Íconos

José Gregorio Hernández, ahora sí camino a los altares

El Vaticano ha aprobado el milagro realizado por el nacido en Isnotú el 9 de enero de 2020, lo cual abre camino a la beatificación del médico venezolano. En 1986 fue declarado “Venerable” por el canonizado Papa Juan Pablo Santo II. El episcopado venezolano asumió la causa, que comenzó hace unas siete décadas, como una prioridad

Fotografía: Caracas a Pie, Ser Urbano y Sampablera por Caracas
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I

“Ha muerto un santo”, corría de boca en boca entre los caraqueños el 29 de junio de 1919, día en que José Gregorio Hernández fue arrollado por el vehículo de Fernando Bustamante, mecánico dental de 25 años que curiosamente conocía al benemérito por haber contratado sus servicios de médico para su familia.

El hecho ocurrió a las 2:20 PM, en la esquina de Amadores de La Pastora y quedó registrado como el segundo accidente automovilístico en el que un peatón perdía la vida en Caracas. El primero tuvo lugar en julio de 1913, en la esquina de Doctor Paúl y se estima que una centena de vehículos transitaban las calles de la capital a principios del siglo XX.

La mayoría de los biógrafos de José Gregorio Hernández coinciden en que salió con premura de la farmacia de Amadores, a donde fue a comprar una medicina para una paciente anciana, porque se enteró que un niño cayó de un balcón en las cercanías y se encontraba herido.

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Con su muerte comenzaría su fama de santidad y en 1949 los trámites para su santificación. La Iglesia comprobó años siguientes que el caraqueño había vivido en grado heroico las virtudes teologales —la fe, la esperanza, la caridad— y cardinales —la justicia, la prudencia, la templanza y la fortaleza. Por eso fue merecedor del título de “Venerable” en 1986.

También fue el año en el que se introdujo en la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano el primer milagro para elevarlo al grado de beato, pero fue desestimado. Lo mismo ocurrió en 2009. “La causa mucha veces es injustamente tratada. La gente quiere el santo ya, pero la Iglesia no está apurada, quiere certeza”, afirma Laura Zambrano, encargada de la Oficina de la Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández, que abrió sus puertas en 2011 en el despacho parroquial de la Iglesia de La Candelaria. No fue hasta 2011 que el episcopado venezolano se dio cuenta que si no se ocupaba de buscar el milagro, éste difícilmente llegaría a sus manos. “Esto no está listo. Está crudo”, lo confirma Monseñor Fernando Castro, Obispo Auxiliar de Caracas y Vice-Postulador.

La estadística apunta que la mayoría de los santos provienen de congregaciones religiosas, sacerdotes miembros, sacerdotes diocesanos y, por último, laicos como José Gregorio; con la desventaja de que éstos no poseen una asociación que se concentren en su causa, como fue el caso de las beatas criollas, Madre María de San José y Madre María Candelaria.

El milagro que se buscaba tiene que ser instantáneo, total, permanente, sin explicación médica ni natural. Y aún así tiene que probarse que la persona estaba gravemente enferma y que lo único que medió entre la enfermedad y la salud fue la oración a José Gregorio Hernández por parte de sus familiares y allegados.

Datos suministrados por la oficina de beatificación indican que en 2011 recibieron 14 testimonios de presuntos milagros; en 2012, 65; en 2013, 234; y en 2014, la cuenta asciende a 450. También llegaron cartas de Colombia, Alemania, Italia, Tailandia, Portugal, Estados Unidos, España, República Dominicana y Ecuador, entre otros.

La ruta por la santificación sigue con el segundo milagro que permita canonizarlo. “En este mundo terreno, los procedimientos requieren de presencia en el Vaticano, procesos administrativos, gastos. Vamos a estar claros, para beatificar a José Gregorio hace falta dinero porque hay que costear pruebas médicas, traslados. También puedo decir que hemos contado con el apoyo de Monseñor Mario Moronta, quien ha impulsado causas de beatificación y nos ha hecho el favor de abogar por la causa en la Congregación de los Santos”, informó su colega Mons. Castro.

El 9 de enero de 2020 el monseñor Víctor Hugo Basabe, obispo de San Felipe y administrador Apostólico de Barquisimeto, informó que se aprobó el tan esperado milagro, iniciando el camino para la beatificación.

II

A las afueras de la Iglesia La Candelaria, donde reposan los restos de José Gregorio Hernández desde 1975, se venden estampitas, velas y hasta un mentol con su nombre, que no posee registro sanitario, producido por los antiguos dueños de la farmacia La Isabélica de la avenida Baralt. “Sobre el tema deberían encargarse las autoridades. Lo único que puedo decir es que ese ungüento no es católico”, asoma Zambrano.

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Lo cierto es que el negocio de la fe les da el sustento a estas mujeres que de martes a domingo se encuentran a las afueras del templo recibiendo a fieles de todas partes del país y decenas de extranjeros, principalmente de Colombia, Perú y Ecuador. “Aquí se escuchan cualquier cantidad de milagros. Paralíticos que han caminado, enfermos de cáncer que se han curado”, comentan Aída y Haydeé, vendedoras con 14 años en la plaza.

