Sociedad

Todas las mujeres a la voz

Las faldas se adueñan del escenario nacional e internacional. Lo hacen con determinación y sin ambages, impulsando caminos, movimientos, referencias. Algunas por méritos propios, otras por aprovechar la sombra de él, y varias por ambas cosas, las damas -aunque renieguen de tal palabra- marcan qué tan largos son los pantalones, aun cuando la nueva AN las lleve en inmensa minoría

Composición fotográfica: Andrea Tosta
Publicidad

Mujeres objeto y con botox, mujeres a por el voto, si mandando en jefe ataviadas con uniforme de camuflaje junto al desbordado río Limón —Blanca Ibáñez—; si tomando distancia del talón de Aquiles encumbradas en soberbio tacón; si ocupando espacios; si líderes, atentos todos y todas: se avizoran tiempos en los que más que líos de faldas, las faldas —valga el lugar común— harán lío. Mujeres per se en las cuñas de jabón o que se liberan con Brisol, aunque la causa femenina no logra victorias tan redondas como centímetros cúbicos totaliza la suma de implantes, y no se consigue la representación paritaria esperada en la Asamblea Nacional —35 diputadas equivale a 20 por ciento del total de 167 curules— las mujeres se abren espacio no apenas en el papel de consortes.

Durante el proceso de lucha contra el desmadre que derivó el 6D en la exitosa jornada política reciente —las elecciones y sus resultados se narran con adjetivos dorados: “épicas”, “increíbles”, “gloriosas”—, serían las venezolanas protagonistas irrefutables. Resalta la prensa alemana —allá donde manda Angela Merkel— el trabajo de las señoras Tintori, Ceballos, Ledezma y Machado. Mujeres que corren con los lobos, mujeres conejitas, no todas son iguales, pero la igualdad de oportunidades es un derecho de todas, y en el país en el que todo es —y está en discusión—, las mujeres y el feminismo, juegan sus cartas.

Comparsas de sus maridos, algunas, y candidatas por carambola, otras, las que han obtenido las curules, bancos o sillas que ellos dejaron, cual si se tratara de un turno o una herencia —que es una manera masculina de seguir en el poder, Cristina Kirchner, por ejemplo—, hay quienes, ya en afanes, en el rol de llave de un político, le encuentran gusto al poder —Eva Perón—, y lo asumen luego que él va de salida —Violeta Chamorro—, o sin pensarlo mucho si la salida es forzosa —Evelyng de Rosales. También hay esposas cooperadoras que no se sabe si se lanzarán al ruedo, pero, por la fuerza de las circunstancias, están en la arena porque el compromiso así lo exige; son las que se revelan como la encarnación misma de la causa —Bonny Pertiñez de Simonovis. El papel de mujer abnegada y con guáramo, que por las andanzas del marido pasa penurias, está escrito en la historia del país con signos de admiración —Luisa Cáceres de Arismendi—, espejo en el que se vieron muchas adecas —Mercedes Fermín o Isabel Carmona Serra— y comunistas insignes —que hubo: Argelia Laya, que sería después presidente del MAS— y en el que todavía se ven muchas mujeres resteadas y asumiendo el riesgo —Lilian Tintori.

Tal para cual, hay también igualdades desaconsejables, en modo cómplice, de dos cortados con la misma tijera: Cilia Flores y Nicolás Maduro, ineficaz pareja al mando, si es que lo están, no han conseguido mudarse a la Casona y quién sabe si lo hagan. Parejas Bonnie de políticos Clyde, en enferma simbiosis: Jiang Qing y Mao. Parejas que resisten todo, que son poder paralelo, que son de temer: Ana Avalos y José Vicente Rangel, ella dando picón ataviada de animal print, él con los párpados operados y ambos dándose besos y trabajando en equipo, abonando su leyenda erótica y el negocio, ella conseguirá que le compren sus esculturas a quienes él debería dejar de criticar en sus columnas, favor con favor se paga. Así como también hay parejas inspiradoras: Juliana Awada y Mauricio Macri.

Y están las mujeres que, casadas, van a por lo suyo, las que tienen ambición propia. Las que, si se ven en ese espejo compartido, será más bien para delimitar su perfil individual —nunca florero— y actuar en consecuencia: Hillary Clinton, derrotar el machismo, amén de al contendor. Y mujeres lanzadas, lanzadas al ruedo, y con perfil propio: Lolita Aniyar, primera gobernadora del Zulia, impecable su paso por este mundo. Esta últimas aspiran al poder sin haber pasado por la fundación del niño —María Corina Machado—; ya se verá si tendrán talante autoritario —Margaret Thatcher— o si gobernarán intentando la concertación, como Michelle Bachelet.

