Internacional

Venezolanos catalanes, curados del “populismo” independentista

Hubo referéndum separatista en Cataluña, de resultados cuestionables pero favorables al Sí. El presidente de esa provincia, Carles Puigdemont firmó con una mano la independencia y con la otra solicitó la suspensión para tomar el camino del diálogo con Madrid. Desde Caracas el asunto es evaluado con la lente de vivir bajo el populismo chavista durante casi dos décadas

Texto: Gabriela Rojas | Fotografías: AP
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Madrid y Barcelona han protagonizado durante este mes una confrontación histórica que en esta oportunidad nada tiene que ver con fútbol. La declaración de independencia –un concepto que suena más a siglo XIX- liderada por el presidente de la región autonómica de Cataluña, Carles Puigdemont, tuvo su punto más álgido con los resultados que decían Sí al referéndum separatista del 1° de octubre, que se llevó a cabo en medio de golpizas y votantes arrastrados por el suelo por parte de la Guardia Civil española.

Bajo la sombra de la ilegalidad, la consulta abrió el camino separatista, a pesar de que el Tribunal Constitucional español suspendió la celebración del referéndum y advirtió al presidente Puigdemont, a su gobierno y a los 947 alcaldes de la región que podían incurrir en responsabilidad penal si mantenían la convocatoria y la concretaban.

Como en una película ya vista, el nacionalismo y el llamado a defender la patria reaparecieron ante los ojos del mundo como alarmas de quienes consideran este episodio como “un anacronismo”, “una cosa primitiva” y una “violación al pacto social”. Venezolanos, hijos de españoles y catalanes, observan con estupor cómo Europa se baña del barniz populista que ha sufrido Latinoamérica durante décadas, el mismo que comienza a fragmentar otras regiones poderosas, como Estados Unidos, y no pueden evitar pasar su mirada por el prisma nacional y el sufrimiento en carne viva de las heridas de la polarización social que divide a su gente entre patriotas y apátridas.

Óscar Pérez, ingeniero venezolano hijo de catalanes, reacciona con algo de temor ante la actitud radical de lo que considera una decisión partidista y no política, que se montó en la ola del nacionalismo para capitalizar simpatías populares que luego se traducen en votos pero que distraen la atención de los verdaderos problemas; por ejemplo: el alto nivel de desempleo.

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Si su descripción se narrara sin contexto se podría tratar de una realidad muy cercana, pero en este caso se refiere al escenario catalán aunque Pérez no deja de encontrar un paralelismo con la situación venezolana que le genera indignación. “Vengo de una familia políticamente anarquista pero mi papá iba más allá: era libertario, por lo tanto no creía en fronteras, naciones y patrias. Esa fue mi crianza, no soy nada separatista”. Recuerda que su padre, Eusebi Pérez, llegó a Venezuela con un pasaporte que lo calificaba con un término doloroso “apátrida”, luego de sobrevivir al campo de concentración de Mauthausen. Y aunque su vida está anclada en Venezuela, cada momento de confrontación del conflicto en Cataluña se le ha convertido en una pesadilla recurrente. “Están generando una herida que no se cura fácil porque crean una fractura, no solo dentro de España sino en la sociedad española del mundo. Eso lo paga el ciudadano común cada vez que hablamos de nuestros orígenes y tenemos una posición al respecto. Y aquí tenemos 18 años de esto”, dice Pérez.

Esa es una razón que comparte el periodista Manuel Sainz, quien considera que la sola idea de que Cataluña quiera concretar un movimiento separatista en pleno siglo XXI le parece “algo primitivo”. Sainz, de ascendencia vasca y de Cantabria, defiende la identidad de cada región como expresión de la multiculturalidad pero lo diferencia de una idea más universal y más básica: el respeto al pacto social, que en este caso se expresa en el respeto a las Constituciones. “Lo que estamos viendo es una violación de normas que habíamos aceptado. La Constitución de una nación es esa hoja de ruta, ese pacto social que establecemos como sociedad. En el caso de Cataluña, por supuesto que se puede hacer una revisión de la Constitución pero a través de elecciones y utilizar lo acordado, no que un grupo de intereses políticos se imponga para manipular una decisión”, dice el también locutor

Una manipulación que se asienta sobre lo emocional, según observa Javier Vidal, actor venezolano nacido en Barcelona, la capital catalana. “Quizá violar las normas para una mentalidad como la nuestra, en la que lamentablemente hemos vivido así durante 18 años, nos parece normal pero ocurre en Europa y uno siente que la Constitución es intocable, que eso se respeta. Pero luego ves a la cúspide política que han engañado y manipulado a la gente tocándoles el corazón, el plexo emocional y sacan toda esta cosa del patriotismo que estamos hartos de oír acá”.

