Investigación

Petare se rasca por la sarna

En menos de un año se han triplicado los casos de escabiosis o sarna en el municipio Sucre. La Dirección de Salud de la Alcaldía informó que la mayoría de estos registros se reportaron en la zona norte de Petare. Advierten que el incremento de la enfermedad, altamente contagiosa, es un problema de salud pública y uno de los principales motivos de consulta en la red ambulatoria de la jurisdicción

Texto y fotografías dentro del texto: Dalila Itriago | Composición de portada: Pedro Agranitis
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Katty Cedeño lleva más de un año arañándose la piel con las uñas. Se quita costras moradas o marrones oscuras, y sus brazos, barriga, espalda y piernas quedan expuestos. Las llaguitas caen. Entonces pareciera picada de zancudos o vestida de lunares rojos hechos con marcador. Ella vive en la parte baja del Sector II del barrio Antonio José de Sucre, en la parroquia Petare, junto a otras 456 familias. En su trajinar diario la acompaña su esposo, Gustavo Lozano, sus niñas Yirbelys y Yorbelys, de 11 y seis años de edad, respectivamente, y Minino y Pancho: dos gatos gordos de vetas blancas y amarillas que descansan a las puertas de la casa, indiferentes a la presencia de la sarna en ese hogar.

“Las erupciones me comenzaron en junio del 2015. Por un tiempo me funcionó la crema que me dieron los cubanos pero al rato volvió otra vez. Es como si te picara la plaga y uno empezara a rascarse. Después salen las ronchas. Es tanta la desesperación que me rompo”, relata Katty mientras se mece sobre una mecedora de la sala de su casa y muestra el tubito de pomada, ya exprimido, de propionato de clobetasol al 0,05% que le regalaron los médicos de la comunidad.

Dice que ya no encuentra qué hacer para quitarse la picazón que le genera la sarna que carga encima desde hace más de un año. Se ha bañado con hojas de mata ratón —del árbol gliricidia sepium— que tienen fama de poseer propiedades medicinales; ha tomado antialérgicos; cuando hay agua en el barrio la hierve para lavar las sábanas y también plancha la lencería. Le dijeron que el calor mata al ácaro que propaga la enfermedad sarcoptes scabiei. Ahora, como último intento, piensa triturar un óvulo vaginal para untárselo en la piel.

“Los cubanos me dicen que no me pueden mandar nada, que no hay medicinas. Aquí la torrentera no está embaulada y eso trae malos olores. Además, llevamos un mes sin agua. Cuando llega viene sucia, amarilla y hedionda. Uno solo la usa para echársela a los baños”, refiere Katty, una mujer de 41 años de edad que antes exhibía su torso con blusas de tiritas y en la actualidad se cubre con un suéter manga larga para no mostrar las marcas que le tatuó la enfermedad.

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Gustavo, el esposo, busca meterse en la conversación, aunque ni él ni las niñas se les pegaron la sarna. Explica que la familia integra el Consejo Comunal Antonio José de Sucre, que es parte de la Comuna 4 de Febrero. Sin más rodeos, comenta que son seguidores del gobierno, y que se sienten excluidos por la Alcaldía de Sucre. Organismo que, a su entender, no les querría mandar el agua a la comunidad. Esto habría incidido en la proliferación de la enfermedad. “Yo vi cuando Ocariz dijo en la televisión que él no mandaría el agua a los sectores populares porque no la pagaban. Si ese es el problema, póngannos un medidor. Además, nos hemos cansado de pedirles que limpien la torrentera que tenemos detrás de la casa, que se colapsa por todos los desechos que tiran desde la parte de arriba del cerro, y no vienen. Los cubanos, en cambio, nos pusieron un toxoide y nosotros mismos nos metimos allí. Hemos sacado cocinas, neveras y cauchos a puro pulmón”, enumera ansioso Gustavo, quien se pregunta si será necesario que un “mala conducta” tranque la vía para que las autoridades les envíen el agua, aunque sea bajo amenaza.

Un asunto nacional

Con la experiencia de 20 años como médico pediatra y 24 meses en el cargo de directora de Salud de Sucre, Rodmar Rodríguez aclara que la sarna no se circunscribe a la parroquia Petare, sino que se trata de un tema nacional asociado a la escasez de fármacos escabicidas, fallas en el suministro de agua y ausencia de productos de higiene personal. “No hay medicamentos para destruir al sarcopte, un ácaro que se adhiere al extracto córneo superficial de la piel cuando ha habido contacto directo con el infectado. Estamos hablando de permetrina, solución lindano, crotamitón y benzoato de bencilo. La única opción viable en la actualidad es la crema azufrada”, informa Rodríguez.

