Crónica

Torre David: el infierno tiene 45 pisos

Esta es la crónica de un periodista que se apostó frente a una mole de cemento que hace temblar a cualquier peatón. Propios y extraños languidecen cada vez que, intramuros, retumban llantos y disparos. La Torre Confinanzas es hogar de miles sin casa y cárcel de miles sin esperanza

Fotografía: U-TT/ DANIEL SCHWARTZ
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Cuando veo la Torre Confinanzas desde lejos siempre me quedo esperando que un helicóptero aterrice en su helipuerto y que de él baje un cuarteto de ejecutivos dispuestos a cambiar al mundo con su dinero y negocios. Pero esa imagen primaria, tipo película de Wall Street, desaparece por completo y lo que queda es la completa certeza de que estoy siendo testigo de algo impresionante y me pregunto: ¿Cómo esta edificación terminó ganando El León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia?

Al principio, cuando la revista Címax me propuso escribir una crónica sobre la edificación, dudé. Sentí un poco de temor. Se escuchan muchas cosas sobre el lugar y ninguna es buena. Pero la curiosidad pudo más que el miedo. Accedí pensando en qué esconde esa torre por dentro.

Lo primero que hice fue buscar a alguien que pudiera hacerme pasar a este complejo fuertemente vigilado y al que no entra ninguna persona extraña —a menos que vaya acompañada de alguien que viva allí. Gracias a un colaborador de esta revista, Alonso Moleiro, pude conversar con la señora Gladys Flores, quien es la secretaria cooperativa de la torre.

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Luego de una breve charla por celular, cuadramos para vernos un martes en la mañana y hacer un recorrido. Pero el día de nuestra cita la señora Gladys se hizo la loca y terminó embarcándome. No contestó las llamadas ni los mensajes de texto. Quedé huérfano de guía para acceder al edificio. Sabía que intentar entrar solo era un riesgo innecesario, por no decir una locura.

Como ya dije: el ingreso al lugar es restringido. Dos vigilantes, por lo menos, se encargan de requisar a los visitantes. Existen varios puestos de control que los mismos “habitantes” han colocado dentro. Incluso existe una cooperativa de moto-taxis que le hacen a uno la carrerita a los niveles más altos, cuando ya se le ha autorizado el paso a la persona.

En una conversación con un amigo periodista de un medio oficialista me dijo: “La Torre Confinanzas es un barril de pólvora a punto de estallar. Ahí no entra ni el Ministro del Interior y Justicia”. Decidí entonces apostarme frente a la torre, observarla y tratar de comprenderla. Siempre me ha interesado cómo se desarrolla un ecosistema dentro de un ecosistema y la Torre de David es exactamente eso.

Terror armado

En Walt Disney World, “La Torre del Terror” es una de las atracciones más visitadas. La gente hace largas colas para disfrutar un paseo que dura tres minutos y que termina con una espectacular caída libre. En Caracas, nadie quiere acercarse a la Torre Confinanzas a menos que sea estrictamente necesario.

Está ubicada en la Avenida Andrés Bello, entre la sede del Banco Mercantil y la Fundación del Niño, y frente a PDVSA Gas. Este centro inconcluso es el tercer rascacielos más alto de Venezuela y el octavo de Latinoamérica. También se puede decir que es el barrio vertical más grande del mundo y el único con helipuerto.

Cerca está el quiosco de un señor al que llamaremos Esteban por su seguridad. Esteban tiene varios años trabajando en la zona y cuando me acerco para preguntarle sobre este monstruo de concreto no se sorprende y me suelta: “¿Ah, entonces tú quieres saber de la torre del terror?”.

Los vecinos de la zona han denunciado varias veces que gracias a su invasión han aumentado los atracos y los secuestros. “Allí tú ves entrar desde el carro más viejo hasta el último modelo”, suelta Esteban, bajito y con cautela.

Unos años atrás agentes de la Policía Nacional, en un operativo poco común, descendieron desde un helicóptero a los últimos pisos de la edificación en busca de un secuestrado: el agregado comercial de la Embajada de Costa Rica en Venezuela. Los vecinos de la zona aplaudieron la acción pensando que ese tipo de cosas se haría más seguido, pero sus ilusiones pronto fueron desapareciendo.

“Al principio, cuando no me conocían, sí era difícil la cosa. Pero como ya saben quién soy todo es un poco más tranquilo. Gracias a Dios no se meten conmigo”, señala el quiosquero. Además, asegura lo consabido: adentro existe un hervidero de delincuentes, pero destaca que no todos los invasores son malos.

Esto último se lo confirmó la periodista María José Martínez del diario 2001 a Cesar Miguel Rondón en su programa de radio: “Dentro del complejo de la Torre Confinanzas viven personas decentes. Allí hay profesionales, efectivos militares y gente muy pobre que realmente no tienen donde vivir. Hicieron su esfuerzo para poder ingresar allí”.
Camino un poco más por los alrededores y no deja de parecerme increíble la cantidad de antenas de Direct TV que decora la parte exterior. Las antenas rivalizan con los afiches del presidente Chávez que empapelan gran parte del edificio.

¿Cómo será la vista desde los pisos más altos? Seguramente algo espectacular. En teoría, el complejo que comenzó a construirse en 1985, albergaría la sede del grupo financiero Confinanzas, un hotel y establecimientos comerciales. La construcción fue paralizada en 1994 tras la crisis financiera venezolana y desde el año 2001 está invadida. El complejo está concluido en un 70 por ciento. El edificio está en manos del Fondo de Garantías de Depósitos, que ha intentado subastarlo varias veces sin éxito.