Vidal rescata un término catalán que define la sensatez, el “seny” que ha caracterizado la identidad y cultura de Cataluña pero le preocupa que en esta coyuntura el término opuesto: la “raucha” quiere imponerse a pesar de las consecuencias que puede traer para los catalanes y el resto del mundo. «Ha triunfado el espíritu nacionalista y empezó a salirse de las manos, este es un movimiento de minorías que primero se convierte en nacionalismo, luego son separatistas y ahora independentistas pero como tantos otros han hecho desastres con esos conceptos y se convierte en un retraso”.

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Su visión, como hijo de catalanes y como alguien que nació en Barcelona y esa ciudad representa parte de su arraigo, se centra en defender esa identidad tan definida que incluso tiene una lengua propia: «Se tiene que respetar y se tiene que entender pero las decisiones políticas deben pasar por encontrarnos, sentémonos a dialogar, hablar de la constitución a través de la constitución, pero lo de la independencia es un anacronismo». Agrega que en medio del conflicto se esconden razones de tipo económico que buscan responsabilizar a terceros de «una gran incompetencia administrativa”, señala el director teatral.

Este argumento también lo blande Oscar Pérez, quien considera que incluso pudo ser un detonante. “Sin duda tiene una raíz histórica pero este movimiento se gestó hace cinco años con la salida de Jordi Pujol del gobierno catalán y una serie de hechos de corrupción que quedaron develados. Usar el nacionalismo pone a la gente a hablar de otra cosa y los políticos están montados en ese argumento porque para las élites de poder es más fácil capturar a un país pequeño y fraccionado que a una nación grande y fuerte”.

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La socióloga Laura Leret se detiene a observar la respuesta de la población, más allá de los intereses político-partidistas. Señala que en la época de la posguerra española y durante el franquismo se prohibió a las comunidades hablar sus idiomas -catalán, gallego, euskera- a pesar de como nación España se conformó con una base de plurilengua.
Su madre y familia materna aunque no son de origen catalán vivieron en Barcelona después del fin de la guerra civil y se encontraban con una ciudad destruida y empobrecida por lo que la reivindicación de la identidad se forjó como algo esencial. “Hay unas raíces, una cultura, que en muchas ocasiones se opone al castellano porque hay un orgullo que defender. Pero los intereses políticos detonan este movimiento en una población que se aglutina alrededor de esta idea de ‘somos mejores, lo nuestro es lo mejor’, y eso es compatible con cualquier sociedad, y se ve mucho en Latinoamérica por la influencia de España”, señala la experta.

Por ello considera que aunque el llamado al nacionalismo puede ser un tema común que comienza a multiplicarse en distintas sociedad, la contraposición está en las ventajas de un mundo globalizado en el que la tendencia más bien es a unirse para hacerse más fuertes, en lugar de fragmentarse en pequeñas repúblicas que quedan aisladas de la comunidad internacional, “y eso lo hemos vivido muy de cerca”.

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La comunidad española en Venezuela sigue de cerca lo que ocurre en Cataluña, aunque en los espacios comunitarios la conversación no sea institucional. La Hermandad Gallega en sus cuentas oficiales ni menciona el tema, y el Centro Catalán no actualiza sus redes sociales desde hace varios meses.

Entretanto, el embajador español en Venezuela, Jesús Silva Fernández, ha dado algunas entrevistas afirmando que el problema en Cataluña sería “artificialmente creado” por los políticos, especialmente los independentistas catalanes, que habrían llevado con sus discursos incendiarios a una situación de conmoción que afecta a toda España, como comentó a El Universal.

Como en Globovisión, explicó que la autonomía catalana es la más amplia de España, con muchas más prerrogativas, derechos y poder de decisión que las otras regiones españolas (País Vasco, Galicia, Andalucía o Canarias, por ejemplo). “En ningún caso habrá independencia de Cataluña”, sentenció el embajador en El Universal pues las leyes españolas vigentes no permiten que una región se declare independiente de España a menos que toda la población del reino vote en la consulta. Clímax solicitó conversar con Silva Fernández, pero cuestiones de su agenda impidieron el encuentro.

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