Entrevista

Tarek William Saab, poesía sin músculo

Once libros de poesía, letras avaladas por Hugo Chávez, ríos de tinta entregados a su labor como escritor, paralela a la del abogado convertido en militante, político y funcionario. Tarek William Saab es homenajeado por el Festival Mundial de Poesía que organiza el Estado, y sentado en el banquillo por sus colegas

Texto: Dulce María Ramos | @DulceMRamosR | Fotografías: Cristian Hernández
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La última edición del XIII Festival Mundial de Poesía que se realiza en Caracas es, como sus predecesoras, fuente de polémicas y no del quehacer literario. En 2016, el homenajeado es un funcionario público de alto nivel: Tarek William Saab (1962), el actual Defensor del Pueblo. Escritor, sí, pero también protagonista de una historia asociada a la “revolución bolivariana”. En la memoria colectiva, el abogado es recordado como el defensor de Hugo Chávez luego de la asonada militar de 1992, constituyentista en 1999, diputado de la Asamblea Nacional entre 2000 y 2004, gobernador del estado Anzoátegui desde ese año hasta 2012. Una intensa actividad política y militante que ha opacado su actividad literaria reunida en once libros de poesía publicados.

Sin embargo, Saab hace un receso al hombre político y da paso al poeta, quien recibe sin temor a los periodistas en su oficina, vestido de jeans y franela ajustada. Atrás quedaron los sacos y corbatas que usaba en la juventud. En la pared se puede ver un dibujo hecho por sus hijos, una obra que le regaló el escritor Francisco Massiani, un retrato de Armando Reverón realizado por el tatuador Yomico Moreno. En su biblioteca, una foto con Fidel Castro, otra foto con su esposa, libros de derecho, algunos más de poesía: Ernesto Cardenal, Gustavo Pereira, Nicanor Parra, Juan Manuel Roca. También allí se apilan sus propios títulos. La mirada corre por entre tanto ejemplar. Todo puede ser escudriñado, excepto el sillón que corona la oficina. Por eso, su asistente advierte: “¡No se sienten ahí! En ese sofá se sienta el Defensor”.

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Los ríos de la ira

Cuando habla de su infancia, Tarek William Saab recuerda que hacía deportes, que tuvo un gato de mascota y desde pequeño fue muy precoz con la escritura en las actividades del plantel donde cursaba sus primeros años en El Tigre, donde nació. “Lo primero que leí fueron biografías políticas, tendría diez años. Recuerdo que después del colegio pasaba por la librería Txiki y cuando miraba la vidriera, me llamaba la atención la figura del Che Guevara. Fue la primera biografía política que leí. Yo comienzo a leer literatura siendo liceísta, autores como Hermann Hesse, Friedrich Nietzsche y Khalil Gibrán. Después leí los clásicos. Cuando termino el liceo, me voy a estudiar Letras en Mérida y ahí pude conocer personalmente a los poetas Ramón Palomares, Caupolicán Ovalles, José Barroeta”.

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Dos años después, estaba decepcionado. “Empiezo a estudiar y me gustó Introducción a la literatura, pero otras materias eran ladrillos, muy pesadas. Yo, de forma ingenua, pensé que cursar Letras me ayudaría a ser un mejor poeta. Pero, en ese hallazgo terrible, me retiré”. Abandonada la carrera, “me fui a El Tigre unos meses y escribí mi primer libro Los ríos de la ira (1987), lo mando a un concurso y gano el Premio Francisco Lazo Martí del Ateneo de Calabozo, que estuvo presidido por Caupolicán Ovalles”.

Eran tiempos en los que el escritor Leonardo Padrón dedicaba textos a la crítica literaria. Así, firmó una reseña sobre el primer poemario de Saab que puede ser revisada en el libro Crónicas de la vigilia: “Él es un joven poeta que, definitivamente, tiene aliento y ganas de decir. Pero -soy puntualmente sincero con mi ánimo- no hay nada más extenuante que un largo libro de largos poemas. Los ríos de la ira, sin proponérselo, es una tierra de ensayos”.

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El primer poemario de Tarek contó con el prólogo de Gustavo Pereira, quien junto a Juan Liscano, Juan Sánchez Peláez y Luis Alberto Crespo fueron los promotores de su trabajo poético. De hecho, Crespo publicó algunos poemas de su protegido en el Papel Literario del diario El Nacional, que dirigía.