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La sarna tiene un periodo de incubación de una o dos semanas. En el ciclo de la enfermedad, luego de ser contagiada, se registran lesiones iniciales rojas. Después vendrá la picazón. El tejido de la piel se levanta, aunque adentro no tenga líquido. Rodríguez explica que el ácaro va creando túneles y luego forma vesículas que se asemejan a la lechina o varicela. Posteriormente, saldrán las costras que, de no ser aseadas al menos dos veces al día, desembocarán en una infección. “Si no existen las condiciones adecuadas para atacar la enfermedad, esta puede complicarse por presencia de bacterias. En el municipio el incremento ocurrió desde marzo de este año. Se han registrado 954 casos hasta mediados de agosto, cuando en todo el año 2015 hubo un registro de 320. Es un problema de salud pública, pues sobrepasa las cifras estimadas”, sentencia la especialista.

La sarna es uno de los principales motivos de consulta en los 13 ambulatorios tipo I de Sucre, aquellos que atienden en barriadas y zonas rurales; así como en el área privada. La Dirección de Salud advierte que la mayoría de los casos provienen de la Zona 10 de José Félix Ribas, el sector Araguaney en Caucagüita, Altos de Tomás en La Dolorita, e Isaías Medina Angarita en la Calle La Línea de Petare. “Los niños son los más afectados. Los adultos, en cambio, se aplican alcohol y pueden soportarlo. Realmente es poco lo que podemos hacer. A nivel farmacológico hay escasez de medicinas en todo el país y nosotros no la vendemos. En un plano no farmacológico, los pacientes deben de bañarse al menos dos veces al día y con un jabón particular para cada uno”, añade la doctora. Esto tampoco se cumple.

Compasión para los camellos

En la Escalera Tres, dos casas más arriba del hogar de Kathy, vive Lourdes Castellano. De 49 años de edad y oriunda de Santa Ana, estado Trujillo, llegó hace más de una década a Petare. En su casa todos se contagiaron de sarna. Sus tres hijos: Karina, Katheryn y Jefferson, más sus tres nietos: José Andrés, Samuel y Melanie. “Aquí nos dio a todos. A Melanie le dio más fuerte, Samuel se paraba de madrugada llorando por la picazón. Parecía que lo estaban matando. Y Karina da miedo, por cómo le quedó el cuerpo. Los cubanos nos dieron paracetamol para la fiebre, y yo me he bañado con eucalipto, escobilla amarga, mata ratón, jabón panela, creolina y azufre. Habrá que esperar”, comenta con tono resignado.

A su lado está la bisabuela paterna de los nietos, Carmen Villadiego. Cuando le tocó cuidar a los niños los bañó con enjuague bucal, refiere. Pero no le interesa detenerse a explicar los remedios caseros para la sarna. Villadiego eleva su ronca voz y es tajante en el ruego: “El agua nos llega cada dos o tres meses y creemos que viene con excremento. No somos camellos ni vivimos en Arabia. Pedimos que tengan compasión, no tanto por nosotros, sino por los niños pequeños y por las personas de la tercera edad. ¡Tomen conciencia, somos seres humanos!”.

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Lo que no imagina Villadiego es que ni siquiera la presidenta del Instituto Municipal de Aguas de Sucre (Imas), Tatiana Noguera, tiene agua en su casa. Trabaja en el edificio Giorgio de Boleíta, sede de la Alcaldía y, cuando el agua llega, le pide a una de sus compañeras de oficina que le haga el favor de llenarle unos envases plásticos para poder llevar a su apartamento.

La urbanista tiene solo año y medio en el cargo y aún no se le ha caído la lengua de tanto explicar que el instituto que dirige solo distribuye el agua, pero no controla la fuente. Es decir, el Imas está sometido al cronograma y al racionamiento de Hidrocapital. “El agua llega en un 80% de alimentadores que provienen de Hidrocapital. Solo el 20% son tomas propias. Por eso, cualquier incumplimiento en el cronograma nos afecta. Antes, los ciclos oscilaban entre tres y 21 días. Ahora se ubican entre 15 días y dos meses”, informa Noguera, quien lamenta que no haya una comunicación fluida entre ambos organismos, lo que al final termina afectando a todos los ciudadanos.

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A pesar de la creencia de los entrevistados del barrio Antonio José de Sucre, quienes sostienen que hay una guerra declarada contra ellos para no mandarles el agua, con cronograma en mano, Noguera explica que todo es un asunto de fuerza, de presión, de una cierta potencia, que se necesita para que el agua pueda llegar al chorro de la casa de Kathy, Lourdes o Carmen.

