Música

Simón Bolívar Big Band: no se descansa en jazz

Resulta que el Sistema Nacional de Orquestas no solo es devoto a Bach o Mozart. Y como prueba está la Simón Bolívar Big Band Jazz. Sí, esta agrupación reproduce los sonidos negros e irreverentes de Duke Ellington, por ejemplo. Sabe de constancia, obvio, pero también de swing, soul y bebop. Pero, sobre todo, sabe cómo hacer que muchos muevan el cuerpo

fotografía: AVN
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Doscientas personas optan por saltarse este mediodía el almuerzo, imantadas por lo que tiene lugar ahí, en el anfiteatro de la plaza Juan Pedro López, en la esquina de Altagracia. Milagros de la música —reina el sol—, los aún afectos a la causa perdida y los que no, rodeados de las cansonas versiones de la misma barajita promocional —no hay columna sin su foto gigante y pertinaz—, parecen suscribir un pacto de hacerse de la vista gorda con respecto del cargante telón de fondo, y a favor de lo que llega a sus oídos. Pese al desprestigiado álbum del culto a juro, desplegado hasta la saturación en el Centro de Caracas, para que el rostro de la verruga no sea olvido —lo que preocupa es la lesión cutánea trazada en la piel del gentilicio—, la vida, que no es apenas blanco o negro, ni se desliza por embudos, se las ingenia para no resumirse o sumirse, para no ser ramplonería ni poquedad. No. Irrumpe a todo volumen y se hace escuchar produciendo un gozo contagioso, compartido, inédito.

Doscientas personas aplauden el delirante toque de la Simón Bolívar Big Band Jazz. Con seductora gracia, cada uno de los 36 de los 50 que integran la agrupación, sin contar con el relevo que ya se prepara —abiertos los cupos—, crecen en todos los sentidos es el plan, confirman otra vez, en esta presentación callejera, que fue un acierto del llamado Sistema de Orquestas el haber hecho un alto en su línea clásica para ampliar el repertorio a sonoridades populares. Trompetistas, trombonistas, tecladistas, bateristas, saxofonistas, contrabajistas, guitarristas, todos parecieran tocar con las caderas; que ahí su acurruca el alma. Las y los cantantes también son un hallazgo en la Venezuela del caos, una cosa es el silencio pretendido y otro la posibilidad de las gargantas. Las voces se alzan vigorosas, y sensuales, y melodiosas.

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Dirigidos por Andrés Briceño, el icónico baterista venezolano que es capaz de sacarle al instrumento no solo su esencia sino también, asombrosamente, ritmos africanos y de todo cuanto Dios creó, el concierto sería, amén de oasis, una prueba de que la pesadilla no ha disuelto el sueño. Intérpretes del género musical nacido a finales del siglo XIX en Estados Unidos, vaya, y que saltó fronteras hasta conquistar el mundo, los miembros de la agrupación interpretan jazz con cadencia criolla; y he ahí su originalidad. Más que hacer que algunos de los distintos estilos musicales autóctonos sean imbuidos de jazz, que pasen por su cedazo, en clave de jazz reaparecen para el reestreno la onda nueva —mezcla joropo, swing y bossa nova—, el mambuco, la cumbia, la canción folclórica o la llamada nueva canción latinoamericana. “Donde se han presentado, han levantado al público de sus asientos. Imagínate cantarle a los estadounidenses su música: hay que hacerlo bien, mejor, por razones obvias: la tienen, la conocen como nadie, cuentan con estupendos referentes”, cuenta Andrés Briceño- “Y la Simón Bolívar Big Band Jazz les encanta, así como el género de onda nueva, quizá porque ya conocían a Aldemaro Romero, que vivió en el Norte e hizo música allá, y tocó con Duke Ellington y trabajó con el compositor Sammy Cahn, arreglista de Frank Sinatra…”.

Quienes han estado de gira por el imperio, pues, donde compartirían con el celebérrimo trompetista, compositor y arreglista Wynton Marsalis —que venía hace poco pero rollos diplomáticos del estira y encoge patrio, firmas, ofensas y respingos lo dejarían con los crespos hechos en su país— también han sido invitados a Colombia, al Ajazzgo, celebrado en la ciudad de Cali, y a Jazz al parque, que organiza Bogotá y en casa han sido consentidos del Festival Internacional de Jazz Barquisimeto y del Festival de Jazz de Caracas. En septiembre vuelven a hacer maletas para ir a Colombia y hay que decir que no pocos no las deshacen. De tan entusiastas y buenos músicos que son —“es una cualidad vernácula”—, dado que se desempeñan en solvente inglés e igual conmueven en castizo, resultan muy requeridos. Los contratan. Los desean.

“Pero no hay que tomarlo sino como lo que es: algo grandioso”, añade el líder del trío de jazz Andrés Briceño y quien fuera telonero en Caracas cuando diera aquí un concierto el tecladista de Yes, Rick Wakeman, el baterista venezolano que, como nadie, dirige desde el instrumento que interpreta, para asombro de los que saben que la batería requiere de especial concentración para coordinar el trabajo de las dos manos y los dos pies. “De veras ha sido tan bien recibido nuestro trabajo que lo que parecía para los más prejuiciados una incongruencia, o cuando menos, una audacia, tiene todo el apoyo del Sistema, y viene más, de la Simón Bolívar Big Band Jazz y de esa suerte de irrupción, de ruptura, de novedad reconocida que significó su nacimiento han sido creadas la Orquesta de Rock Sinfónico, la Orquesta Latino Caribeña Simón Bolívar, la Orquesta Afrovenezolana Simón Bolívar y está por armarse el proyecto gospel. Hemos sido como una puerta que se abrió a otras opciones, claro, con exacta devoción por la calidad y el rigor, popular no significa relajo, trabajamos como una universidad”, agrega Andrés Briceño. “Lo que falta es que el Ministerio de Educación reconozca la formación académica completa que impartimos, afuera observan la disciplina y el sentido pedagógico del proyecto, reconocen que es su esencia”.

Quienes pertenecen a la Simón Bolívar Big Band Jazz tienen becas, como los demás miembros del sistema fundado por José Antonio Abreu en 1975, y han de cumplir con un régimen de asistencia a cátedras y ensayar tres horas y media diarias de lunes a jueves: aprenden en el Conservatorio Simón Bolívar música y su historia. “Lo más interesante es que vemos que otros conservatorios del país están incorporando ahora el jazz al pensum de estudios, la música es una, rompimos esa barrera que la mantenía segmentada, creo que lo que ha de hacer la diferencia es estrictamente la calidad”, atiza Andrés Briceño. “Con voluntad lo consigues, hace el bachillerato o estudias una carrera, si quieres hacer otra en paralelo”, acota María Beatriz Occea, hermosa voz de la orquesta que llegó de última en las audiciones pero equipada de unas cuerdas vocales de buenísima vibra.

Y lo suscribe Samuel López, voz profunda, de chocolate, la que se le endilga a los crooners. Voz de la Simón Bolívar Big Band Jazz, también pertenece a la Orquesta Latino Caribeña Simón Bolívar —fue a Cartagena y alternó ¡con Juan Luis Guerra! en el festival de la salsa en el que César Miguel Rondón presentara su libro— y no ve conflictos en ser parte de la de gospel. “Si amas lo que haces no pierdes las ganas”, dice este hombrazo.

Nacida un 27 de noviembre, la orquesta que pertenece al Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela es un homenaje a la irreverencia. Día de golpe el de su fundación, lo suyo es lo opuesto: la armonía, el acorde, la afinación, la buena nota y ningún movimiento bajo cuerda. Imposible.

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