diferencia del segundo puesto. A partir de entonces, a medida que se celebraban contiendas por la Presidencia, los bloques se fueron consolidando hasta alcanzar los rígidos márgenes actuales.
Para su reelección en 2006, Chávez contó con 24 partidos aliados que lo respaldaban, mientras que Manuel Rosales, exgobernador del estado Zulia y líder de Un Nuevo Tiempo (UNT), lo retó con el apoyo de una coalición de 43 organizaciones. Sí, hubo terceras y cuartas opciones, aunque insignificantes. Los dos grandes abanderados recibieron en conjunto el 99,74% de los votos.
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La “alianza unitaria” de las elecciones parlamentarias de 2010 fue otro caso de condensación de ideas contrarias al Gobierno de turno, cuando se estableció una lista unificada de candidatos en distintas circunscripciones y se realizaron primarias en las restantes. Al final fue una lucha de bloques impelida por la modificación de la ley electoral —que permitió al chavismo ganar el 48,13% de los votos para hacerse con 98 escaños, mientras que la recién estrenada Mesa de la Unidad, aún sin tarjeta única, sumó 47,22% de los sufragios, pero solo 65 curules.
Dos años después, de cara a un proceso presidencial, se sentó un precedente cuando la oposición midió sus fuerzas en un proceso de primarias y además se acordó el uso de una tarjeta electoral unitaria que apareció en el tarjetón al lado de las de los partidos. Henrique Capriles fue electo el abanderado de la MUD en las primeras primarias presidenciales abiertas en la historia del país. Una vez frente al gran caudillo del PSUV, ambos «gallos» agruparon el 99,38% de votos totales.
La tarjeta única dio aún mejor resultado electoral, acentuando la lógica bipartidista. Así Henrique Capriles se enfrentó a Nicolás Maduro en 2013 por la silla de Miraflores, quedando el último electo por apenas 1,49% de ventaja. Además, en 2015 la alianza opositora logró dos tercios del Poder Legislativo al triunfar por 16 puntos porcentuales por encima de la alianza oficialista, el Gran Polo Patriótico. En ambos casos, las sumatorias de los votos obtenidos por los bloques rozaron el 100%.
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Más que una tarjeta
La pluralidad de ideas que debería verse representada en los partidos políticos del país se diluye de a poco entre la cohesión. Encuentra su cauce en la MUD o en el PSUV, las dos grandes fuerzas políticas actuales de Venezuela. Desde la perspectiva del diputado de PJ Juan Miguel Matheus, esa diversidad de pensamiento a la que hace referencia la Constitución de la República estará condensada en unas votaciones que brinden una definición de liderazgo y, más allá, una figura presidenciable. En el escenario actual, la estrategia unitaria puede ser la opción ganadora para la oposición, desde su perspectiva. “La duda que existe en la ciudadanía es si es el momento de hablar de primarias. Sí, hay que rescatar el voto, hay que poner caras a las candidaturas y las primarias son la forma de poner rostros concretos. Aumenta la expectativa de elección y eso es lo que quiere Venezuela: votar”.
De acuerdo con el coordinador nacional encargado de VP, Freddy Guevara, “es muy importante la definición de candidatos de la Unidad para establecer qué tipo de liderazgo queremos. Es imposible estar de acuerdo todo el tiempo. Se debe elegir una candidatura que llame a la gente a votar a través de unas primarias”. La coordinadora nacional de Vente Venezuela, María Corina Machado, es de las que está en desacuerdo. Criticó la medida en una rueda de prensa el 23 de marzo, pues alega que la única prioridad debe ser “derrotar la dictadura”: “¿La MUD quiere hacer primarias? Está bien, vamos a medirnos, pero para decidir la dirección política que se tomará”.
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Por otra parte, aún se discute si la esencia de los partidos políticos está o no perdida, o si se trata de mala comunicación. De acuerdo con el politólogo Sucre Heredia, existe una falla en el mensaje político que opaca la estructura de las organizaciones, su razón de ser, más allá de presentar líderes que ganen elecciones. Afirma que siguen representando sectores del país con una estructura clara en la mayoría de los casos. La base está. Por ejemplo, Primero Justicia tiene nueve secretarías para atacar distintos aspectos como gremios, educación, seguridad, población joven, obrera y campesina; así como Acción Democrática ha generado históricamente debate entre sus equipos técnicos, gremios y sindicatos.
“Los partidos actuales fallan en su capacidad de defender doctrinas, de articulación de intereses, en que ni siquiera la gente sepa muchas cosas de los partidos por los cuales se registraron. Los que queden como la guayabera luego del proceso de validación serán ‘fuerzas de opinión’ y seguirán actuando como tales, pero dentro de sus alianzas. Cómo van a manejar esas relaciones será lo interesante”, indica el politólogo.]]>

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