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Sans Souci, urbanidad a prueba del caos

Como una especie de frontera entre los municipios Libertador y Chacao, en el corazón de Chacaíto, se encuentra el conjunto residencial Sans Souci. En medio del caos capitalino, los habitantes de este espacio intentan restaurar la civilidad y mantener a raya las pesadumbres de la situación país

Fotografías: Andrea Tosta
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Las condiciones sociales, políticas y económicas de un país caen cual efecto dominó en todos los escenarios de su vida civil. Causa y consecuencia. Consecuencia y causa. Por eso, la urbanización Sans Souci, otrora símbolo de urbanidad y de microcosmos social funcional, fue adentrándose en la precariedad a la velocidad en que disminuía la calidad de vida en Venezuela.

Los altos edificios, 12 estructuras en total conectados por una calle circular interna y un parque central, pueden parecer un complejo habitacional tan común como el resto de los erguidos en Caracas, pero en 2005 Sans Souci fue declarado como Bien de Interés Cultural de la Nación por el Instituto del Patrimonio Cultural. El arquitecto José Miguel Galia dejó su huella en los cimientos que acogen a alrededor de 3.500 personas en apartamentos de dos hasta cuatro dormitorios. Su diseño le valió la inclusión en el Catálogo de Edificios con Valor Arquitectónico de Chacao, pero con los años el deterioro se ha hecho presente en la infraestructura construida en 1964. Un estado de apatía involuntaria se anidó en varios vecinos —incluyendo algunos miembros de la directiva previa— en los últimos tres lustros y provocó el desgaste y desuso de las áreas comunes. Darle sentido a los reconocimientos obtenidos es la tarea actual de la comunidad.

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“La idea es que aquí se hagan actividades de lunes a lunes, que el vecino no tenga que salir”, comenta Danny González, presidente de la Asociación de Vecinos Asosanssouci. Por eso, el calendario siempre está copado de diversidad para todos los gustos. Clases de karate, cuatro, guitarra, danza tribal, danza árabe, inglés y bisutería se dictan semanalmente; mientras que los sábados se oficia la misa católica. Torneos de fútbol se disputan cada tres meses y “un instante con la cultura” se aproxima con la misma regularidad. Los participantes son en su mayoría inquilinos, pero gracias al vínculo activo con la Alcaldía de Chacao personas externas pueden incursionar en los talleres de su gusto, siempre y cuando estén domiciliados en el municipio.

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Instante con la cultura “es un proyecto donde se reúnen a todos las artistas que viven en Sans Souci como Gladys Prince, Violeta Alemán, Los Núñez, bailarines y músicos. Viendo que esta comunidad tiene tantos artistas consagrados, no aficionados, se hacen eventos de teatro, música, baile, poesía, todo lo que tenga que ver con el arte” explica Silene Sanabria, la poetisa venezolana que está a la cabeza de esta iniciativa. En la Casa de la Cultura, la cual colinda con un preescolar, cobran vida los espectáculos pese a que su capacidad fue insuficiente para la presentación que tuvo como invitada a la cantante y primera actriz Mirtha Pérez.

Asosanssouci tiene como propósito lograr mayor integración de la comunidad mediante la inclusión de más actividades. La divulgación de información migró a la plataforma 2.0 y un grupo de Whatsapp hay para cada propósito, desde comisiones de seguridad,  ofertas de empleo hasta intercambio de productos de primera necesidad. Alejandro Suárez, estudiante de Tecnología Automotriz, es coordinador de la red deportiva y ambiental del lugar. Añade que la participación de todas las edades es la clave para el desarrollo  óptimo del conjunto. “Sería muy egoísta de mi parte ver que los demás trabajaron por mejorar una comunidad en la que yo también vivo y verlos desde el balcón. Prefiero trabajar con y para mi comunidad porque eso no me va a beneficiar solo a mí, sino a todos”, opina.

