Dossier

Volver al país para guerrear en las marchas

El ícono ochentoso Karina, Nacho y su excompañero de meneos ahora conocido como Chyno son los casos más mediáticos, pero otros venezolanos sin tanta presencia en redes sociales también se bajaron del avión que los trajo de regreso para incorporarse a lo que puede terminar en la primavera de Caracas o en la prolongación del interminable encierro rojo

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María Fernanda —por motivos de seguridad prefiere reservar su verdadero nombre— asegura que pagó 15.000 dólares en efectivo a un guardia nacional para que dejaran salir del país a su hija detenida en las revueltas de febrero de 2014. “Volví resteada a continuar su lucha”, dice la sicopedagoga que ejerce en México.
Sarah Serfaty suele escribir sobre relojes y joyas en Madrid, pero el miércoles 19 de abril mutó a uno de los peces del Guaire a los que ha cantado Desorden Público. Adrián Salas, integrante de la banda Viniloversus, hace honor a su vocación de bajista y tiene 8.000 seguidores en Twitter, en comparación con lo 2,3 millones de Nacho. “Si un guardia me detiene, para él soy un guarimbero más”, presume tras cambiar la humedad de Miami por los gases de Caracas.
Cada uno de ellos aterrizaron en Maiquetía —en lugar de despegar de lo que se ha vuelto un experimento social claustrofóbico— y prácticamente se bajaron del avión para incorporarse a lo que podría terminar en primavera de Caracas o en la consolidación del perenne invierno rojo. Abandonaron un cierto nivel de bienestar —percepción que también podría ser engañosa— para respirar aires enrarecidos. Podría haber unos cuantos más, aunque es imposible precisarlo estadísticamente. Volvieron para marchar o incluso para pasar a una fase superior de la lucha civil, y a diferencia de Nacho y el artista ahora conocido como Chyno, en sus casos resultaría insostenible cualquier teoría conspirativa de alguna oscura operación de marketing de dos excompañeros que, después de featurings con el Potro Álvarez, ahora hacen carrera como solistas.

No más dictadura #Venezuela @sinmordaza

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“Dependiendo de lo que pase extenderé mi pasaje”
Si se toma su testimonio por cierto, María Fernanda no solo es víctima sino explicación de un aparato represor que funciona como industria: un detenido puede equivaler a una fortuna. Asegura que su hija fue secuestrada y torturada por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en 2014, y que le pidieron 15.000 dólares a cambio de no presentarla en fiscalía y dejarla salir del país, específicamente a México. La sicopedagoga también salió en ese momento de Venezuela, pero hacia Estados Unidos. “Trabajé como niñera en Nueva York para pagar los estudios de mi hija. Ganaba 400 dólares mensuales. Fueron tiempos muy duros. Mi visa expiró en mayo de 2016 y me mudé a México, donde encontré trabajo en mi área. No había venido a Venezuela desde entonces. Comencé a ver las movilizaciones muy parecidas a las de 2014 y me motivé. Aproveché que tenía vacaciones. Dependiendo de lo que pase extenderé mi pasaje. Espero no perder mi trabajo”, relata ya de nuevo en Caracas, donde se estrenó en la marcha del sábado 8 de abril reprimida en la avenida Libertador: “Traje medicinas de afuera y las doné a los paramédicos de la Universidad Central de Venezuela (UCV)”.
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“El país que encontré es Macondo”, trata de encontrar un símil que se hace generoso. “Me impacta la gente en la calle resolviéndose de la manera que sea. He visto niños descalzos buscando comida en pandillas, las miradas llenas de una mezcla de rabia con desamparo. Aquí sólo me quedan mis padres: mi mamá enferma terminal de cáncer, mi padre de 80 años desgastándose para conseguir las medicinas. Recuperé la esperanza cuando volví a ver al río humano en las calles y a los dirigentes políticos encabezando las luchas. Estaría dispuesta a volver para la reconstrucción, siempre que la seguridad de mi hija esté garantizada”.
“Vamos a apoyar lo que ya está, no a ser protagonistas”
“El miércoles 19 de abril me encontré a Chyno y estaba forrado de gente. Yo sé que si me agarra un GNB no va a decir: ‘Mira, ese es Adrián Salas’. Va a creer que soy un guarimbero más”, admite. ¿Y quién es Adrián Salas? El bajista de la banda de rock Viniloversus, cuyos integrantes están radicados en Miami. El cantante Rodrigo Gonsalves, de cuyo proyecto de solista todavía quedan regados por Caracas unos cuantos grafitis promocionales con los rostros de Simón Díaz y Cayayo Troconis, también está por estos días en Venezuela y se ha incorporado a las protestas.