***

A comienzos del siglo pasado, en medio mundo, las mujeres más decididas se unieron para conquistar en equipo un derecho negado con argumentos deplorables —el cerebro de la mujer no da para pensar, la mujer es histérica, si salen de casa se resiente la familia, esto último aún es tema de debate—; luego de forcejear a brazo partido, dolor y sangre mediante, se harían —libran por todas— con su logro iniciático. En Inglaterra las mujeres comenzarían a votar en 1915, en Estados Unidos en 1920, en Venezuela, desde el 27 de octubre de 1946, y en Arabia Saudita ¡en 2015, este año!

El feminismo, cuyas luchas libradas para conquistar la participación en la agenda, en las decisiones, en el goce, alcanzará su momento climático en los sesentas del siglo XX, cuando la discusión se amplió a otros tópicos como la estética, la discriminación y los estereotipos, desde los ángulos económico, antropológico, sociológico, psicoanalítico, filosófico y social. Movimiento que promoverá cambios a favor de la emancipación de la mujer, de sus banderas se apropiará la Izquierda, que se declarará contra la doble explotación de la mujer: por la sociedad de consumo y por el hombre.

Ha debido entonces Cilia Flores, la “primera combatiente” —rechaza el sustantivo “dama”—, “empoderada” y supuestamente con la causa, haber impulsado cambios, debates, solidaridades, pero, al lado del peor presidente de la historia patria —el Titanic hundiéndose, todos con el agua al cuello y él no es capaz de reconocer que debe virar el timón—, no ha liderado, que se tenga noticias, acciones conmovedoras a favor. A quien la leyenda urbana la señala como protagonista en acciones guerrilleras de comando en el estado Bolívar, e incondicional a las marcas costosas, la tía de unos sobrinos con futuro de cárcel por el delito de traficar droga, si exhibe solidaridad, es con su familia: muchos Flores tienen puestos en el gobierno.

Cuando Zoilamérica —nótese el nombre—, la hijastra de Daniel Ortega, dijo que su padrastro, el presidente de Nicaragua, había abusado de ella durante años, no consiguió solidaridad ni de su madre, ni de las mujeres de izquierda de la región; en Nicaragua —¿por qué Ortega no permitiría que se probara su inocencia?— se prohibió tocar el tema: miembros y “miembras” —feminismo de errores ortográficos— del parlamento: ni se les ocurra. En un viaje que hiciera a Uruguay, un comité de mujeres escandalizadas le propinó a Ortega una bienvenida de tomatazos, y aquí, nada: ha venido a Caracas y ni Cilia Flores ni ninguna pesuveca vernácula ha alzado la voz.

Igualitarismo en puños, eso tristemente también hay. Donde una de cada de cada tres mujeres sería violentada, de ingrata recordación es la paliza que recibieran en su lugar de trabajo, la Asamblea Nacional, tanto Julio Borges como María Corina Machado —mujer emancipada y con tabique partido—, cuyo hombre a cargo, el militar Cabello, nada haría para evitar el espectáculo vulgar y atroz en el recinto que es la representación democrática por excelencia; bienvenidos al club de la pelea. ¿Normal?

En territorio comanche, en el canal de todos los venezolanos —pero donde, por ahora, solo desfila la escuálida representación oficialista— Cabello contaría entusiasmado y en horario familiar que “mi pareja, mi compañera, mi mujer” —Marlenys Contreras, exgerente de recaudación del Seniat, exdiputada de la Asamblea, ministra de Turismo y presidente de Venetur e Inatur, y cuñada de José David Cabello, ministro de Industrias—, luego de los alzamientos de 1992, “me llevó a la cárcel, coincidiendo con el cumpleaños número dos de uno de mis hijos, una piñata que contenía cinco granadas para que nos protegiéramos”. Lástima de fiesta infantil, y qué diferente Fuerte Tiuna de Ramo Verde, y Marlenys Contreras de Cabello de Lilian Tintori de López, que ni serpentinas puede llevar a la cárcel donde está su marido.