En la esquina se encuentra Leonor Guevara. Su madre, Blanca Helena Heredia, inició la venta de imágenes de José Gregorio hace 40 años. A ella como a todas sus compañeras le hace mucha ilusión la santificación de José Gregorio porque el templo será más visitado de lo que ya es hoy.

III

Para nadie es un secreto que a José Gregorio Hernández no sólo se le reza en el credo católico. El llamado médico de los pobres fue incluido en el culto de María Lionza —religión politeísta que lo considera un intercesor y jefe de la corte médica. “Si alguien quiere usar la imagen de José Gregorio para fines no religiosos no lo puedo impedir, pero ya fue declarado ‘Venerable’ y con ello, se acabó el problema de la santería”, sentencia Mons. Castro. Esta declaratoria es irrevocable y demuestra que el Vaticano no encontró ningún elemento cuestionable en la vida del galeno nacido en Isnotú.

La socióloga y profesora de la Universidad Católica Andrés Bello, Lulú Giménez, especializada en investigaciones culturales y del Caribe, precisa que la santería afrocubana no tiene nada que ver con el culto a José Gregorio. Pero la religiosidad popular lo rodea.

No existe una sola oración de José Gregorio. Marín Silva produce en Carabobo estampitas que se venden a las afueras de la Iglesia La Candelaria con un rezo distinto al aprobado por el episcopado venezolano y redactado por el Cardenal José Humberto Quintero, actualizado con miras a su beatificación.

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IV

José Gregorio Hernández fue un hombre excepcional en sus virtudes, pero terrenal como todos. Su aspecto mundano en nada resta a su condición de santo. Fue uno de los médicos más destacados del país, responsable del primer microscopio que llegó a Venezuela. Se especializó en París, Berlín, Madrid y Nueva York; y fue el fundador de las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología de la Universidad Central de Venezuela. Como si fuera poco, políglota, músico, filósofo y de grandes conocimientos teológicos. Nunca se casó, intentó dos veces ser sacerdote y vio morir a cinco de sus 12 hermanos. “Quizás si fuera un hombre de este tiempo, llevara jeans o pantalones cortos”, dice Mons. Castro. Pero no lo creo.

En el siguiente episodio, reseñado en el libro Nuestro tío José Gregorio, escrito por su sobrino Ernesto Hernández Briceño y publicado en 1958, queda al descubierto su gusto por el buen vestir. Durante un encuentro con el Vicecónsul de Venezuela en Washington, Nicolás Veloz, José Gregorio le dice al saludarlo:

—¡Cómo! ¡No estás a la moda!
—¿Por qué? —replicó Veloz.
—No usas pantalones arremangados, como yo; ni zapatos de corte bajo, ni medias y corbata de color.

En el mismo libro, aparece otra epístola dirigida a su sobrino Benjamín, estudiante de medicina, para más señas sobre su gusto por la elegancia.

Querido Benjamín:
Al llegar aquí te mandé una bolsa de disección; después te mandé un Ramon y Cajal, que espero ya habrás recibido. Ahora te mando un corte de vestido que deseo lo hagas sport, que es la gran moda hoy en toda Europa y en New-York; es un saco que lleva en la espalda un cinturón. Siento en este momento no tener un modelo bueno, sino una caricatura de un anuncio de jabón; pero en ella puedes ver la forma para que se la expliques al sastre; los pantalones son doblados abajo. Es muy elegante.

Te mando también un chevalière, que es una sortija con el escudo de armas de tu familia; deseo que siempre la tengas puesta. Si tus discípulos te preguntan del escudo les dices: “Es un escudo que tenían mis abuelos antiguamente”; para que no se burlen de ti.

En el Ramón y Cajal te mando un atlas de bolsillo en inglés para que te acostumbres a leer en inglés también.

Consérvate bueno. Tu tío que te abraza,
Greg.

También en esta publicación, aparece la carta con la historia del retrato que todos los venezolanos conocemos de él.

New York, 6 de octubre de 1917.
368 W. 57th Street.
Mi querido César:
Te mando mi retrato, que hice hace pocos días; es para ti, para Dolores y los muchachos. Me ocurrió retratarme y mandárselos, porque me parece que así no estoy tan separado de ustedes, cosa que me es tan dura y difícil de sobrellevar, y eso que pienso regresar pronto.
Greg.

Más adelante, ofrece más detalles sobre la imagen: “(…) No te mando un retrato sentado, porque yo no salgo bien en esa posición, será porque siempre estoy caminando (…)”.

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V

No se sabe cuándo ocurrirá la beatificación, pero en tiempos tan convulsos como los que vive Venezuela, su nombre es un factor de unidad. No sólo en términos católicos, también en términos de identidad. La santificación del Dr. José Gregorio Hernández podría ser una buena medicina para este país dividido.

Si crees que tú, o alguien a quien conoces, ha sido favorecido por un milagro de José Gregorio Hernández, envía tu testimonio la siguiente dirección de correo electrónico: [email protected]. También puedes enviarlo a Vicepostulación de la Causa del Dr. José Gregorio Hernandez, Palacio Arzobispal, Plaza Bolívar, apartado 954 (Caracas 1010-A), a la atención de Mons. Fernando Castro A; o la oficina ubicada en la Iglesia La Candelaria, despacho parroquial. Av. Urdaneta.

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