Opinión

Colombia: la República de Dudamel

La clave para el título fue el respeto que tiene la figura de Dudamel en Colombia. Es comentarista de la televisión en las eliminatorias mundialistas. Es una figura elevada por encima del resto y el futbolista también lo avala, por eso su mensaje fue bien captado por un plantel que tenía a un “enfant terrible” como máxima figura: Teo Gutiérrez

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Rafael Dudamel
EFE

Recuerdo cuando compartimos staff en Directv Sports Venezuela. Yo era narrador y él era el analista. Fuimos a Colombia a transmitir desde el Metropolitano de Barranquilla el choque entre ese país y Venezuela por la Eliminatoria Mundialista de Brasil 2014.

Apenas pusimos pie en el aeropuerto de El Dorado, de Bogotá, acompañábamos a un rockstar. Todos querían una foto con él, mujeres y hombres se acercaban para saludarlo, para aprovechar la oportunidad única de retratarse con él. Siempre amable y con una sonrisa, Rafael Dudamel disfrutaba inmensamente pisar territorio neogranadino. Nadie era indiferente con él: sabían de quien se trataba y de lo importante que ha sido en el fútbol de Colombia.

Llegamos al aeropuerto de Barranquilla y pasaba lo mismo. He compartido con Humberto Turinese staff, un gran comentarista muy reconocido en el país, pero de verdad nunca viví lo que con Dudamel en Colombia. Fuimos a un centro comercial en la ciudad costera y todos se le acercaban. En la tienda Arturo Calle el chamo que lo atendía lo hacía con un agrado enorme de saber que estaba ante uno los más grandes futbolistas que había pasado por aquel país.

En la noche previa antes del partido, fuimos a un bar a tomar algo. “Rafa, gracias por ayudarme; no sabes cuánto gané con aquel título que le diste a Cali en 1998”, le dijo un hombre con los ojos llorosos a Dudamel, brindando a todos los que acompañábamos al hoy técnico campeón del fútbol colombiano. Los colombianos lo adoran.

Las primeras impresiones en televisión luego de levantar el décimo título del Deportivo Cali en su historia, van llenas de eso. Recordó a los venezolanos, a la gente que ama de aquí, a sus hijas (Amanda, la mayor, lo hizo inmensamente feliz hace tan solo unos días al convertirse nada menos que en Miss Venezuela), pero primero había dicho algo clave: “A toda la fanaticada del Cali, gracias por hacerme sentir querido”.

Y es que los últimos años de Dudamel han sido tormentosos. Hasta la corona de Amanda, no sabía lo que era una alegría desde que Venezuela obtuviera el subcampeonato del mundo con la Sub 20 en 2017. Desde entonces, un espiral negativo de conflictos con los federativos acabó con su renuncia a la selección nacional. Un baño de alegría en Belo Horizonte le recibió para luego execrarlo de tierras brasileñas en aquella experiencia en Atlético Mineiro.

Lo intentó de nuevo en Chile, con Universidad de Chile, uno de los más grandes del país austral y las llamas del infierno del descenso tocaron a las puertas. Una catástrofe de la que se responsabilizó al técnico venezolano, que encontró en Colombia, su amada Colombia, refugio. Desde hace ya unos años radicado en Cali, la ciudad en la que vivió la gloria con el Deportivo, alcanzando una final de Copa Libertadores, por fin pudo tomar las riendas de su amado equipo azucarero.

Y después de tantos sinsabores que pudieron comprometer su carrera en los banquillos, vino un vuelco de 180º: agarró al equipo en la posición 15 del campeonato y al final lo llevó a ser de nuevo campeón. Una hazaña gloriosa, que lo encumbra como una de las figuras más rutilantes no solo en el equipo caleño sino en el fútbol colombiano, al ser uno de los muy pocos que se convierten en campeón como técnico y jugador.

¿La clave? El respeto que tiene la figura de Dudamel en Colombia. Es comentarista de la televisión en las eliminatorias mundialistas, una labor que no solamente obedece a su buen desenvolvimiento con los micrófonos sino a la santa palabra que respetan en cuanto a sus opiniones en el vecino país. Es una figura elevada por encima del resto y el futbolista también lo avala, por eso su mensaje fue bien captado por un plantel que tenía a un “enfant terrible” como máxima figura: Teo Gutiérrez.

Me alegra que luego de tantas desazones, hoy viva la alegría de ser campeón en donde más lo quieren y aprecian. Nada más hermoso que ser querido, respetado y reconocido y justamente en la ciudad que hizo grande su nombre, hoy aterriza en un avión donde trae el trofeo más preciado por una ciudad tan futbolera como salsera.

Este final tuvo un término feliz. Ahora vienen nuevos retos, seguramente en la misma tierra que hoy lo idolatra, más que donde nació y aunque hoy los venezolanos nos sintamos orgullosos porque un paisano ha sacado campeón a un equipo, sabemos que él lo siente y lo vive como si fuera en su casa.

Colombia es Dudamel.

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