Mollina

El calendario anunciaba la llegada de los años noventa, y Tarek William Saab puso pie en Caracas para iniciar estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Pero no abandona del todo el mundo de las letras, por eso solía visitar con frecuencia Sabana Grande, en particular la Librería Suma y El Gran Café, para encontrarse con escritores y poetas, asiduos visitantes al circuito bohemio de la capital.

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El periodista Rubén Wisotzki, siempre dedicado a la fuente cultura, logró conocer a Saab en sus dos facetas. “En los años ochenta yo trabajaba en El Diario de Caracas. Los fines de semana, Tarek aprovechaba para ir a la redacción, a sabiendas del receso informativo y que no había mucho material para hacer el periódico, para hablar sobre los presos que él representaba a través de organizaciones no gubernamentales o personalmente, y uno, que necesitaba llenar el espacio pero al mismo tiempo con una conciencia de clases, le daba la bienvenida. Lo conocí poeta ya en esa época. Era un gran lector, hablábamos de literatura, de los grandes poetas: Montejo, Cadenas, Pereira”. Wisotzki lo recuerda siempre vestido de traje.

En el año 1993, con tres libros publicados en su haber, Saab es elegido para participar en el Primer Foro Joven Literatura y Compromiso Nuevos desafíos, nuevas respuestas. Durante tres semanas, y a sus 30 años, estuvo en la localidad malagueña de Mollina, España. “Fue mi primer evento internacional. Me tocó entrevistar a Mario Benedetti, Jorge Amado, Juan Goytisolo. Las entrevistas aparecieron luego en Papel Literario y en el suplemento cultural de Últimas Noticias”.

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Al futuro Defensor, según lo reseña Eloi Yague Jarque en la revista Imagen, lo acompañó Carmen Verde, Edgar Borges, Juan Carlos Méndez Guédez y Slavko Zupcic. A estos dos últimos narradores les dedicó el poema Mollina:

Para salvarme hui
para salvarme
tomé del alivio la inocencia
(…)

Sobre este poema, el encuentro y la amistad, Méndez Guédez y Zupcic optan por el silencio. Pero Borges sí habla: “De Tarek recuerdo a una persona convencida de sus ideas. La relación fue literaria pero también social. Nos identificó la necesidad de lograr una América más justa en su diversidad”.

Se dice que el escritor peruano Iván Thays, quien también estuvo en el foro, incluye parte de lo ocurrido en Mollina en su novela La disciplina de la vanidad. Uno de los personajes del relato muestra paralelismos con el Saab de la vida real, descrito como un hombre elegante y siempre vestido de negro. Otros asistentes del encuentro en tierras españolas, contaron que el ahora difusor de rock clásico, nunca bebía y estaba pendiente de tener contacto con escritores y periodistas.

Charles Bukowski se hizo un nombre por sus letras, pero también por los tragos. Bebedor impenitente, su genio no se explica sin líquidos. En contraste, resulta extraño un poeta abstemio. No obstante, una persona cercana al Defensor lo confirma: “No toma ni una gota de licor, todo lo contrario a nosotros que bebemos muchísimo y con avidez”, es la confesión del poeta Enrique Hernández D’Jesus, quien conoce a Saab desde joven, cuando compartía rutas y aventuras por carreteras para visitar juntos al escritor Ramón Palomares, en Mérida.

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La nostalgia como amnesia

Los poetas Miguel Marcotrigiano y Gregory Zambrano también guardan silencio o prefieren la reserva antes que comentar coincidencias con Tarek William Saab. Otros acceden a comentar, a cambio de resguardar su identidad, que la parquedad de conocidos y amigos del Defensor se produce por el dolor provocado por la situación política y social vivido en el país los últimos diecisiete años, con el amigo como protagonista. Aunque Saab no lo reconozca, la figura política lo ha alejado de los afectos y las letras. “Me da compasión las personas que sienten fanatismo o se escandalizan porque otro piensa diferente a él. No son perfectos, no son los más puros. Todos somos imperfectos”, lanza desde su despacho, allí donde escucha nombres de compañeros y viejas simpatía para tan solo reaccionar con el mismo calificativo: “es un amigo entrañable”.

Pero el poeta Harry Almeda, sin miedos, asume postura. “Conocí a Tarek antes de que fuera poeta. A Juan Liscano se le metió en la cabeza que Tarek era poeta. Luego empezó esta cosa horrible (la revolución) y yo le empecé a perder el rastro como persona y como amigo. Las pasiones que Saab ha levantado en este lado de la acera han sido abominables, muy duras. Tampoco estamos hablando poéticamente de Pablo Neruda, estamos hablando de un personajillo, un poeta menor. Nunca le reclamé nada en público, asunto que sí hice con Luis Alberto Crespo, William Osuna e Isaías Rodríguez”.

