Política

Tanto dialogar para morir en la orilla

Gobierno y oposición se ven las caras por tercera ocasión en una mesa de diálogo. Es la primera vez que las condiciones le son tan favorables a los segundos aunque la percepción pública les endilgue debilidad. La gran duda es si el gobierno de Nicolás Maduro aprovecha la negociación para ganar tiempo y si la MUD tendrá la suficiente sangre fría para llegar a un acuerdo que desemboque en una salida electoral

Composición de portada: Andrea Tosta
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¿Se puede negociar con un Gobierno al que una semana antes se le acusaba de haber roto el hilo constitucional? ¿Puede un Presidente al que se le iniciaría un juicio de responsabilidad política en el parlamento sentarse en el centro de la mesa de acuerdos? ¿Un representante de los mediadores debe ubicarse del lado de una de las partes en conflicto? Por primera vez la opinión pública tuvo acceso a un resquicio de los encuentros que desde hace meses vienen ocurriendo entre gobierno y oposición y la puesta en escena para los detractores al gobierno, fue -por decir lo menos- desafortunada.

A las 8:12 pm del domingo 30 de octubre la imagen de una de las salas del Museo Alejandro Otero, en La Rinconada, asaltó la pantalla. El presidente Nicolás Maduro hizo acto de presencia, acompañado de una escolta militar, y repartió apretones de manos. En la transmisión no se escuchó la voz de ninguno de los representantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Solo hablaron el enviado del Vaticano, Claudio Maria Celli, y el propio Maduro. Entonces los miedos de quienes se identifican con la oposición afloraron: ¿Está el Gobierno tutelando las negociaciones? ¿Se trata de una estrategia para ganar tiempo? Hasta ahora, el proceso deja más dudas que respuestas.

La oposición cedió la marcha del 3 de noviembre hasta el Palacio de Miraflores, así como el inicio del juicio político a Maduro, ¿a cambio de qué? El diputado Edgar Zambrano, jefe de la fracción parlamentaria de Acción Democrática (AD) y presidente de la Comisión de Defensa y Seguridad de la Asamblea Nacional (AN), piensa antes de responder: “La diplomacia tiene sus códigos, su propio lenguaje, y en una etapa de preámbulo al diálogo siempre van a existir distintas interpretaciones de la forma, del fondo, de la foto. De todo lo relacionado a conformar un escenario que no ha sido fácil de convocar y que tiene la finalidad de construir el desiderátum del país para los próximos años”.

La oposición, entonces, pide paciencia. De nuevo, fija plazos. Esta vez el 11 de noviembre, fecha para la que quedó pautada la próxima reunión. La MUD se granjea la desconfianza de sus seguidores a pulso mientras las negociaciones continúan. No todos manejan los códigos de la diplomacia a los que alude el diputado y las percepciones en estos procesos importan. La historiadora Margarita López Maya explica que la puesta en escena dio la impresión de que “se trata de un evento promovido por el gobierno. Puede ser debido a la impericia de la MUD o a la falta de rapidez para reaccionar ante la situación. Ocurrió y generó tensión y torpezas”.

Imposible que no haya torpezas, cuando gobierno y oposición no son capaces de coincidir en lo que debe esperar la ciudadanía cuando se cumpla el plazo de 10 días. Uno de los mediadores, Ernesto Samper, el secretario general de Unasur, escribió en su Twitter el 4 de noviembre:  “Invito al Gobierno y #MUD a no crear falsas expectativas sobre los resultados del diálogo en el plazo inicial acordado hasta el 11 de nov”. Ese mismo día, en una carta dirigida a Jorge Rodríguez, de la delegación oficialista, instó: “Nadie se levanta de la mesa”, así como al respeto, reconocimiento y convivencia entre las partes.

Entre declaraciones de voceros de uno y otro bando, la MUD respondió un día después, en una misiva firmada por Jesús “Chuo” Torrealba, secretario ejecutivo de la coalición. En el texto subraya que “el rol de quienes desde afuera acompañan de buena fe este proceso no es el de calificar como ‘verdadera’ o ‘falsa’ tal o cual expectativa, sino el de ayudar a los venezolanos a crear las condiciones para que sea el pueblo el que decida, a través del voto, cual ‘expectativa’ es la que habrá de cumplirse”. Además, le “recuerdan” que su período en la secretaría general de Unasur expiró en agosto de 2016.

No obstante, la contundencia de Torrealba se contradice con la postura de otro de los representantes de la oposición en el diálogo: Henri Falcón. El gobernador de Lara, por su lado ha dicho que el «plazo de 10 días se lo han colocado de manera individual algunos dirigentes».

Por si fuera poco, el manejo comunicacional hecho por la unidad democrática, desde el principio, no ha sido el mejor. Las visitas de los mediadores resultan sorpresivas y la parquedad de quienes participan se impone. El enviado del  Vaticano llegó a la mediación, de acuerdo con un comunicado emitido por Jesús “Chuo” Torrealba, secretario general de la MUD, la misma semana que el Consejo Nacional Electoral (CNE) decidió suspender todo lo concerniente al proceso del referéndum revocatorio. La misma participación de Torrealba en una reunión del 24 de octubre, de la que muchos líderes de la oposición –incluyendo Henrique Capriles- afirmaron enterarse por televisión fue el primer campanazo para la desconfianza.