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Recuperar el parque central de 2.000 metros cuadrados que conecta los 12 edificios es una meta a largo plazo que empieza a desarrollarse desde ahora. “El diseño se quiere respetar, pero hace falta implementar caminerías para las personas de la tercera edad y aumentar la iluminación para poder hacer vida nocturna en el parque”, explica González quien tiene 10  meses en una gestión anual. Él quiere alargar el período a dos años porque “en un año se planifica y se hacen los contactos, en el segundo se ejecuta”. Sin embargo, aún no se ha aprobado la idea.

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“Parque La Convivencia” es una de las propuestas para renombrar al área común que, sin acceso al agua, ha diluido su color verdoso. La construcción de edificaciones en el Country Club puso fin a la procura del líquido —proveniente de la Quebrada de Chacaíto— que surtía al pulmón natural de las residencias. Además, el lugar es reconocido por su reservorio animal, el cual tienen que mantener como una obligación pautada por la junta de condominio. Monos, palomas y guacharacas habitan en él, pero ponerse de acuerdo al respecto de su permanencia es una diatriba. Las palomas, por ejemplo, deben ser desalojadas aunque algunos vecinos se oponen. Los gatos son un punto álgido. Su presencia data de 20 años atrás cuando los felinos fueron el santo remedio a una infestación de ratas. Su incontrolada reproducción suscitó el tránsito de más de 200 mininos por las calles, canchas, jardines y paredes. Denuncias de envenenamiento han puesto a la urbanización en la palestra pública en años anteriores, mientras que hoy se coordina un plan de adopción para reducir la población de gatos. Es un tópico sensible entre los detractores de la desocupación y los que brindan por ella.

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Pero un domo no puede cubrir a los residentes de Sans Souci. Al poner el pie en la calle se enfrentan a la realidad del país. En frente está el Centro Comercial Chacaíto, siempre concurrido por la multitud. La escasez de alimentos ha abarrotado de colas al Central Madeirense en su interior. Una antigua compra de 15 minutos se ha convertido para ellos en una salida sin hora de retorno. Danny González ya plasmó en escrito su propuesta a la Alcaldía de Chacao para que el supermercado designe una caja de facturación para los domiciliados en la urbanización, siempre y cuando presenten una constancia que los valide como tal. La medida busca beneficiar a la gran cantidad de personas de la tercera edad pertenecientes al complejo habitacional. Por los momentos, queda esperar por la respuesta municipal, mientras que todos los viernes realizan compras en un mercado que se instala en las canchas deportivas internas.

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Los 12 edificios del complejo no permanecieron blindados ante delincuencia. Fueron la sopita de los hampones, quienes hurtaban y desvalijaban carros al caer la noche. Su paulatino retorno a las conductas sin delito se debe a una red organizada de vecinos que circula diariamente por los estacionamientos de dos sótanos. Una vigilia comunal cansada de fechorías se encarga de reforzar los ojos de la seguridad. El conjunto residencial no siempre estuvo acorazado frente a la criminalidad y la desidia, pero hoy sus habitantes tratan de reescribir la historia. Los “¡Buenos días!” y los saludos amistosos se asoman cada vez que ellos cruzan caminos. “Tratamos de cuidarnos y de mantener la armonía entre todos. Parecemos una familia. Tendrá sus detallitos, pero somos unos con otros muy colaboradores. Somos como una hermandad a pesar de todos sus defectos”, comenta María Malavé quien es residente desde hace 26 años.

Sans Souci no es la tierra prometida, su cotidianidad también está agrietada por fallas. Es inevitable su ausencia cuando conviven más de 800 familias, pero sus habitantes sienten tranquilidad al llegar al hogar, serenidad que ha mermado en algunos ciudadanos venezolanos a causa de la inseguridad. María Malavé confirma: “Uno entra aquí y dice “Gracias a Dios. Llegué”, y Selene Sanabria sentencia “Es una comunidad muy atípica. Aquí hay de todo pero aquí hemos aprendido a vivir con ese ‘de todo’”.

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