Crónica

Poliedro en contingencia, tanto coso para tan poca gente

El centro "de contingencia" instalado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) no cumplió con las expectativas de quienes acudieron a él. No pudo satisfacerse la inquietud de votar de quienes provenían del interior del país, al permitir solamente el sufragio de electores del este de Caracas. Bajo el coso de La Rinconada, además, se violó la normativa pues los candidatos repartían propaganda legible y auditiva dentro del recinto. El Poliedro de Caracas fue sede de desorden, suciedad y arbitrariedad

Portada: Andrea Tosta | Fotografías dentro del texto: Andrea Tosta y Alejandro Cremades
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El Poliedro de Caracas fue uno de los puntos de la capital más custodiados de este 30 de julio. Allí, decenas de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana desfilaban con armas largas en mano y sus recién estrenados uniformes camuflados, con la boina roja como guinda. También el verde oliva invadía el recinto, enfundando a la Guardia Nacional y al Ejército. El caqui de la vestimenta de los milicianos se dejó colar entre los cuerpos de seguridad del Estado presentes. Eran quienes custodiaban las puertas de vidrio del complejo cultural, junto al personal de protocolo del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Dentro, una cuadrícula esperaba a los electores. «¿Ya votaste?» era la pregunta que resonaba en los cuatro pasillos que surcaban el interior de la arena ovalada. Allí, donde se han presentado agrupaciones musicales internacionales como Metallica o Soda Stereo, se desplegaron cubículos separados por paredes de plástico blancas. Tenían hojas pegadas en las que se especificaban con escritura a mano las improvisadas rutas que conducirían a los centros de votación del este de Caracas, como el Colegio San Agustín, el Colegio San Ignacio o el Colegio Santo Tomás de Villanueva, ubicados en Chacao y Baruta. Arriba, el escenario se repetía con el municipio Libertador. A las 3 de la tarde, más que votantes, quedaban mirones de palo y supervisores de mesa, que cazaban a quienes se perdían entre la monotonía del proceso poco asistido.
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El Poliedro fue designado por el CNE como un centro para atender contingencias. Su habilitación garantizaría el derecho al voto del proceso nacional constituyente a quienes no podían acudir a a su centro habitual por culpa de «la violencia fascista», como señaló el chavismo. Estaban convocados, entonces, los electores del municipio Chacao, de las parroquias Baruta y El Cafetal del municipio Baruta, del municipio El Hatillo excepto su zona rural, un total de 373.585 electores; la parroquia Leoncio Martínez y la zona oeste de la parroquia Petare en el municipio Sucre, al igual que «algunos centros de votación» de las parroquias El Valle, La Vega y El Paraíso del municipio Libertador. Así lo aclaró la rectora Tibisay Lucena el 23 de julio.
No obstante, durante la jornada del 30 dijo a los periodistas que en el caso del municipio Libertador debían acudir a cualquier otro punto de esa jurisdicción.
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A pesar de la especificidad, una bola corrió. «A nosotros nos dijeron que iban a habilitar una mesa de contingencia para los que vinimos del interior del país, y ahora nos están diciendo que no», se quejó una mujer que rondaba los cuarenta años, con los ojos desorbitados de la rabia. Era la vocera de un grupo de seis mujeres, todas provenientes del estado Monagas, quienes acudieron a La Rinconada para votar por la Asamblea Nacional Constituyente. «Imagínate, y que son reglas del CNE que no pueden montar una mesa. Debe ser que el CNE está lleno de guarimberos que no nos dejan votar. ¡Son una cuerda de terroristas!», gritó a los oídos sordos del personal de protocolo del Poder Electoral, agrupado a menos de 15 metros de la cúpula.
La inquietud fue la constante desde la mañana. A diferencia de años anteriores, los comicios no iniciaron al romper el alba. Las puertas de la reja del Poliedro se abrieron a las 9 am, mientras los cuerpos de seguridad del Estado encauzaban ríos de personas en tres entradas principales que se les hicieron angostas. «Somos del estado Zulia, y estamos hospedados aquí desde hace una semana. Vinimos para el cierre de campaña. No nos hemos podido ir y vinimos desde las 6 de la mañana y nos dicen los funcionarios que no podemos votar. Somos casi 30 personas en este pedacito. Hemos sentido hasta repudio de los oficiales«, dijo Rubén Arias.