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Will Grant, corresponsal de la BBC, ha sido uno de los pocos periodistas que ha tenido la oportunidad de entrar a la torre. En su trabajo titulado Venezuelan squatters bank on the future in office tower destaca que Alexander “El Niño” Daza, ex “pran”, pastor evangélico y líder de la comunidad de invasores, ha señalado que no quieren violencia, drogas o baños de sangre y que lo único que buscan es un lugar tranquilo donde vivir en paz y armonía. Los vecinos de la zona no comparten eso.

El calor es cada vez más intenso, tengo mucha sed. Cerca hay un señor que vende jugos de naranja. Después de debatir unos minutos sobre lo conveniente o no para mi salud de comprar un jugo de naranja recién exprimido en la calle, decido tomármelo. Mientras José lo prepara, le pregunto su opinión de la torre. “Es un peligro para todos aquí. El gobierno debería darle casa a esa gente”. Y concluye: “Hay como 50 alcabalas para poder llegar al último piso. Eso allá adentro es feo, muy feo”.

También Cárcel

El ex dirigente estudiantil Carlos Julio Rojas, en una conversación con la periodista Mariahé Pabón, resaltó que la Torre David funciona igual que una cárcel con sus “pranes” y sus misioneros. Cada quien paga por su celda, quien se atrase lo sacan. Las prohibiciones se exhiben en todos los pasillos. No a todo. Hay armas y drogas, hay abastos con rejas y muchos de sus habitantes se quejan de la inseguridad y temen que los niños anden brincando por las escaleras porque se han caído dos al vacío.

Rojas, quien es también coordinador de la Asamblea de Ciudadanos de La Candelaria, en un trabajo sobre la torre publicado en el portal Informe 21, reveló que los cabecillas de la invasión cobran hasta 25 mil bolívares por la venta de un espacio para vivir. Asevera, asimismo, que los líderes juegan con la necesidad de la gente: “Esas personas viven en condiciones inhumanas y si se retrasan en el pago son desalojados a punta de pistola. Este es un negocio donde se manejan grandes sumas de dinero”.

Se calcula que más de 800 familias —unas 3.500 personas— viven en la torre desde hace más de dos años y pagan 150 bolívares mensuales por el derecho a tener agua y electricidad. ¿Cuánto pagarán aquellos que gozan con el privilegio del Direct TV?

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Mientras intento por última vez comunicarme con la señora Gladys, me fijo en un detalle, en el área del estacionamiento hay unas especies de ranchitos improvisados, pintados y bonitos. Nuevamente me sale la contestadora, ya creo que no vale la pena llamar más.

Me fijo ahora en los cristales que faltan en las ventanas. Se cayeron o los “habitantes” los tumbaron. También reparo en aquellos que nunca se colocaron. Vista desde ciertos ángulos, parece un espectacular edificio digno de una ciudad como Nueva York. Visto desde otros ángulos, parece una estructura que sobrevivió al apocalipsis zombie y se ha ido desbaratando con el paso del tiempo. Increíblemente, ha ganado uno de los premios más importantes en lo que a arquitectura se refiere, lo cual ha sido considerado por muchos arquitectos y sociólogos como una cachetada para Caracas.

Mucho se ha hablado sobre el León de Oro que el XIII Bienal de Arquitectura de Venecia otorgó al colectivo Urban Think Tank por su proyecto “Torre de David – Gran Horizonte”, que reflexiona sobre una “favela vertical”, o rancho rascacielos en Caracas. El sociólogo Tulio Hernández expresa: “La torre resume la historia de una secuencia de fracasos”.

En una extensa carta titulada “León de Choro” y que puede leerse completa en Entrerayas.com, los arquitectos Matías Pintó D’Lacoste y Mateo Pintó D’Lacoste expresan lo siguiente: “El premio no importa para nada. Ese León no es de oro, representa un insulto ante la realidad del país y un proceder miserable. Será defendido por los organizadores con argumentos que preferimos no discutir en profundidad, pues forman parte de la banal y distante mirada, que avala un discurso mediocre. Esa deficiencia solo beneficia a oportunistas, que muestran hacia el mundo en desarrollo la cara de misionero apoyado por reconocidas instituciones y empresas del primer mundo. Y hacia Europa o Estados Unidos, la cara de expedicionario valiente capaz de retratar nuestra exótica realidad”.

Se puede criticar mucho el premio recibido por el Caracas Think Tank, pero hay que reconocer que esto ha volteado la mirada hacia la torre y lo que allí sucede. Es como una especie de Torre de Babel moderna. Según el cuento bíblico, los habitantes de la región de Senaar decidieron construir una torre que llegara a los cielos y Dios los castigó por su soberbia, haciéndolos hablar idiomas diferentes para que se esparcieran por el mundo. En la Torre de David todos hablan el mismo dialecto, pero piensan de manera diferente. No todos son malos como dice el quiosquero, pero según la gente de La Candelaria lo disimulan muy bien.

Cae la tarde y la noche empieza a asomarse. La gente comienza a irse. Los kioscos cierran, José agarra las naranjas que no exprimió y enfila hacia su hogar. PDVSA Gas, la Fundación del Niño y la sede del Banco Mercantil comienzan a vaciarse y los que viven en la Torre Confinanzas regresan luego de una nueva jornada de trabajo. Pasarán por las alcabalas y todos los controles de seguridad. Los que viven en los niveles más altos tomarán un mototaxi; los que ya hayan pagado el alquiler no tendrán preocupaciones, los que estén atrasados estarán preocupados. Los que tengan Direct TV se relajarán viendo televisión y la vida continuará dentro de ese rancho vertical con helipuerto que se ha convertido en una pequeña ciudad dentro de Caracas.

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