Cultura

"Downton Abbey: A New Era", aire fresco para el cine más sofisticado

En un mundo cinematográfico lleno de superhéroes, franquicias de acción y visiones experimentales de terror, "Downton Abbey: A New Era" de Simon Curtis es toda una rareza: una celebración a un tipo de humor y buen hacer narrativo que sorprende

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Downton Abbey

En medio de los estrenos de películas con viajeros multiversales, franquicias espaciales, monstruos con un considerable comentario político, la sencillez despreocupada de “Downton Abbey: A New Era” de Simon Curtis es toda una curiosidad. Una que destaca por no provenir de una saga exitosa, un best sellers de éxito o en el mejor de los casos, una saga televisiva escandalosa. El mundo del clan Crawley es lo que es: una visión ingeniosa, irónica y amable sobre la realeza inglesa. Y no intenta ser mucho más que eso.

No obstante, la serie -y ahora la saga cinematográfica creada por Julian Fellowes- esconde bajo sus diálogos rápidos y bien construidos y magníficos escenarios, un subtexto de reflexión de sorprendente riqueza.

La historia, que abarca varios hilos narrativos a la vez y en especial el recorrido de Inglaterra a través del terreno resbaladizo de la Primera Guerra Mundial, es una exploración ingeniosa del amor, los vínculos familiares y el privilegio de clases. Incluso, se atreve a ponderar sobre el nacionalismo, el racismo y la homofobia, en medio del juego de espejos de bailes opulentos, cenas con invitados de talla histórica y la connotación de la riqueza como línea que separa los mundos de sus personajes. Pero a lo largo de seis temporadas, Fellowes cuidó de que la serie fuera una curiosa combinación de sencillez, buen gusto y sofisticación argumental. Para sus ya emblemáticos últimos capítulos, la ficción televisiva dejó abierta la puerta para un recorrido más ambicioso de sus obsesiones favoritas y rostros más populares.

En el 2019, la historia de los Crawley dio el salto a la pantalla grande con el film “Downton Abbey”, dirigido por Michael Engler. La producción retomó las principales historias, escenarios y peculiaridades de su versión televisiva con mano precisa y una brillante concepción sobre la continuidad. El resultado fue un inesperado éxito de taquilla y un revival inmediato a la serie, convertida por entonces en fenómeno mundial gracias a su inclusión en el catálogo de Netflix.

Lo más sorprendente de la primera incursión de la trama en el cine fue su negativa a ceder espacio a la espectacularidad del blockbuster y de hecho, crear su propio lugar en medio de un panorama cinematográfico específico. Mientras “Avengers: Endgame” abarrotaba las salas y se convertía en un fenómeno cultural, “Downton Abbey” apeló a su público natural y triunfó.

Lo hizo, además, dejando en claro de manera muy directa la capacidad del cine destinado a un paladar más sobrio, para aglutinar público y anotarse pequeños -pero relevantes- triunfos en boletería. La combinación de ambas cosas, allanó el camino a una secuela. Pero apuntaló la idea de que las pequeñas producciones destinadas a nuevas experiencias cinematográficas, todavía podían sobrevivir a las franquicias, sagas, secuelas y reboots.

“Downton Abbey: A New Era”, un sofisticado giro de tuerca

En su revisión cinematográfica, “Downton Abbey” tomó varias decisiones brillantes. Para comenzar, durante el primer largometraje estrenado en el 2019, la concepción de la aristocrática familia británica se amplió y profundizó. Eso sin perder su personalidad y en especial, la sensación de que dos dimensiones distintas de la misma historia ocurren bajo visitas reales, discusiones sobre el futuro de una Europa inestable y por supuesto, intrigas amorosas y filiales.

Uno de los puntos más altos de la primera película fue conservar la personalidad de un argumento basado en su amable concepción de los grandes temas. Buena parte del film insiste en recorrer el mundo de los Crawley, pero también lo que ocurre más allá de él. Hacerlo, además, con una impecable colección de referencias a grandes y pequeños detalles históricos, que dotaron al guion de un profundo sentido de la identidad.

Downton Abbey

Para su regreso a la gran pantalla, la historia de “Downton Abbey” se hace incluso más intuitiva y sofisticada en su forma de narrar un tiempo idílico, que en ocasiones muestra sus partes más oscuras. La segunda incursión cinematográfica de la serie encuentra un terreno fértil en el cual explorar su acostumbrado tono mesurado y su visión curiosa del privilegio, la riqueza, la pérdida y el poder.

Y mostrar, además, las pequeñas y notorias grietas de un estilo de vida anticuado que comienza a pesar sobre los hombros de sus personajes. En esta ocasión, no obstante, la historia profundiza en espacios novedosos y la dirección de Simon Curtis le brinda un renovado brillo. Porque, aunque, en esencia “Downton Abbey” no varía su fórmula, en realidad se trata de un riesgo argumental que renueva la naciente franquicia por completo.

Nuevos vientos, nuevos rostros

El mundo de los Crawley se enfrenta al hecho de sostenerse — o sobrevivir — al cambio de los paradigmas de clases y relevancia social de una nueva época pragmática. Pero además de eso, plantea ideas sutiles, de considerable interés y curiosamente atemporales. La noción del poder vinculado a la sangre, de la pobreza como una percepción brumosa de la carencia o incluso las conexiones familiares basadas en una idea complicada sobre el individuo, se reinventan para una nueva historia. Pero además de eso, hay una reconstrucción de la estampa ideal de la familia noble, rodeada de un grupo de sirvientes de personalidad formidable.

La fórmula, que podría haberse desgastado con el correr de la década, se transforma gracias a la habilidad de Fellowes (a cargo del guion) para encontrar piezas nuevas sobre las cuales elucubrar. Si en la primera película la gran pregunta a responder era cómo podrían los Crawley luchar contra la evolución de la idea de la sociedad a la que pertenecen, la segunda lo responde con habilidad y sutileza. Y hace algo más interesante: reinventa el hecho de la familia Crawley como parte de su contexto, cultura y vínculo con la historia local que le rodea.

Toda la trama se desarrolla con la percepción esencial acerca del cambio. La posible muerte de Lady Violet (una brillante Maggie Smith) desencadena la concepción sobre la percepción de que los Crawley deben adaptarse. Crecer, ampliar su capacidad para entender el mundo. Y el fenómeno ocurre en la medida en que la trama transcurre en una brillante conexión de ideas. “Downton Abbey” — como argumento — se traslada al futuro y su segunda película permite que ese tránsito sea una especie de elemental reconstrucción de la identidad y el tiempo.

“Downton Abbey: A New Era” es la demostración del poder de un tipo de cine sutil, bien hilvanado y mejor narrado que parece haber perdido espacio en las últimas décadas. No obstante, el regreso de los personajes de Fellowes a la pantalla grande demuestra que todavía hay espacio — e interés — en las pequeñas y grandes intrigas de los personajes que reflejan el transcurrir del tiempo sobre lo benigno.

Sin batallas galácticas, poderes asombrosos o viajeros multiversales, “Downton Abbey: A New Era” logra lo que parece imposible: recordar que hay otro extremo del cine —más discreto, rico y exuberante— que, contra todo pronóstico, también sobrevivió a la pandemia.

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