Mujeres que habrían venido de alguna costilla o que perdieron varias en la golpiza, mujeres que en número de cien escriben contra la violencia de género —Violeta Rojo, Kira Kariakin, Maria Inés Calderón, Virginia Riquelme—, mujeres al borde de un ataque de nervios, mujeres heridas maltratadas malqueridas, Marisabel Rodríguez ex de Chávez y en rol de víctima —el esposo le prometió frente a las cámaras darle lo suyo, no suena muy propicio— pasó las de Caín desde que se calzó el moño de Evita. Sufrió, se sintió sola, lo defendió y lo denunció después. Fue opositora, quiso ser alcalde, luego se enfermó y, por último, dejó la escena donde había comenzado como Rostro Revlon. Carrera pública que incluye la locución y haber sido la voz que promocionaría un hotel sexy de Barquisimeto —la cuña sería borrada de todas las consolas para que no se usara como handicap en la campaña de Hugo Chávez—, prosigue el trazado sobre la alfombra roja rojita cuando, de novia meteórica que lo amó en un Volkswagen y quedó embarazada, corona con el rol de primera dama. La exesposa de Arias Cárdenas dijo: “Chávez se casó con ella porque es catirita y así conquistar los votos de la clase media”.

***

Hombre público, político, mujer pública, puta, en la ofensiva reducción esa mitad del mundo que está en la palestra, allá cubiertas de pies a cabeza, acá quemando los sostenes en la plaza pública y muchas aun presas dentro del corsé más asfixiante, en el papel de subordinadas, las mujeres que se destacan en política, o las que duermen con quienes la hacen, saben lo que les espera: brillar —aunque algunas brillan por su ausencia, como la esposa del machista Rafael Correa— bajo los genitales, perdón, cenitales. A sabiendas de que les tocará sonreír cada tres por dos en compartido plató, algunos se han vinculado con personas de la industria del entretenimiento —algunos dirigentes de Primero Justicia, verbigracia Carlos Ocariz, quien en segunda unión está con Mariángel Ruiz, a salvo del virulento Potro Álvarez.

El político, que ha de ser entrador, simpático, conversador, como Miguel Pizarro. Los hay que llevan estas cualidades a niveles exultantes, peligrosos, carismáticos que se apropian de la escena, el hechizo de la cobra —ay Hugo Chávez, Donald Trump—, se da por cierto que el poder es un imán seductor, un afrodisíaco, o acaso se fundamente el argumento sobre el hecho de que son más visibles las trapisondas de los encumbrados —en la larga pelea por Carlos Andrés Pérez triunfó, por encima de Cecilia Matos, Blanca Rodríguez, sorprendentemente siempre su esposa y quien a la hora de las chiquitas, en la Casona, se les plantó a los sediciosos del golpe del 4 de febrero.

Salivando por aquellos pectorales, la joven pensará: a punta de golpes, el boxeador me salvará, si no se decanta de una por el malandro, y su abultado hierro. Viendo al político, mientras deshoja la margarita, dirá en cambio: él me hará importante. Pero esto es la punta del iceberg. “Quien se dedica a la política no tiene horario, no tiene días libres, no para, es una forma de vida, mi esposo es muy comprensivo”, dice Delsa Solórzano, diputada que ejercerá a partir del 5 de enero.

***

De todos los talentes y talentos —Irene Sáez, Frida Kahlo, la Madre Teresa, Sor Juana Inés de la Cruz, Amelia Earhart, Coco Chanel, Marie Curie, Cleopatra, Gabriela Montero, Teresa Carreño, María Teresa Castillo, las Kardashian—, no siempre ha sido una celebración la conquista, no le hace un favor a la causa Dilma Rousseff, indiciada por corrupción por el Senado de su país; triste igualdad con Nixon, si renuncia. Pero ¿quién detiene las aguas cuando se abren las compuertas? No fue fácil abrirlas, nadie las cerrará.

Evangelina García Prince asegura: “no hemos llegado al punto en que la mujer pueda ser parte de una sociedad justa sin necesidad de subrayar las diferencias, las carencias, las ausencias, que todavía hay que hablar de exclusión y hacer leyes para ellas”. Todas las loas a Mercedes Pulido, impulsadora del nuevo y modernista Código Civil. Sobre todo cuando el gobierno tambaleante postula como magistrada en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) a Rosa Cádiz, la misma que absolvió a Carrera Almoina en el caso de Linda Loaiza, de nuevo en pie tras la saña más brutal en carne propia. “Esta opción es un escupitajo a la Justicia y un mensaje de desprecio a los derechos humanos de Linda y de todas las venezolanas”.

La victoria es femenina, no obstante. Vendrá. Y la venezolana Ismenia Villalba, sobrina y pareja de un líder democrático de verbo impecable, habría podido decir las palabras que son: que ella, vestida por Carolina Herrera —gratis— se lanzó antes que Laura Chinchilla o Hillary Clinton a unas elecciones presidenciales.

Publicidad
Publicidad