Operadores políticos

Los actores que participaron en la “reunión exploratoria” también fueron motivo de quejas. El gobierno se presentó con el presidente Maduro, y con Jorge Rodríguez, alcalde del Municipio Libertador; Delcy Rodríguez, ministra de Relaciones Exteriores; Roy Chaderton, exembajador de Venezuela en la Organizaciones de Estados Americanos (OEA); y el diputado Elías Jaua. Por la oposición asistieron Torrealba; Henri Falcón, gobernador del estado Lara; Carlos Ocariz, alcalde del Municipio Sucre, además de Timoteo Zambrano; secretario de Política Internacional de UNT, y el diputado adeco Luis Aquiles Moreno. “Se puede pensar que la representación de la MUD no es completa, ni vigorosa. Sin embargo, hay que considerar que se trata de un conglomerado conformado por distintos partidos, con diferentes perfiles, y no se puede negociar con todo el mundo. Lo importante es que los acuerdos a los que se lleguen queden refrendados por los líderes como Capriles, Henry Ramos Allup, y el mismo Leopoldo López. Quienes están en la mesa son voceros de la oposición y la capacidad de decisión no recae en las personas en sí. Depende del respaldo de la unidad”, subraya Juan Manuel Raffalli, abogado y profesor de Teorías Políticas y Derecho Constitucional en la Universidad Católica Andrés Bello.

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El semanario TalCual publicó que, según dos fuentes partidistas de identidad resguardada, la MUD deliberadamente envió a «la banca» y no a los jefes de los partidos. Ni Julio Borges, ni Henry Ramos, ni Enrique Márquez, como se esperaba. “Fue pensado para mandar un mensaje”, confirman. “Se decidió por si acaso había que tener una alzada en caso de fracaso”, agregan. En el chavismo, dice la publicación, no hubo queja al respecto, porque la presencia del alcalde de Petare y de “Chúo” Torrealba le dieron el suficiente “peso” a la comisión.

Para Zambrano, si los resultados son los que solicita la MUD tampoco tiene ninguna trascendencia quiénes son los que van a hacer efectivo ese petitorio. No obstante, confía en que cada uno está suficientemente equipado política, intelectual y académicamente.

Exigencia en mano

Hasta ahora la oposición ha identificado cuatro metas: que haya una solución electoral a la crisis sea a través de la reactivación del revocatorio presidencial o de elecciones adelantadas; libertad para los presos políticos y el regreso de los exiliados; la reinstitucionalización de los Poderes Públicos; y la atención a las víctimas de la crisis humanitaria.

Se trata de un proceso en el que la MUD tiene todo por exigir y nada que entregar, en opinión de Américo Martín, político, abogado, exparlamentario y exguerrillero: “El Gobierno busca una salida decorosa, por eso les alegró tanto la visita de Thomas Shannon, subsecretario de Estado de EEUU­. La oposición en este proceso puede garantizarles que no serán perseguidos, por ejemplo. El tema es que no hay que botar el juego dejándose llevar por las emociones. Su fortaleza y su debilidad es su heterogeneidad. Ese encuentro también del domingo también despertó molestias entre los seguidores del chavismo. Mi duda es si tienen la suficiente sangre fría para hacerlo”.

El 3 de noviembre, día en que estaba convocada la marcha a Miraflores. El presidente Maduro declaró: “Ni con balas ni con votos entran a Miraflores”. Días antes amenazó al dirigente de VP, Freddy Guevara, con un “carcelazo”. Por su lado, el diputado Diosdado Cabello aseguró: “Esos 10 días que la MUD nos dio es para ver el desastre en el que están metidos”.

En la experiencia de la iglesia católica en resolución de conflictos políticos parecen estar situadas las esperanzas de la MUD para no ser víctimas de una treta gubernamental. El mismo enviado del Vaticano, monseñor Claudio Maria Celli, no está seguro de que las conversaciones puedan llegar a buen puerto. “Si fracasa el diálogo nacional entre el gobierno venezolano y la oposición, no es el Papa sino el pueblo de Venezuela el que va a perder, porque el camino podría ser el de la sangre”, declaró al diario argentino La Nación.

Miguel Martínez Meucci, doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación, no es tan optimista como Martín. Dice que el caso venezolano es complicado y es sencillo cometer errores. Arguye que el tema no es si hay o no diálogo sino el timing y la forma de comunicar las cosas. “Esto ocurre una semana después de un acuerdo en la AN en el que se declara que el gobierno de Nicolás Maduro rompe el orden constitucional y cometió un golpe de Estado. Es difícil que la opinión pública pueda entenderlo. Hubo presión de El Vaticano, pero ¿eso basta para sentarse sin poner condiciones? Esta es una operación muy delicada. El gobierno acaba de anular una consulta popular y hay que elevar el costo político. Hacer que esto sea una jugada costosa para el gobierno”. El especialista está convencido de que se trata de una maniobra para ganar tiempo: “No percibo que el gobierno tenga voluntad de llegar a acuerdos, y las cosas han sucedido bajo sus términos”.

