Tecnología

WhatsApp: Súper Amigos o el recurso de los indefensos

Los grupos de WhatsApp truecan dependiendo de las necesidades de un país cada vez más lejos de ser maravilla. No más chateo con “amigos”, “familia” y “compañeros de trabajo”, en términos convencionales. La seguridad va primero cuando de conversaciones grupales se trata. Desde dónde hubo un tiroteo hasta en cuál supermercado se consigue azúcar, todo al alcance del botón enviar

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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Sin especificaciones ni discriminaciones, WhatsApp permite que hasta cien personas se congreguen cibernéticamente para “textear” en una misma conversación. “Los de siempre”, “Los de siempre sin Luis”, “Los de siempre sin Luis ni Carlos”, “Los de siempre sin Carlos pero con Luis”, infinitas son las combinaciones y las posibilidades, mientras el teléfono inteligente lo permita antes del colapso. El servicio de mensajería no define un número de grupos por usuario, lo que le da rienda suelta a la imaginación de quien decida interactuar con más de una persona al mismo tiempo. A diferencia de las redes sociales más populares donde hay un ojo omnipotente y ubicuo que supervisa lo que se publica, en la app no existe tal inspección. En Venezuela, pequeña Macondo en fuego, usuarios difunden desde videos pornográficos hasta explícitas fotografías de accidentes de tránsito.

Más allá del morbo y el sadismo, la aplicación móvil permite una visión de 360 grados de las miserias y vivezas criollas a más de la mitad de la población con celulares inteligentes. De acuerdo con el periodista especializado en informática y Telecom, Fran Monroy, WhatsApp es la más usada. “Entre 50 y 60% de usuarios debe tener”. El ciberespacio refuerza la cotidianidad caribeña inundada por la inseguridad desbordada, por los altibajos del dólar paralelo, por la escasez de productos de la cesta básica, y el criollo se ha visto en la necesidad de tomar las riendas —al menos en su pequeño mundo cibernético.

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María José Chávez no tiene muchos grupos de WhatsApp, pero más allá de las distracciones que le pueden brindar las conversaciones grupales con los suyos, cuenta con un “grupo de la urbanización en el que se maneja todo el tema de la seguridad”. Un paso delante del hampa, Chávez se entera de robos, atracos y demás altercados que acontecen en Santa Eduvigis. “Allí nos enteramos si se han metido en casas y apartamentos de la zona, además de datos preventivos. También se cuadran las reuniones para hablar del tema”, explica la diseñadora gráfico. El recuento de los hechos de su comunidad los tiene a un toque de distancia con noticias prácticamente personalizadas en su dispositivo, todo gracias a plan de datos móviles y las colaboraciones de casi cien personas que alimentan la conversación.

La prevención ante fechorías es un tema recurrente entre conjuntos residenciales y calles cerradas. Ingrid Manzo tiene dos años enterándose de lo que sucede en los no más de 500 metros de asfalto entre la última calle ciega de su urbanización hatillana y la caseta de vigilancia. “El grupo se creó para que los vecinos estuvieran enterados de lo que pasaba con la seguridad, sobre todo con el tema del secuestro —tan extendido. Hay gente que se queja porque no quieren tanta información de otras calles de la zona, pero así uno se entera de todo y ya sabe cómo actuar, por dónde no meterse”, explica el ama de casa. Su primera y única conversación de WhatsApp la mantiene alerta, con las pilas puestas ante el peligro.

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Así como se persigue la seguridad de la comunidad con datos, consejos y sucesos que prever, los mensajes que por allí se transmiten pueden llegar a las manos equivocadas, traspasando los límites de la conversación grupal. Salvaguardar las contraseñas, números de cuenta y direcciones es cada vez más pertinente en un mundo de hackers y piratas. Sin embargo, Monroy derriba las creencias populares de la filtración de información y afirma que la culpa no es ni de WhatsApp ni de la vaca. “El inseguro no es el software sino el usuario, si no sabe lo que hace se puede llevar un tortazo. Del 1 al 100, WhatsApp es 97% seguro. Una conversación no puede interceptarse, al ser teléfonos táctiles es más difícil agarrar un patrón y tienen una estructura de seguridad que no puedes sabotear”, destaca. Mientras el celular con la mensajería instantánea no sea robado y su dueño se convierta en parte de las estadísticas, nadie salvo los miembros del chat poseerá la data.

Mensajes en cadena inundan los chats de la aplicación, solicitando desde las medicinas más escasas hasta un golpe de Estado, sin importar el fin último del grupo. El copiar y pegar es una de las formas más sencillas de transmitir chismes y comunicados. Luis Pineda vive con ello todos los días en el bolsillo de su pantalón. Cerca de cien personas —muchos “amigos de toda la vida”— con distintas coordenadas nacionales le dan un panorama general de lo que sucede en el país en tiempo real. Desde su perspectiva, “a la gente parece no interesarle artículos o reportajes, sino saber lo que dice el pran El Picure o cuántas granadas lanzaron, no el premio que se ganó Rafael Cadenas, por ejemplo”, explica el comerciante. Los ocho meses que lleva en el grupo le mostraron la desinformación que puede circular por medio de estas conversaciones multilaterales. Lo rodea y lo desquicia. “A veces veo que se vuelven locos pasando información que no es, vieja o repetida y la gente los desmiente. No sé si es la situación socioeconómica y política que los lleva a desesperarse”, se lamenta.

Dar el pitazo de qué, dónde y cuántos bienes alimenticios por persona se pueden conseguir en los anaqueles caraqueños no es información que se da ni se toma a la ligera hoy en día. A Ana Carolina Carmona le funciona las colaboraciones informativas de sus colegas contadores en su grupo del trabajo. “Al principio, surgió para enterarnos de los rollos de las guarimbas, pero ahora lo usamos para ver dónde están los productos”, explica. No le molesta que su iPhone suene repetidas veces con tal de hallar café o azúcar. Las comunicaciones en tiempos de desabastecimiento van cada vez más al grano: el pan regulado de cada día.

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Entre fotos y videos de viajes, Chávez también hace lo mismo en su conversación grupal familiar. El éxodo la ha obligado a mantenerse en contacto con sus seres más queridos, regados alrededor del mundo, por medio de fotografías, videos y audios. Las noticias publicadas en estos chats trascienden continentes y océanos. La sangre llama a la unión cibernética para contar hasta el nacimiento del nuevo miembro del clan. No faltan los chistes, las noticias, ni los populares memes. Escuchar la voz del interlocutor está sobrevalorado en los grupos de WhatsApp, donde el cara a cara se convierte en el recibido y leído y el doble check azul sustituye una mirada a los ojos.

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