Venezuela

Cuarentena, día 5: caraqueños buscan comida en Petare

Los pobladores de esta parroquia, al igual que miles de otros caraqueños, salieron este viernes desde temprano para abastecerse de alimentos. En varias partes de la capital se evidenciaba mucha actividad tratándose de una urbe bajo confinamiento

Petare
Daniel Hernández
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Cerca de la estación del metro de Petare, en el este de Caracas, centenares de personas se mantenían en la calle este viernes 20 de marzo, quinto día de la cuarentena en Caracas y cuarto nacional. La medida ordenada por el régimen de Nicolás Maduro intenta contener la propagación del coronavirus en Venezuela.

Estas personas humildes hacían filas en comercios a cielo abierto en las cercanías de la redoma de la populosa parroquia Petare.

Intentaban comprar alimentos antes del mediodía. Plazo fijado por la Guardia Nacional y la Policía Nacional para mantenerse en la calle y abastecerse en los comercios formales.

Según estudios de opinión, como los la firma Delphos, más de la mitad de los venezolanos dependen de la informalidad, de lo que hacen en el día a día.

Petare es una síntesis de este comercio básico, que mantiene en movimiento un sector de Caracas donde viven más de medio millón de personas en varias barriadas de empinadas calles y veredas. Allí no llega el agua corriente, no hay saneamiento básico, ni transporte público constante.

Se acaba la calma

El ambiente era tenso en la mañana del viernes.

Con un megáfono, un coronel de la Guardia Nacional advertía que por «decreto presidencial» había restricción de movimiento, cuarentena. Agregaba que las personas debían comprar sus cosas de forma ordenada y después marcharse a sus casas. (Minutos más tarde ese sereno oficial de apellido Contreras intervino para salvar al equipo de El Estímulo de un ataque de paramilitares, llamados en Venezuela colectivos y que dicen defender “la revolución” chavista) .

Piquetes de la Policía Nacional, de la Policía Municipal de Sucre y de la Guardia Nacional restringían el paso de vehículos hacia Petare y trataban de ordenar el flujo de peatones.

“En algún momento habrá que tomar otras medidas», dijo a El estímulo un policía en uno de los piquetes.

“Algo como un toque de queda”, agregó.

Se quejaba de que las personas, en general, no prestan atención a las recomendaciones de los uniformados.

Frente al hospital Pérez de León, en la avenida Miranda, algunas personas esperaban entrar a hacer diligencias. Casi todos querían ver a sus enfermos, afectados con dolencias comunes.

Algunos propagaban rumores. Pero la verdad es que allí no se atienden casos sospechosos de la temida Covid-19.

La capital, ¿desabastecida?

La parroquia Petare se mantenía medianamente activa la mañana del viernes. Los vecinos temen que la cuarentena dificulte el abastecimiento de Caracas, porque el gobierno podría racionar más la gasolina que mueve a los camiones de suministros que cada día ingresan desde el resto del país.

Varios estados donde el combustible ya era escaso, restringen la venta a vehículos oficiales, lo que hace tener que comerciantes y agricultores no puedan seguir dando su aporte para enfrentar la cuarentena.

“No tengo gasolina para ir a la finca a llevarle alimentos a los trabajadores”, se quejaba vía telefónica un joven productor del estado Guárico, uno de los graneros del país.

“Y solo conseguimos 80 litros de gasoil (diesel) para mover los tractores. No hay gasolina ni para las bombas de regar”, advertía.

No hay razón para el pánico

Los habitantes de Petare, que tienen familiares en el resto del país, conocen de esas limitaciones. Algo además logran saber a través de las redes sociales, en mensajes distorsionados y poco claros.

Pero, en general, en Petare había suficientes alimentos para quien pudiera comprarlos. No hay razones concretas para el pánico, pese a que «el miedo es libre», decía un testigo.

“El desabastecimiento es preocupante, sabemos que no hay distribución de gasolina. No sabemos si van a venir los mercados populares a cualquier zona de Caracas”, replicaba a El Estímulo una vecina que hacía rodar su carrito de compras.

“Tampoco podemos trasladarnos. La situación es preocupante, porque tampoco se siente que haya un plan de contingencia de parte del Estado, sobre todo de las fuerzas militares. Hay un descontento muy grande”, dijo esta ama de casa de El Llanito, cerca de Petare.

“Usen guantes, báñense, lávense, lleguen a su casa”, recomendó.

El Estímulo pudo constatar que los camiones de comida y otros suministros que llegan a Caracas circulan sin problemas.

