Sociedad

Pozos clandestinos, cómo la clase alta se abastece de agua

No tener agua en Venezuela es la regla, no la excepción. No importa el día o la hora, los racionamientos son constantes y las excusas por parte de Hidrocapital abundan ante los reclamos de los ciudadanos. El pago de una cisterna le funcionó a algunos por un tiempo, pero la desesperación llevó a los más adinerados a optar por la perforación de un pozo que surta constantemente del "líquido vital", un servicio que se paga en dólares

FOTOGRAFÍAS: AP, FERNANDO LLANO Y ARIANA CUBILLOS
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Abrir el grifo es como un juego de ruleta para Elizabeth Robles. Al principio el agua fluía uno o dos días a la semana, así que Robles, presidenta de la asociación de condominios, contrataba camiones cisterna para llenar el tanque de su edificio. Con medidas de racionamiento que ellos mismos se impusieron, los condominios tenían agua, pero por una hora y solo tres veces al día.

“Si llegabas a las 5 de la tarde sudado, no te podías bañar”, relató Robles, abogada y pequeña empresaria. “Lo del agua es como un castigo”. Finalmente se hartaron. Ya que el gobierno no podía proveer agua, decidieron perforar un pozo al lado de su edificio situado en Campo Alegre, una solución que es cada día más popular entre las personas que cuentan con los recursos para pagar la mala condición del sistema hidráulico de Venezuela.

Robles dijo que ella y sus vecinos contrataron en febrero a una empresa perforadora por el equivalente a 7.000 dólares, unos 280 dólares por familia. Al menos otros tres edificios en su calle, que se encuentra cerca del club campestre más exclusivo de la ciudad, han contratado al mismo ingeniero. La empresa mueve a su cuadrilla de trabajadores y su plataforma de perforación de un lugar a otro. La ruidosa maquinaria con motor diésel trabaja día y noche por varios días hasta que encuentra agua, generalmente a unos 80 metros de profundidad.

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Fernando Gómez, de la firma de perforación Ingeniería de Bomba de Venezuela, manifestó que ha habido un mayor número de llamadas en los últimos dos meses de personas desesperadas por agua. El teléfono suena cuatro o cinco veces al día, comparado con una o dos veces a la semana de hace un año. La única barrena de la compañía no se da abasto, afirma. “Todo el mundo la quiere ya”.

La mayoría de los pozos privados se perforan clandestinamente. La ley exige un permiso antes de que comience la perforación, pero el papeleo puede tomar hasta dos años, y pocos están dispuestos a esperar. Cuando los funcionarios se entrometen, los condominios buscan al mejor conectado de ellos para que arregle las cosas.

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Pero contratar un servicio para obtener agua no es una opción viable para la vasta mayoría de los venezolanos, cuyo poder adquisitivo se ha desplomado por la devaluación de la moneda y por la abultada inflación. El salario mínimo, que el 20 de junio pasó de un millón de bolívares a tres millones de bolívares, equivale a menos de dos dólares al mes.

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Los menos adinerados deben enfrentar el calvario del suministro público de agua, con la esperanza de que el esporádico servicio llene sus tanques de plástico de 560 litros equipados con bombas. O pueden hacer fila en los manantiales de las montañas para llenar sus jarras sin costo. “A veces se llena la cesta de ropa sucia”, comentó Carlos García, un obrero desempleado de la construcción que en una ocasión pasó ocho horas formado para tomar agua de los manantiales.

La escasez de agua en las ciudades ha dado pie a más de 400 protestas en el país en los primeros cinco meses del año, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social. Caracas tuvo en su momento un sistema de abasto de agua de clase mundial, que traía el líquido de reservas situadas en las montañas hasta el valle donde se asienta la urbe. Hoy día sus tuberías revientan, el sistema de bombeo falla y hay ganado pastando en el lecho de la reserva Mariposa en las afueras de la ciudad, que debería estar cubierto de agua.

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La falta de lluvias se ha combinado con la falta de mantenimiento, dicen los expertos. José María de Viana, expresidente de Hidrocapital, la entidad estatal encargada de suministrar el agua en Caracas, culpa a la incompetencia por la escasez, y refuta la explicación del gobierno de que la temporada de lluvias se ha atrasado y que por ello las reservas están secas.

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El sistema fue diseñado para abastecer a la ciudad durante la temporada seca, afirmó. “Si usted continúa sin atender el problema, cada día va a haber menos agua en la ciudad. Cada vez habrá más protestas y más rabia”, dijo De Viana. Funcionarios de Hidrocapital y del Ministerio de Ecosocialismo y Agua de Venezuela no respondieron solicitudes de comentario de The Associated Press.

En Petare, uno de los barrios más grandes de Venezuela, Carmen Rivero dijo que el agua es motivo de celebración cuando llega, y de molestia cuando no, lo que es más frecuente. Agregó que hace poco el barrio estuvo tres meses sin servicio de agua. Antes de eso fueron ocho meses. Los habitantes se las arreglan con el agua que traen de un manantial y con el servicio de camiones municipales.

Recientemente, un sorpresivo aumento en el suministro hizo que estallaran de emoción. “Todo el mundo grita: ¡Ay! Llegó el agua”, relató Rivero, quien corrió hasta un grifo de su casa para llenar una bañera azul.

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La frustración por la falta de agua estalló y provocó que los habitantes de Petare salieran a las calles a protestar, algunos de ellos cargando a sus hijos. Rivero dijo que soldados de la guardia nacional equipados con armas de fuego y equipo antimotines los confrontaron y amenazaron con arrestarlos si no regresaban a sus casas.

“Tú también eres ser humano, y sabes que sin agua, no podemos hacer nada”, recuerda Rivero haberle dicho a un soldado. Él le contestó que su familia era como la de ella, pero que tenía que seguir órdenes.

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