Crónica

Residencias estudiantiles: formación bajo la bota

Son las únicas que existen en el país desde 1961. Un sueño socialista que alberga a más de 500 estudiantes que batallan con los cuadernos y libros. Funcionan porque ellos la mantienen invicta, más allá de los ideales que en balde pretenden adoctrinarlos. Es un espacio de paz que se desprende de la barbarie e ideologización El 22 de febrero del 2013, once días antes de la muerte de Hugo Chávez, el entonces vicepresidente, Nicolás Maduro, inauguró el proyecto que, en 2010, el oriundo de Sabaneta había prometido: abrir residencias autosustentables en Caracas para los estudiantes del interior del país. Justo cuando el reloj de La Previsora marcaba las 12:00 am, en medio del Boulevard de Sabana Grande, Nicolás cortó la cinta roja rojita. Entre aplausos, boinas, Jorge Rodríguez y Jacqueline Faría inauguraron las Residencias Estudiantiles Livia Gouverneur.

Fotografías: Fabiola Ferrero
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web1Estudiantes de todas partes del país tomaron un autobús que los dejó en Plaza Venezuela con la esperanza de vivir cerca de su universidad y tener compañeros de habitación con los que pudieran compartir intereses más allá de los libros y la revolución bolivariana. Las columnas que mantienen firme esta edificación, emplazada en pleno centro de la ciudad, son las promesas que en alguna cadena Chávez les hizo. Se llama Livia Gouverneur en homenaje a otro ícono del comunismo. Una mujer que formó parte de las huestes del Partido Comunista de Venezuela y que caldeó fuertes diatribas en contra del gobierno de Rómulo Betancourt hasta que, en noviembre de 1961, murió por fusiles en una protesta. Desde entonces fue apodada: «La virgen roja de los estudiantes». Quienes habitan en su nueva morada duermen en colchones de ilusión “bonita”, cocinan a fuego lento la patria que ellos sueñan y caminan entre frases del Che y Fidel para inspirar los pasos del socialismo del siglo XXI. Ellos encontraron, en el techo que les regaló el comandante, la trinchera perfecta para alzar la voz y defender su bandera.

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Un estudiante que vive en Livia Gouverneur, cuyo nombre prefirió ocultar, comenta con orgullo: “mi presidente creó este espacio con una visión política, para que todos nos reunamos a cultivar un poco más el ideal de Bolivar”. No se cae a cuentos, pues aquello no le hace ruido. Se regocija con que es el deber ser. Admite, henchido de entusiasmo, que la excusa son los estudios. La verdadera razón: crear compatriotas. Fieles. Los carteles con las caras de Chávez en las paredes delatan que este lugar no es para todos los gustos ni todos los colores. Está en todas partes. Ubicuidad.

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Con una posición estratégica las residencias están ubicadas a una estación de metro de la Universidad Central de Venezuela, a dos de la Universidad Nacional Experimental de las Artes y a unas cuantas cuadras de la Universidad Bolivariana de Venezuela; o a diez minutos en bicicleta por la ciclovía que va desde las residencias hasta la UCV. Alumnos de estas tres universidades, más la UNEFA, duermen y hacen vida en el lugar.

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Pero no todo lo que los rodea los ilustra. Los nutre. Los educa. Al frente les queda, como ellos mismos dicen, “el edificio más peligroso de Caracas”. Las madrugadas de desvelo y cuadernos han sido interrumpidas por el sonido de las balas. Uno de los estudiantes comenta: “nosotros hemos visto desde la azotea cómo los choros se caen a tiros en ese edifico con la policía. Esos que están allí metidos son los que les piden vacuna a todos los buhoneros de Sabana Grande”. A la vuelta de la esquina tienen otra joyita: Misión Vivienda. Un estudiante de arquitectura, que también prefiere mantener su identidad resguardada so pretexto de que lo expulsen de cuarto por dar declaraciones a medios, asegura: “Allí siempre se arman tiroteos. Dicen que han encontrado cadáveres, pero bueno, yo no me meto en eso”. En una misma cuadra comulgan y coexisten quienes quieren salir adelante a través del conocimiento con quienes buscan vivir acostas de la violencia. Más que civilización y barbarie. Quienes la habitaron por primera vez cuentan que las residencias no estaban listas cuando se las entregaron. Otro estudiante, susurra: “Yo comencé el proceso de selección cuatro meses antes. Después de estar admitidos nos reclutaron para ayudar en la construcción. El día que se bautizó solo abrieron dos pisos. Más tarde, le avisamos a varios amigos de la universidad que no tenían dónde dormir que podían ayudar a construir otros pisos y seguro les dejaban vivir aquí”. Y así fue. Muchos llenaron su planilla de inscripción en la página de la Alcaldía de Caracas, luego pasaron por una entrevista con un representante del mismo lugar. Inmediatamente después de ser aceptados comenzaron un nuevo proceso: cargar el saco de cemento, pegar ladrillo por ladrillo y pintar paredes para construir su futuro hogar. Como quien dice, se sudaron lo suyo.

