Investigación

Venezuela ya no es tan feliz… a puntico de la depresión

El mito viviente de que este pueblo es chévere y alegre se desmorona poco a poco. Analistas ponen la lupa en las actuales reacciones de la gente ante los males que preocupan: violencia, escasez e inflación, por decir lo poco. Una crisis evoluciona en el colectivo y que a muchos llevará al sicólogo

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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A mediados de junio del 2012 fue publicado el primer informe de World Happiness Report de la Universidad de Columbia. El reporte mide cuáles son los países más felices del mundo. Hace público los resultados en una lista del 1 al 85 -dejando por fuera a otros 109, al parecer muy infelices. Si es que acaso se pueda medir la felicidad, la ONG le apuesta a ciertas características sociales que parecieran poner en números la capacidad que tienen algunas sociedades para ser dichosas —o al menos tener la percepción de que lo son.

La esperanza y calidad de vida de sus habitantes, el producto interno bruto, el apoyo social, la libertad que tienen sus ciudadanos de tomar decisiones de vida y la percepción de corrupción en su país son algunos de los elementos que se evalúan. Los datos los recogen a través de encuestas, análisis económicos y psicológicos.

La primera lista que pergeñó World Happiness Report fue en 2012. Entonces Venezuela se encontraba como el segundo país más feliz de Latinoamérica, después de Costa Rica y de 19 a nivel mundial. Un segundo informe emitido en abril del 2013, lo ubicaba en el escalafón 20. Un último informe publicado en 2014 por  Happy planet index coloca al país tropical como el número nueve. Sin embargo, 2015 pareciera vislumbrar sorprendentes cuentas —incluso si los datos utilizados por ellos para sus mediciones y sondeos son proporcionados por entes oficiales. O sea: cifras manipuladas por el gobierno.

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Nada más con el descenso del Producto Interno Bruto (PIB) en los últimos dos años, según Bank of America en 2014 cayó a 3,8% mientras que lo que va de 2015 está entre 4% -10%, y la violencia armada de 2014 pueden arrojar migajas de júbilo. Los resultados no serán los mismos. La psicóloga social y escritora, Colette Capriles menciona: “Este tipo de rankings posicionan a los países de acuerdo a cifras oficiales. Hay que pensar si la calidad de los datos que produce el gobierno son los responsables de alzar a Venezuela entre los diez más contentos”.

Desde que la Organización de las Naciones Unidas declaró el 20 de marzo el día Internacional de la felicidad, reconoce en la Resolución 66/281 de la Asamblea General, que: “la felicidad y el bienestar como los objetivos y aspiraciones universales en la vida de los seres humanos en todo el mundo son relevantes para el desarrollo humano y de las naciones”. Más allá de conceptos y disertaciones, hay una cosa cierta: el venezolano nunca ha necesitado que le pasen un reporte para saber lo feliz y echado pa’ lante que es.

Desde siempre ha sido reconocido como el “chalequeador”, ese que ve el vaso medio lleno. Colette Capriles asegura con agasajo: “el tema es bastante subjetivo, pues a todos no nos hacen feliz las mismas cosas. Pero es notable que tenemos el umbral de la depresión y el pesimismo bastante alto. Somos hedonista. Soportamos cualquier cosa con tal de no parecer infeliz. No nos permitimos ser negativos y a todo le sacamos el lado bueno”.

Pareciera que aquello descrito por Aldous Huxley en Un mundo feliz, “revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse” es un lema que se imprime en el imaginario colectivo criollo, mucho antes de sacarse la cédula de identidad. “La manera en que se percibe la felicidad depende un montón de la cultura. La nuestra va enfocada en subestimar las dificultades, pues siempre hemos tenido épocas que nos sacan las patas del barro. Es como si siempre habrá vacas gordas. ‘Por eso no hay que preocuparse, hay que seguir disfrutando’”, añade Colette.

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Otro punto que menciona la psicóloga social es que: “la felicidad en Venezuela siempre ha sido un asunto de percepción. No es que estén dadas todas las circunstancias para ser feliz, es que creemos que con lo que tenemos es suficiente para celebrar. Es como si hubiese una incongruencia entre el relato optimista y la situación objetiva”. Pero, ¿qué sucede cuando el velo se cae y la apreciación de la realidad es otra? Esa que le da protagonismo a palabras como queja, depresión, soledad, inmigración, pobreza, muerte. Cuando la capacidad para hacer de la tragedia una comedia es cada vez menor. Cuando dejan de ser chistosas las desgracias. ¿Será inicio de un cambio social? “Para que ocurra el cambio tiene que venir un periodo de crisis y depresión profunda. Solo así la persona sale de ese estado y reinventa nuevos caminos. Lo más lógico es que toquemos fondo y lo aceptemos, de otra manera no se harán las cosas distintas. Seguir siendo felices en medio de los conflictos no nos hará desarrollarnos como país”, acota Capriles.

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La crisis económica, la escasez o la tensión política pueden influir en el comportamiento del criollo. ¿Seguirá Venezuela estando dentro del top 20? Allende ocupar un puesto en un ranking el comportamiento es otro. “En la escala de emociones aquellas relacionadas con rabia, ira y hostilidad predominan (…) el segundo grupo de emociones tiene que ver con la ansiedad que genera el no saber qué va a pasar”, suscribe Carlos Jiménez, socio de Datanálisis, para explicar cómo reacciona el venezolano promedio ante la situación actual de escasez e inflación. Por su parte, el sociólogo Ramón Piñango, en su artículo “Acto de fe” publicado en El Nacional, menciona que: “Hay un inmenso número de ciudadanos que empiezan a reconocer que las cosas van mal. El optimismo ha desaparecido incluso entre quienes hasta ahora han sido fervientes creyentes de lo que otrora llamaban ‘el proceso’. Somos presa del pesimismo. Dos manifestaciones que lo prueban, ‘me voy de aquí’ y ‘todo el mundo está resignado’”. Continúa: “Entre colegas analizamos que los pacientes que visitaban al psicólogo han cambiado el motivo de sus conflictos. Antes se quejaban por su familia o trabajo, ahora solo hablan del país y de cómo les afecta la situación”.

No solo está el informe de World Happiness Report, existen indicadores, como el de la Felicidad Interna Bruta (FIB), que miden el nivel de bienestar de las naciones. Pero, ¿los datos oficiales sumistrados a estas organizaciones concuerdan con lo que se ve en la calle? Colette indica: “más allá de esos índices, en el último año se está produciendo una alineación entre lo que pasa con lo que en verdad se dice, cosa que es muy extraña”. Si en pleno 2015 se hiciera una encuesta en una cola de supermercado y se pidiera contestar: ¿cómo es su calidad de vida? ¿Recibe apoyo social? ¿Cree que el gobierno es corrupto? Los hechos al fin hablarían. “Hay encuestas que miden la poca calidad de vida, por ejemplo, según estudios de la Simón Bolívar, la Universidad Central y Venezuela y La Universidad Católica Andrés Bello, tenemos la misma pobreza del 1998, solo que la percepción cambió, muchos creen que ya no son tan pobres. En cierta medida el apoyo social está reducido a un grupo de personas, no todos reciben un respiro o los primeros auxilios del Estado. Y si hablamos de la corrupción, es obvio que en los últimos seis meses se han disparado un montón de noticias referentes, que nos hace a todos dudar más que nunca de hacia dónde se destinan los recursos del país”. Respuestas polarizadas se confrontan. Eso, sin duda, es un síntoma para diagnosticar un posible cambio de humor.

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