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El poeta de la revolución

Hugo Chávez lo bautizó. No era el único que producía versos mientras apoyaba su gobierno, pero sí el primero que se ganó el mote de “Poeta de la revolución”. Para su portador, el apodo evidencia una muestra de cariño del fallecido expresidente. “Yo le llevé un poema escrito por mí a la cárcel: Maisanta. Cada vez que iba le llevaba libros, recuerdo una antología de Víctor Valera Mora”. En su teléfono celular atesora una fotografía del “comandante supremo” bautizando su libro Ángel caído ángel.

Para el poeta Alexis Romero, llamar a alguien “poeta de la revolución” invita a preguntarse quién sería el poeta de la democracia, y buscar si eso significa algo, si es relevante. Su colega Igor Barrero no opinó, desconoce la obra de Saab. La escritora Yolanda Pantin, si bien afirmó que solo ha leído algunos poemas sueltos del integrante del Poder Moral y que recuerda a Sánchez Peláez hablar muy bien de él, es enfática al decir que “la poesía es conciencia, un poeta debe tener conciencia de lo que ocurre, un poeta no puede estar al servicio de una causa política, la poesía tiene que estar libre fuera del poder. Tarek está dentro del poder. Eso me pone en alerta y a Tarek bajo sospecha”. Su postura, en la que se inscribe calificar al Festival como “propaganda, es compartida por el Rubén Wisotzki, quien señala que la poesía no es un partido político y no necesita de carta de presentación o carné alguno.

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El poeta Leonardo Ruíz Tirado cree que el rechazo es comprensible, “porque Tarek tiene un rango diferente a los otros homenajeados que son hombres de letras; Tarek no es propiamente un hombre de letras, es un luchador que escribe poesía”. César Seco, poeta que conoce desde los años noventa al Defensor, apunta la mezquindad: “Si los que opinan lo contrario se detuvieran entre sus versos, constatarán que Tarek ha sido fiel en lo que cree y ha sabido expresar en su escritura. Hay una terrible inclinación del venezolano a no reconocer los valores del otro porque cree que los suyos o los de la gente que cree son superiores”.

Mientras Alexis Romero cree que Saab debería reconocer con humildad que a su obra aún le falta camino, no aceptar el homenaje y dar paso a poetas completos aún no reconocidos, el anzoatiguense se defiende con voz propia. “Mi primer poemario lo publiqué hace cuarenta años, he publicado once libros, ganado premios. Luego de ese camino, que te rindan un homenaje, ¿cuál es el sadismo con eso? ¿Tengo que tener noventa años y estar en una silla de ruedas? Un jurado evaluó nombres en base a obras. Dos libros míos –En un paisaje boreal y Cielo a media asta– significaron que fuese yo electo por encima de otros, no te eligen a dedo. Es una posición discriminatoria”.

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Mi pueblo es un tren

Poeta y Defensor del pueblo. Para él no hay dicotomía. “Yo me preguntaría qué hubiera sido de Tarek figura pública, con sentido humanista, luchador de los derechos humanos si no hubiera sido poeta. Un político más, yo he sido un político a contracorriente”, se retrata.

En cuanto a su visión del país como poeta, sostiene la que escribió hace un buen tiempo en uno de sus textos: “Mi pueblo es un tren que a media noche pasa y recoge a los convidados. Yo revindico ese poema en tiempo presente. Yo soy un hombre de fe, de esperanza. No dejo de reconocer los problemas de desabastecimiento de medicinas y alimentos, la violencia policial, la delincuencia uniformada, el retraso procesal. Siempre pienso que uno debe ser propositivo, no soy una persona de la queja, del lamento, del rencor, del resentimiento. En momentos como este debe haber mayor esperanza”.

Fue el poema que leyó en la inauguración del Festival Mundial de Poesía. Al terminar, no hubo gritos de ¡Viva Chávez! pero sí al escritor añadiendo: “Versos y poesía para los que quieren sangre y guerra”.

Hace veinte años, el escritor Leonardo Padrón escribía que la pluma de Tarek William Saab “cualquier día, entre los escombros, encontrará la voz definitiva”. La búsqueda no ha terminado.

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