Estudios autosustentables

Hoy en día el edificio, que en 2010 fue expropiado, tiene 9 pisos habilitados y 16 dormitorios en cada nivel. En los cuartos duermen de dos a seis muchachos. La distribución hombre y mujer se intercala por piso. Uno de niñas, el siguiente de niños. Cada inquilino tiene su neverita y comparte cocina con sus compañeros. También su espacio en el baño. Hasta la fecha lo habitan 623 jóvenes de todo el país. Cada uno paga 150 Bs, es decir una unidad tributaria mensual. “Es la única residencia estudiantil que se materializó en el país desde 1961”, dice uno.

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La primera cara que saluda al entrar al edificio es la de un “wachiman” vestido de aceituna. La segunda es la de Hugo. Luego, un ascensor introduce al mundo de la guerrillera Livia Gouverneur. Cada piso tiene su personalidad, sin embargo todos tienen en común las paredes coloridas, la sala de estudios, baños, sala de juego y cocina. “Tenemos wifi, pero solo llega al ala sur”, dice con emoción otro de arquitectura.

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Algunos niveles no han visto el barnís. La obra fue entregada incompleta y poco a poco quienes viven han encontrado espacio entre los libros para seguir construyendo el lugar. “Aquí cada uno aporta un granito de arena según su carrera. Cada profesional ayuda en lo que es bueno” asegura el inquilino. Entre ellos organizan un comité, llamado el “COCO”, que se encarga de dirigir las tareas y las responsabilidades de cada cual. Esa persona también es el puente entre ellos y el representante de la Alcaldía de Caracas.

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“La idea de mi presidente era que este lugar fuera autosustentable”, comenta. Según lo que cuentan, muchos aparatos eléctricos tienen ahorro energético. También hay huertos de cosechas en la azotea. “Al inicio los conucos estaban llenos de vegetales. El problema es que no todos quieren estar regando y cuidando las cosechas. El último que lo hacía se cansó porque nadie lo ayudaba”. Y matas marchitas. A la idea de que las residencias se costearan por sí solas, se les une los planos de un café cultural en la mezzanina del edificio. Negocio que les daría la oportunidad a los estudiantes de hacer un poco de dinero. No obstante, la cafetería brilla por su ausencia y ellos la nombran con ánimos de que algún día se cumpla la promesa. “Durante una cadena nos regalaron bicicletas a todos. La idea es irnos por la ciclovía a la universidad”.

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En medio de suspiros de alivio la mayoría comenta que se sienten privilegiados de poder vivir allí. “¿Sabes cuánto cuesta un cualquier en una residencia privada? Cuando yo empecé a estudiar iban por los 7.000 Bs. No todos podemos pagar eso” sugiere la promesa de arquitecto. A ellos no les pesan los ladrillos a la hora de pegarlos. La esperanza de todo lo que puede llegar a ser el lugar los mantiene con paso firme. Mientras Chávez estuvo en vida se encargó de sembrar las ideas, más allá de los hechos, que mantendrían en pie los pensamientos y ensueños revolucionarios. A muchos de ellos los mantienen felices con pan de piquito, ese que promete un lugar cómodo, que se mantiene por sí mismo. Hasta los momentos las residencias son un boceto de lo que fue prometido. Mientras tanto se sostiene gracias a las ganas de “echarle pichón” estos estudiantes que vienen desde lejos en busca de un sueño: ser gente útil y profesional.

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