Crónica

Nuevo año escolar, sin útiles ni tranquilidad

Padres y madres hacen lo indecible para conseguir los útiles que sus hijos necesitan para comenzar con buen pie el nuevo año escolar. Recorren Caracas al filo de las clases en búsqueda de algo más que lápiz y papel: extintas rebajas

Fotografías: Andrea Tosta
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Las librerías de la ciudad reciben a sus potenciales compradores abastecidas de materiales escolares, pero con carencia de ciertos textos. Letreros que rezan: “No se hacen presupuestos” saltan a la vista al entrar en muchos de estos establecimientos. Preguntar más de la cuenta por precios de productos se considera un malestar.

Exentas de largas colas, no faltan los padres y madres que visitan librerías con listas de útiles en manos. Sin embargo, los 7.421,67 bolívares, el resultado del segundo aumento del sueldo mínimo, pierden poder en sus bolsillos al no ser suficientes para comprar todo lo que necesita un estudiante. Los representantes deben contar con al menos un salario mínimo y medio más para cubrir la primera etapa de la educación, sin contar inscripciones ni uniformes. Una lista de útiles escolares promedio sobrepasa los once mil bolívares.

“La gente se lo está pensando más”, afirma Nelyerman García, vendedor de la librería El Cid, en la calle Cecilio Acosta del municipio Chacao. “Le está dando más prioridad a los niños pequeños que a los grandes”, dice mientras señala que los productos que más se venden en su local son estambre, pinturas al frío y foami, y todos varían siempre “pero hacia arriba”.

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Dependiendo del nivel educativo, los costos aumentan. El primer año de educación preescolar puede costarles a los padres alrededor de once mil bolívares, que se van en los artículos más económicos de las tiendas. Los implementos para el primer grado de educación primaria tienen un costo aproximado de 11.650 bolívares, mientras que el primer año de bachillerato, 12.375 bolívares. Estos precios tienen que envolverse en papel contac, a 66 bolívares el metro, en promedio.

“Pienso dar unas cuantas vueltas más porque nosotros vivimos en Margarita y en la isla sí es verdad que no se consigue nada. Ni cuadernos”, comenta Olga de López quien, junto a su esposo, busca los enseres que su nieta de 7 años desgastará en su primer grado. “Estamos viendo si se puede utilizar como papel poroso para usarlo en el baño, de papel higiénico”, remata su esposo Alberto López: “Antes, los sabios y los filósofos buscaban el árbol más frondoso y ponían alrededor a los estudiantes, a los discípulos. Ahí impartían las clases. Así vamos a tener que hacer aquí en Venezuela”.

Cerca de tres mil bolívares se necesitan para comprar los textos que los párvulos tendrán como guía o Biblia del saber en su primera aproximación al sistema educativo. Caminito de Números, ¡Mira lo que hago! y Mininos Lectoescritura 1, recomendados para la enseñanza preescolar, se encuentran en las librerías caraqueñas entre 397 y 1.323 bolívares. El resto se va en carpetas, cartulinas, cuadernos y otras chucherías no comestibles. Lo más costosos de una lista promedio son las resmas de papel. Oscilan entre dos y cuatro mil bolívares; la caja de doce colores, entre 290 y 800; la carpeta de 3 aros, entre 330 y 1.600; un envase de pega líquida de 500 cc, entre 135 y 590 bolívares.

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“Se compra en el mercado lo que hay”, dice Gerardo Hernández, padre de 57 años. “Uno anda buscando precios porque de verdad que es fuerte. Por ejemplo, los libros de castellano no los he conseguido”, sostiene mientras relee los implementos que su hijo de doce años necesita para retomar su formación, ahora con chemisse azul.

En la librería Las Gradillas, frente a la Plaza Bolívar de Caracas, en la esquina de igual nombre, los clientes se lo piensan dos veces antes de soltar los billetes. Hacen un viacrucis y comparan aquí y allá a pesar de los carteles: “No se hace presupuesto”. Una de las varias jóvenes encargadas de atender a la clientela, que prefirió mantenerse en anonimato, afirma que los precios aumentan semanalmente. “Esto que te estoy haciendo es un favor, porque nosotros no hacemos presupuesto y el precio que te digo es el de hoy, la semana que viene será otro”. En la librería Irba, en Chacao, sí dan presupuesto, pero le advierten a la clientela de la inflación. “Uno se los da, pero también se le dice a la gente que son variables. Cada vez que llega la mercancía es con precio nuevo”, destaca Antonio Estafeta, uno de los encargados de la tienda.

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Didáctica Santillana, Caligrafía N° 1 Araguaney, Veo, veo Integral 1, Soy Lector, Diario Escolar Biosfera, Diccionori, entre otros títulos de educación primaria, cobran más protagonismo del malo. Cada uno gira alrededor de los 4.400 bolívares. Para bachillerato, casi la mitad del presupuesto se va en los textos, al alcanzar un aproximado de 6.250 bolívares. Sin embargo, estudiar inglés sin los soportes recomendados es casi un imposible: Cool Kids 1. Student’s Book, de la editorial Richmond, y Mega Goal 1, de Mc Graw Hill, rara vez se ven en los estantes. “Los libros de inglés se tardan más en llegar, siempre ha sido así. Sí llegan, pero carísimos. Eso se trabaja a dólar negro”, afirma Estafeta.

Para no dejar las estanterías vacías, muchos comercios han optado por solicitar lo justo y necesario. “Empecé a pedir menos cantidad, solo para tenerlo ahí. Eso es para cuando las personas te piden algo que no es frecuente y es caro, para uno no decir que no lo tiene”, señala García en la librería El Cid. Además del aumento en el costo, los atisbos de la desaparición de productos para evitar confrontaciones con la clientela salen a la luz. “Hace unas semanas tuvimos que dejar de vender las resmas de papel bond porque solo traían problemas. Muchos venían y se molestaban con uno por el precio”, dice la empleada de Las Gradillas.

El Gobierno aprobó la importación de materia prima para el sector educativo. “Completará el inventario de producción nacional”, de acuerdo con informaciones que una fuente cercana al sector dio al diario El Universal el pasado 15 de julio. Además, afirmó que dichos artículos se venderán en las ferias que se realizarán entre el 20 de agosto y el 20 de septiembre.

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El modus operandi concuerda en casi todos los sitios: la clientela va comprando a medida que van consiguiendo los materiales, poco a poco y hasta donde les rinda la quincena. Carolina Miranda, madre de 34 años, comenzó hace un par de meses su recorrido para sus hijas de 6 y de 2 años. “Camino en busca de ofertas. La única suerte es consiguiendo en librerías pequeñas que tienen precios viejos,  porque están caros, muy caros, sin contar los uniformes. Los papás estamos haciendo milagros”.

Dentro de este panorama, las necesidades quedan a un lado cuando de formación familiar se trata. “No podemos dejar a los niños sin estudiar. Tenemos que dejar de comprar una cosa para comprarles los libros”, afirma Blanco, quien nunca pensó que Venezuela “se iba a poner tan escasa”. López, con la lista en el pecho y pagando por unos pinceles, dice: “No es que uno le quiera tirar al Gobierno, pero ellos son felices si todos los libros se queman. ¿Tú has visto a un malandro estudiando?”.

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