El agua en el municipio Sucre se nutre de dos alimentadores —Norte y Sur—, ubicados en la Estación número 25 de Macaracuay. La zona de Petare Norte, donde hay al menos 150.000 usuarios, depende del agua que llega desde la estación de bombeo La Fénix, ubicada detrás de la universidad Santa María. Para que se pueda mandar agua desde La Fénix hace falta que el Alimentador Norte, que funciona con tres motores y surte a Palo Verde, Mesuca, Maca y Barrio Unión, tenga al menos 85 metros de columna de agua de presión. Las zonas altas se surten los viernes, lunes y martes. Si no hay presión esos días, el agua no viajará, las fechas estimadas en el cronograma se irán postergando y la espera se tornará infinita.

La Dolorita, Turumo y Filas de Mariche dependen del Alimentador Sur. Este trabaja con más presión, por encima de los 300 metros de altura, pues tiene cinco motores y son más grandes. La ecuación es sencilla: si no hay presión en los alimentadores, no habrá bombeo desde la estación La Fénix y de allí jamás saldrá el agua ni para los barrios ni para las urbanizaciones. “La responsabilidad es compartida. Esta gestión es muy dinámica, pero desde el momento que la fuente la controla otro no hay mucho que hacer. Mantenemos una relación formal de trabajo con Hidrocapital pero seguimos sin ver los cambios en las estaciones de bombeo. Solo en este año hemos mandado siete comunicaciones y no pasa nada”, indica Noguera, al reconocer que el 2016 llegó cargado, a su entender, de eventos desafortunados: los embalses estuvieron vacíos, hubo problemas operativos, los acueductos están viejos, la reducción y el aumento de la presión terminó afectando las tuberías y, además, se hace imposible reemplazarlas pues una alcaldía no puede sufragar este tipo de costos.

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¿El paliativo? Cada tres semanas el Imas envía un camión cisterna gratis a las comunidades. De enero a marzo se hicieron 1.000 viajes. Cada vez que llega al barrio, entregan un tobo por familia. En promedio se calcula que una, solo una persona, gasta al menos 500 litros diarios de agua —un tobo. “¿Cómo hacen con tan poca agua?”, se le pregunta a Noguera. “La dinámica allí es distinta”, responde, mientras le colocan sobre el escritorio los envases plásticos que pidió llenar.

Niños, víctimas de un sistema deshecho

Cuando se busca a la directora de Educación de Sucre, Nahury Escalona, para hacerle la pregunta obvia de cómo afecta el tema de la sarna a los niños en edad escolar; ella apela a la más reciente encuesta que hizo su despacho entre el 22 y el 23 de julio de este año, en 22 de las 43 instituciones educativas de la jurisdicción. Aclara que el estudio estaba basado en la alimentación, pero de allí surgieron variables vinculadas al poder adquisitivo de los hogares y la morbilidad en los niños.

“Las familias están en un nivel de indefensión terrible. No pueden prevenir la enfermedad ni tampoco curarse, luego de adquirirla. 47,8% de los representantes trabajan en la economía informal, son amas de casa o desempleados. 60,5% de los padres ganan menos de 35.000 bolívares, como ingreso mensual de todo el hogar, y 40% de las inasistencias de los niños se deben a temas vinculados con la crisis de abastecimiento de agua”, informa Escalona, al subrayar que se trata de una situación de salud pública que amerita la atención de todos los organismos del gobierno.

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Asegura que son muchos los niños que desertan del sistema escolar. Otros se ausentan más que en años anteriores y en la medida en que asisten pero no atienden el rendimiento será deficitario. Como no tienen acceso al agua, no pueden lavar los uniformes y eso promueve los microbios. Esta realidad, aunada a la situación de malnutrición, los hace cada vez más vulnerables. “Si tienes las condiciones óptimas de salud puedes interactuar en los espacios de la escuela. De modo contrario, no tienes capacidad para convivir allí. En la encuesta, 67,6% de los padres dijeron que se habían acostado sin comer. En esos casos, el niño sigue de segundo en la cadena. Recordemos cuando un niño era rechazado porque tenía piojo. ¡Imagínate lo que significará tener sarna! Que se rasque hasta con el pupitre, y que ese mismo niño no haya comido, no esté hidratado, no tome vitaminas. Se desmayará”, acota Escalona.

A pesar de que comenta avergonzada la tristeza que le causa saber que en algunas comunidades hacen mal uso de los espacios de almacenamiento de agua en las escuelas —se montan en los techos de los planteles durante los fines de semana y vacían los tanques, o se bañan dentro de ellos como si se tratase de una piscina—, Escalona insiste en que hay que ser creativos ante la crisis, pues de ellas surgirán los cambios. “No nos podemos agobiar ni llenar de desesperanza. De esta situación tenemos que desarrollar la capacidad para precisar aquello que está mal, lo que no nos gusta, y trabajar para cambiarlo, para mejorarlo”.

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