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Otro grupo, con personas de Maracay y Trujillo, manifestaron su descontento pues «nos dijeron que viniéramos para acá y ahora no nos dejan votar. No es justo», se quejó Juan Benitez. También había viajado a Caracas para el cierre de campaña del chavismo y no volvió a su estado natal «porque el pasaje cuesta 70 mil bolívares».
Antes de mediodía, la asistencia era mayúscula. Hubo hasta gritos y desespero por organizar las colas. Quienes pudieron pasar el perímetro del recinto y hacer cola frente a las taquillas del Poliedro de acuerdo con su número de cédula, se distribuían dentro del coso. Arriba, votaba Libertador. Abajo, el resto. Sin embargo, cientos de personas oriundas de distintos rincones de Venezuela vieron frustrado su derecho al voto. No pocos habían acudido a la capital para participar del cierre de campaña con Nicolás Maduro el viernes 28 de julio. Gritaron consignas, hicieron bulto, y no votaron.
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Luego del mediodía, la asistencia amainó. Las aglomeraciones ya no se producían en las rejas externas del poliedro, sino en sus puertas internas. Decenas de familias esperaban bajo las escaleras, otras a merced de la lluvia de media tarde, una respuesta satisfactoria frente a un camión rotulado con un colorido «Gracias Campeones Vinotinto». Cuatro jóvenes calmaban los ánimos de la muchedumbre ansiosa a punta de megáfono. «Seguimos esperando las declaraciones oficiales del CNE sobre la situación. Cuando sepamos, se las haremos saber», anunciaba un veinteañero desde el vehículo.
Mientras, alrededor de 20 personas revoloteaban en la parte de atrás del vehículo. Se pasaban los bolígrafos entre ellos, mientras buscaban cualquier pedazo de papel en el que pudieran escribir. «Acá te validan el voto sin que tengas que votar», afirmó una mujer que apenas superaba los 30 años. Con su niña de 2 en brazos, entregó como pudo su constancia presencial. «Yo vengo de los Valles del Tuy y allá se me hizo imposible, por eso me vine, porque dijeron que acá íbamos a poder votar así en contingencia, ¿me entiende? Pero nos encontramos con esto». Su carnet de la patria fue su aval. Quienes lo portaban como ella pudieron anotar en retazos blancos su nombre, apellido, cédula de identidad, código y serial del carnet, y estado y municipio correspondientes para la votación según el registro del CNE. Cumplieron.
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«Solo Miranda y Caracas pueden votar acá. Lo sentimos mucho, pero esas son las reglas del proceso electoral y no podemos incumplirlas», soltó finalmente un joven desde el vehículo, ataviado con una franela blanca con el logo de la Constituyente.
No fue el único. Como él, muchos portaban franelas identificadas, pero violando la normativa: con el logo o las iniciales del Partido Socialista Unido de Venezuela. El sufragio de este 30 de julio estuvo rodeado de arbitrariedades. El suelo del lugar estaba lleno de pequeños panfletos de aspirantes a la Constituyente. Tanto en la acera como al pasar la reja, personas los entregaban a los presentes con normalidad. La abundante presencia militar y policial, hasta de la milicia, no representaba un problema para los candidatos y su equipo. Se entregó propaganda de Jesica Millán, Ricardo Chang y Fernando Rivero, todos del sector trabajadores de la administración pública. También Anycris Bizarro, del sector misiones, acompañado de su número de lista y los ojos del fallecido expresidente, Hugo Chávez. Incluso, se entregaban chuletas de votación, como la de Frank Méndez del sector universidades privadas, que señalaba con una flecha el sitio de la planilla en el que se encontraba.
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También las violaciones fueron auditivas. El manido «Oeoeoeo, la Constituyente va» resonaba a las afueras del Poliedro. Un camión lleno de jóvenes con franelas con el logo de la ANC reproducía el jingle a menos de cien metros del lugar.
Además, un toldo blanco, ubicado rejas adentro, era un punto de validación para el carnet de la patria, al que muy pocos acudían. La cola que nunca bajó fue la de otro, también blanco, acomodado a la derecha de la cúpula donde las personas serpenteaban en fila india para recibir una bandeja de anime con un sánduche y una mandarina, junto a un jugo de naranja o botellas de Agua Tiuna, fabricada por la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (CAVIM). El pago era la espera, la sumisión.
Fuera, el mercantilismo reinaba. Vendedores ambulantes ofertaban platanitos, chupichupis, cigarros detallados, jugos, pepitos y demás chucherías. Incluso PDVAL se sumó al capitalismo con 5 camiones de Areperas Socialistas que también hicieron su agosto en julio, con combos de 1400 bolívares por una arepa y una bebida, y de 2400 por dos arepas y una bebida.
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