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“Tampoco quiero tratar de pintar un héroe que no soy. La resistencia cívica no es la razón principal por la que vine. Era un viaje que tenía planificado para visitar a la familia. Coincidió con el 19 de abril, venían calentándose estos aires aquí y aproveché para cuadrar el pasaje un par de días antes. En octubre ya habíamos estado con la banda en la plaza Alfredo Sadel como parte del concierto Tu voz es tu poder, una plataforma para apoyar el movimiento democrático. Varios músicos venezolanos tenemos un grupo en Whatsapp y estábamos viendo qué nos inventábamos. Decidimos que no queríamos ser protagonistas, sino apoyar lo que ya está y potenciarlo, en vez de dividir esfuerzos”.
Salas es un comunicador social egresado en 2010  de la Universidad Monteávila y entre 2005 y 2009 participó como secretario de mesa en procesos electorales en el CVA de Las Mercedes. “En febrero de 2014, cuando se llevaron preso a Leopoldo López, yo estaba ahí mismo. Siempre he estado muy de frente con grupos políticos”, admite el de las cuatro cuerdas que los prejuiciosos relacionan con dedos torpes.
“No es el país del que yo me fui en enero de 2015. Antes se trataba de demostrar que éramos millones de personas que queríamos un cambio. Pero no funcionó. Ahora veo que los números están más que claros y hay una mayor radicalización para tomar las calles y terminar esto de una vez por todas. He tenido suficientes encontronazos con Policía Nacional Bolivariana (PNB) y GNB para decir que son cuerpos represivos que están podridos por dentro. Que la gente se haya metido en el Guaire para que no los agarren te dice mucho de quiénes son. Me pesan mucho los chamos que murieron porque prácticamente todos son menores de 25 años. ¿Con qué palabra me quedo para describir lo que me he encontrado? Ebullición. En cualquier momento estalla la tapa y ojalá no pase algo feo. Que logremos hacer esta transición a la libertad y dejar atrás de una vez una ideología estúpida”. Por cierto, esperen que antes de junio el cuarto disco de Viniloversus salga también a callejear.

-Siguen reprimiendo al pueblo con bombas lacrimógenas y perdigones cargados de miedo, odio y resentimiento. -Gastan su inventario matando e hiriendo. -Piden nuevos cargamentos de municiones para descargarlo todo en nuestra contra y aparte, pagan sus juguetes de guerra con los recursos que nos expropiaron a todos los venezolanos. -Continúan prefiriendo la muerte y la miseria que decirle adiós al poder y enfrentarse a la justicia pero tengan presente que sus días están contados ya que la situación nos obligó a armarnos también, pero de valentía y voluntad para exigir que se nos respete el derecho a elegir a quién queremos de presidente. Es absurdamente obvio que la mayoría del país rechaza al primer mandatario de turno y es por eso que el primer mandatario de turno rechaza a la mayoría del país pero ningún opresor está exento de un diecinueve de abril. #19deabril
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“Apenas haya cambio de seña soy la primera que vuelve”
Sarah Serfaty se fue a Madrid en mayo de 2016. “Fue como divorciarme estando enamorada. Nunca he querido irme de Venezuela, pero no tomar la oportunidad de trabajo que me ofrecieron hubiera sido profesionalmente una tontería”. Es una periodista especializada en artículos suntuosos que adelantó un viaje a Caracas que tenía planificado para agosto: “Puedes decir con certeza que vine únicamente por la razón de unirme a la protesta del 19 de abril”. Lo que jamás imaginó es que terminaría siendo arrastrada más de 20 metros por una corriente en las aguas del Guaire, acontecimiento de simbolismos bíblicos al que prefiere no dar más trascendencia que el de anécdota. Ese día constató cómo la GNB se ensañó con ella y una amiga. Simplemente trataban de guarecerse en el muro junto al río devenido palabra de sorna. Igual las atacaron con bombas lacrimógenas. “Yo veía solo por un ojo que además estaba llorando. La desesperación era tan grande que llegué a pensar que el Guaire era una opción para lavarme la cara y poder respirar. Ese día en medio del gas llegué hasta a abrazar a Capriles Radonsky sin siquiera buscarlo. Nuestro grupo salía del centro comercial Millennium de Los Dos Caminos y quedó al frente la marcha en la autopista. Cuando nos reprimieron, la gente empezó a desesperarse. Se produjo una estampida y entonces nos refugiamos detrás del muro del río. Ya en el Guaire igual nos siguieron tirando bombas. Salir del agua fue extremadamente difícil. Solo pude subir con una cuerda de los bomberos”. Bienvenida a la República Bolivariana.
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“Desde el día que me fui mi prioridad ha sido volver: pido, rezo y lucho conmigo mismo para no hacerlo. Por mi trabajo he visitado casi 20 países y Venezuela me sigue pareciendo único. Apenas haya un cambio de seña soy la primera que se va a regresar. Ya había vuelto en diciembre para recibir el Año Nuevo. Conseguí a mi país más o menos igual, con la diferencia de que la gente está mucho más deprimida, sin esa chispa que suele atribuírsele providencialmente al venezolano. Hace un año supongo que ya había gente comiendo de la basura, pero no en todas las esquinas. Tenía 500 bolívares en el bolsillo y me cobraron 7.000 por dos perrocalientes y dos maltas, y a partir de allí empecé a calcular todos los precios sobre la base de los perrocalientes para tener una idea de la inflación” “Siempre pienso que llegamos al llegadero y hasta ahora me he equivocado, pero esta vez lo siento diferente. La gente no va a retroceder porque no tiene otra opción. Esto va a terminar pronto y espero sea por la vía de la legalidad”.


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