En el antiguo peaje de Tazón, en la salida sureste de Caracas, a mediodía varios camiones regresaban al interior del país después de haber dejado sus cargas en el mercado mayor de Coche, que surte a varios mercados periféricos de la ciudad.

Varios clientes salían con provisiones del enorme lugar, ubicado a unos 10 kilómetros del antiguo peaje.

Pero ya este viernes había menos personas circulando, en comparación con el inicio de la cuarentena.

Dependientes y en depresión

La emergencia del coronavirus ha puesto en vilo a un país que depende de las importaciones, que está en quiebra financiera, con la economía en una profunda depresión que ya lleva cinco años y que, además, enfrenta sanciones internacionales impuestas a sus gobernantes por Estados Unidos.

Los venezolanos saben mucho de escasez, de largas colas y de hiperinflación. Es por eso que temen más a los efectos de la cuarentena que al propio Covid-19.

“No nos matará el virus, nos matará el hambre”, decía un joven menesteroso abordado en la avenida Intercomunal, en Coche, mientras cargaba una rama seca que usará como leña.

El joven caminaba frente al Hospital Periférico de Coche, uno de los centros de salud designados por el gobierno como “centinelas”, para enfrentar la epidemia.

Pero el Periférico está cerrado por remodelaciones y todavía no se sabe cuando abrirá sus puertas para atender siquiera emergencias, dijeron fuentes en el lugar.

Quédense en sus casas

En varias partes de Caracas había mucho movimiento para ser un país en cuarentena.

Algunos camiones con parlantes recomendaban a la gente regresar a sus casas, lavarse las manos, usar mascarillas, evitar contactos sociales.

Los bloqueos en autopistas y avenidas provocaban pequeños congestionamientos de tránsito inclusive ya comenzada la tarde.

Algunos autobuses de transporte público circulaban con pasajeros protegidos con tapabocas improvisados con pañuelos, franelas (remeras). Otros tenían los de verdad, de uso sanitario, que son extremadamente caros y escasos.

Incluso unas pocas prostitutas, protegidas con tapabocas, todavía hacían punto en la avenida Las Acacias, de La Florida, una zona residencial del municipio Libertador, en el lado oeste de Caracas.

El metro seguía funcionando en muchas estaciones, solo para personas en sectores exceptuados es decir que trabajan en sectores alimentación, salud, servicios básicos, comunicaciones y telecomunicaciones.

Los vendedores ambulantes seguían en algunas calles, las persistentes pilas de basura seguían acumuladas en la avenida Intercomunal de El Valle, al sureste de la capital, al igual que a comienzos de la semana.

Uno que otro camión recolector de basura fue visto por ahí, saliendo de Caracas bien repleto.

Pero ya cerca de las 5:00 pm quedaba mucho menos gente en las calles y menos vehículos circulando. Caracas se cubría de un manto de silencio.

Una extraña sensación de libertad

Una de las novedades que ha dejado la cuarentena es que los militares parecen haber recapacitado un poco en torno al papel de la prensa en situaciones como ésta.

O tal vez siguen órdenes superiores.

Tras 20 años de ataques a los medios y los periodistas, es sorprendente cómo una identificación de prensa ayuda a recorrer calles con tráfico restringido.

También ayudó a abastecernos de gasolina en una estación de servicio destinada solo para oficiales del gobierno y personal sanitario.

También nos ayudó a que, de una manera oportuna, el coronel Contreras, de la Guardia Nacional, hiciera que se calmara una veintena de sujetos vestidos de negro, de los temidos “colectivos”.

Estos paramilitares, con armas escondidas bajo su ropa, intentaron arrebatarle a la fuerza la cámara al fotógrafo Daniel Hernández y amenazaron violentamente al equipo de El Estímulo. Todo por haber fotografiado el interior de un mercado improvisado, bajo techo, donde vendían verduras.

La prensa, así como el personal sanitario y los cuerpos de seguridad, deben tener libre tránsito, según el decreto oficial que rige la cuarentena, replicaban los oficiales que enfrentaron a los paramilitares vestidos de civil y oyeron el testimonio de los periodistas.

Estaban tomando fotos, haciendo su trabajo, dijeron los uniformados.

En medio de esta coyuntura, en efecto, la prensa tiene el papel de informar y crear conciencia entre los venezolanos del verdadero peligro y de la naturaleza de esta situación inédita.

Tan inédita, que ha permitido a los periodistas hacer su trabajo en la calle por algunos momentos, algo a lo que la mayoría de la prensa libre ha estado desacostumbrada durante años de agresiones y ataques, físicos y verbales.

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