La historia se repite

No es la primera vez que gobierno y oposición se sientan a dialogar. Hay experiencias en 2002 y en 2014. Américo Martín participó en el de 2002 cuando la oposición se aglutinaba en la Coordinadora Democrática. Ejemplifica que en la Junta Patriótica –creada en 1957 para combatir a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez- no estaban ni Rómulo Betancourt, ni Rafael Caldera o Jóvito Villalba y nadie duda de su efectividad. “La mesa de diálogo es un espacio operativo y no sustituye la dirección de los partidos”, dice Martín.

Pero el miedo es libre y el gobierno repite las prácticas que le han valido resultados. En 2002-2003 la negociación ocurrió tras el golpe de Estado que derrocó fugazmente a Hugo Chávez. La “Mesa de Negociación y Acuerdos” la condujo César Gaviria, para entonces secretario general de la OEA, con el apoyo del Centro Carter. Se llegó a un acuerdo de 19 puntos, cuyo tema central era la realización del referéndum revocatorio.

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El documento se firmó el 29 de mayo de 2003, pero transcurrieron 15 meses para que se realizara la consulta popular. Tiempo en el que el Gobierno se recuperó al mismo ritmo que los precios del petróleo, lo que le permitió poner en marcha las “misiones”. Chávez ganó la consulta con 59,1% de votos a favor. Los demás acuerdos –incluyendo una Comisión de la Verdad, quedaron en el tintero. López Maya subraya que el escenario ahora es distinto: “La Coordinadora Democrática era mucho más incoherente y contradictoria que la MUD, comenzando porque allí había de todo, empresarios, dueños de medios, gente de Pdvsa. De todo, menos políticos. Algunos ni se hablaban entre sí”.

En 2014, gobierno y oposición intentaron verse nuevamente las caras. Hubo tres reuniones entre abril y mayo hasta que finalmente la MUD decidió pararse de la mesa en rechazo a la arremetida contra los estudiantes que mantenían campamentos de protesta en el municipio Chacao y que dejó a 243 detenidos en una sola madrugada. La MUD sigue teniendo la opción de patear la mesa si no ve resultados favorables en los 10 días que dio de plazo. “Todos tienen la posibilidad de levantarse, pero el fin último es que todos permanezcan sentados trabajando por una mejor Venezuela”, afirma el presidente de la fracción adeca en la AN. La idea ya la había asomado antes Henry Ramos Allup, desde la Asamblea Nacional, cuando se decidió suspender, por ahora, el “juicio político” a Maduro.

Raffalli, por su parte, subraya que el reto de la oposición está en saber si el gobierno utiliza el diálogo en un intento por ganar tiempo. “De ser así tienen que tomar decisiones, porque si no el diálogo resultaría peor”.

Según José Virtuoso, sacerdote jesuita y rector de la Universidad Central de Venezuela, no solo los actores pudieran dejar la mesa. “Si aquello no termina siendo nada, El Vaticano puede decir ‘yo aquí no estoy haciendo nada’ y pudiera pararse”, afirmó en entrevista con TalCual.

Lavar la cara del dictador

Antes de que en Chile ocurriera el golpe de Estado de 1973, Patricio Aylwin y Salvador Allende encabezaron un proceso de diálogo entre la Democracia Cristiana y la Unidad Popular. Su objetivo, aunque no público, era precisamente impedir un derrocamiento. Aylwin exigía que las Fuerzas Armadas ocupasen la mayoría de los ministerios y que la Unidad Popular renunciara a su Programa básico y a Las 40 primeras medidas del Gobierno Popular, dirigidos a que el país se encaminara al socialismo. Allende no podía aceptar. La alternativa, hasta la víspera del golpe, era llamar a un plebiscito, pero el derrocamiento a cargo de Augusto Pinochet impidió la salida constitucional. A la larga, la retirada del dictador del poder también se pactó. Después del plebiscito de 1988 se mantuvo como comandante en jefe del Ejército hasta el 10 de marzo de 1998 y un día después asumió como senador vitalicio.

El fin de las dictaduras en Chile, El Salvador, Nicaragua y España son los ejemplos utilizados por los especialistas para justificar la conversación. “Es necesario dialogar para salir de la dictadura en paz. Sino lo que queda es la fuerza”, dice Raffalli. Zambrano coincide en que “el diálogo debe estar antes que la muerte. No son unos muertos más o menos. Ni la solución se mide con el argumento de quién pone los muertos, el diálogo permite entender el problema, procesarlo y darle una calificación óptima. Es la política sana. Que sea la consulta al soberano la manera de dirimir. Eso no significa ponerle un parabrisas al gobierno de Maduro”.

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