Opinión

El chavismo profundizó una destrucción que había comenzado antes

Bajo la categoría de desdemocratización se ha comenzado a reflexionar con una mirada de largo plazo sobre por qué Venezuela llegó al nivel actual de deterioro político e institucional. Qué fue lo que ocurrió en este país, que hace cuatro décadas era puesto como ejemplo de un modelo democrático, en medio de una Sudamérica regida por gobiernos militares.

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La pregunta con la que se inicia la magistral novela Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa, nos sirve de pretexto. La compleja y multifacética crisis que vive nuestro país es cada vez motivo de lecturas que abarcan más allá de la era chavista. Parafraseando lo escrito por el nobel de literatura, en realidad podríamos preguntarnos si fue con la llegada del chavismo al poder que se jodió Venezuela.

Un foro de análisis reciente, organizado por la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, contó con la mirada de académicos venezolanos radicados en otros países, analistas que siguen dentro de Venezuela y lo que podríamos llamar venezolanistas, estudiosos del país sudamericano interesados solamente en éste como objeto de estudio.

Bajo la categoría de desdemocratización se ha comenzado a reflexionar con una mirada de largo plazo sobre por qué Venezuela llegó al nivel actual de deterioro político e institucional. Qué fue lo que ocurrió en este país, que hace cuatro décadas era puesto como ejemplo de un modelo democrático, en medio de una Sudamérica regida por gobiernos militares. Hoy, en tanto, está a la cola de los diferentes índices especializados en libertades, democracia y estado de derecho.

Una reseña del foro, del cual he sido coorganizador junto a mi colega Tomás Straka, puede leerse en este link. En estas líneas revisaré lo que considero los aspectos más resaltantes del desmontaje democrático que ocurrió previo a la llegada de Hugo Chávez al poder. La irrupción del comandante al frente de un fallido golpe de Estado en 1992, la espontánea conexión de muchos venezolanos de a pie con aquella figura golpista y no con el jefe de Estado que defendía las instituciones, junto a la inaudita alineación de actores del sistema político bipartidista con lo que postulaban los militares que se alzaron en armas, constituía una clara señal de que vendrían tiempos tormentosos.

La estampa de febrero de 1992 es muy simbólica de la crisis que abrió cause al outsider que tenía un discurso de que cambiaría todo y que lo haría de forma radical. El entonces presidente Carlos Andrés Pérez logra sortear el golpe de Estado, pero simbólicamente resulta ganador Chávez. Por un yerro que ningún militar del alto mando de entonces explicó, el comandante que se había alzado, pero que ya estaba rendido, recibe la oportunidad de dirigirse al país por todo el sistema de televisión. Es un mensaje breve, pero poderoso.

En aquel carnaval, en las calles de Caracas, muchos niños fueron disfrazados como el comandante rebelde Hugo Chávez. La frase de que estaba vencido “por ahora” y su decisión de dar la cara y asumir personalmente la derrota, terminaron por catapultar a Chávez en materia de opinión pública. Pasó de ser un total desconocido a ser la figura que se conectaba con el deseo de cambio que se venía fraguando ya en el país.

En enero de 1988, cuando se cumplieron los 30 años del sistema democrático, un número especial de la revista SIC, editada por el entonces políticamente muy influyente Centro Gumilla, desnudó una serie de problemas de fondo que el modelo político-institucional no había podido resolver. Tras pasar por una década de los 1970 en lo que se conoció como la “Venezuela Saudita”, por el boom petrolero que comenzó en 1973, la imagen era de la resaca en la década siguiente. El país quedó con una enorme deuda externa; la educación y la seguridad social públicas hacían aguas; la mayoría de los venezolanos estaban ya en la pobreza.

En 1958 se puso fin a la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez. Las fuerzas armadas le quitaron el respaldo, en medio de un clima de protestas, movilización social y rechazo al régimen. Tras huir el dictador, regresó al país como muchos otros exiliados el ya veterano Rómulo Betancourt, primer presidente electo que logra concluir su mandato en Venezuela.

Pese a que Acción Democrática, el partido que había fundado en 1941, era la primera fuerza nacional, durante su exilio Betancourt aprendió sobre los errores de su sectarismo en los 1940. En aquel 1958, en tanto, logró tejer un pacto que no sólo incluyó a los otros dos partidos demócratas de referencia, el socialcristiano Copei y el centrista Unión Republicana Democrática, sino también a empresarios y sindicatos. Desde la revista SIC se le llamó “el pacto de conciliación de élites”.

La democracia pactada en Venezuela funcionó bien en sus primeros tres lustros. Garantizó el voto universal, promovió reformas sociales, ofreció educación pública y en líneas generales modernizó a Venezuela. El desbarajuste lo trajo el boom petrolero. Con presupuestos públicos que se multiplicaban por tres de un año al otro, se extendió la corrupción, al tiempo que se generaron expectativas de riqueza en diversos estratos sin que hubiese un mayor esfuerzo en la producción. Aquella riqueza mágica trastocó las cosas.

La clase política, que en los 1960 enfrentó diversos desafíos incluso la lucha guerrillera apoyada desde la Cuba castrista, y sorteó aquello con éxito, en los 1970 naufragó. No pudo responder ni política ni institucionalmente al manejo de tan ingentes recursos. Hacer política, en Venezuela, pasó a ser sinónimo de enriquecimiento.

Atascados en el esquema de cómo repartir la riqueza y manejar un estado petrolero, los liderazgos políticos pasaron por alto que el principal capital de un país es la población, su gente. Se distanciaron del pueblo, dejaron ellos mismos de ser pueblo, pese a que todos salvo contadas excepciones, tenía una extracción social popular.

Los 1980 es sinónimo de crisis en Venezuela. En 1983 se registra la primera devaluación de la moneda, el bolívar, y literalmente el Estado está en bancarrota. Una década después de haber nadado en recursos. Se vienen años de decadencia económica y caída de todos los indicadores sociales. En febrero de 1989 Venezuela es noticia internacional cuando se registra el estallido social conocido como El Caracazo.

La destrucción de la democracia en Venezuela es responsabilidad del chavismo, de eso no hay duda. El punto es estar conscientes de que esa llegada de Chávez al poder, la conexión popular con su proyecto de cambios radicales, se hicieron posibles en la medida en que ya el sistema democrático estaba erosionado y erosionándose. Antes de 1999, lamentablemente, estaba en marcha la desdemocratización de Venezuela.

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