Cine y TV

El metalenguaje, la exageración y el juego de espejos en "The Matrix Resurrections"

Lana Wachowski tomó la decisión de regresar al mundo que creó hace más de veinte años y que se convirtió en fundamental para la ciencia ficción cinematográfica actual. Lo hizo, a través de la inevitable nostalgia. Pero también, se atrevió a algo más. Con un instinto preciso para la desconstrucción, tomó la mitología que había creado junto con su hermana Lily y la devastó hasta los cimientos. Solo para después construir algo desconocido, novedoso y complicado de entender a primera vista. The Matrix ha vuelto, pero también, las grandes preguntas que engendra, lo que, sin duda, es parte de algo más importante de lo que podría suponerse

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matrix resurrections

La primera hora de The Matrix Resurrections es tan audaz como provocadora. Se trata de uno de los experimentos más directos sobre el metalenguaje cinematográfico que se haya llevado a cabo en los últimos años. A esa envergadura y en especial, con ese sentido del doble discurso, la crítica y lo subversivo. Por supuesto, algunas ideas son demasiado frágiles para sostenerse con facilidad. Mucho menos, para poder mantenerse a ese nivel de energía y elocuencia por mucho rato. Pero Lana Wachowski lo intenta. Lo hace con un afán inteligente y mordaz que termina por ser burlón. Y de hecho, deja claro que este reboot, que es a la vez secuela y también, una sofisticada exploración a un mundo más amplio, no será fácil de digerir. Ni espera que lo sea.

Para comenzar, Wachowski se toma el atrevimiento de crear una película separada e independiente de la robusta mitología en la que se sostiene. De modo que el primer gran mensaje de The Matrix Resurrections es que The Matrix, como concepto, evolucionó a algo por completo nuevo. Esta vez, Thomas Anderson (Keanu Reeves), es un rostro entre la multitud. Un hombre capaz de representar a la mayoría, aletargado y sumergido en la vida corriente. Si el Neo de la película original era una anomalía, el Anderson que resucita en esta nueva versión de la simulación va de un lado a otro sin hacerse más preguntas de las necesarias, sentado en un sillón de psiquiatra y obsesionado a la distancia con una desconocida. El primer punto que deja claro Wachowski es que sus grandes ídolos de la subversión están muertos. O al menos, aplastados y destrozados bajo el peso de su propio mito.

Pero todo se hace un poco peor. Porque de inmediato, el film aclara que todo lo que antes sorprendió de la saga The Matrix fue en realidad una fantasía. La Simulación de la simulación. Un estrato en las infinitas capas de la realidad. Que Morfeo fue una ensoñación, que la gran batalla épica por la especie humana fue la fantasía de un hombre abrumado por la soledad y el desarraigo. Y de pronto y en el momento más incomprensible, Wachowski hace algo más: muestra que toda nuestra fe en la rebeldía que The Matrix representaba, su poder y su solidez, fue una ilusión. La pastilla roja jamás existió, jamás fue parte de ninguna cosa. Nunca tuvo importancia real ni mucho menos, sostuvo discurso alguno.

Quizás, The Matrix Resurrections sea incómoda justo por eso. Inexplicable para los devotos, asombrosas para algunos cinéfilos. Porque no hay manera de clasificar la experiencia de deconstruir una saga en la primera hora de film que se niega a ser homenaje, que batalla contra la posibilidad de rendir tributo y que dinamita sus propias bases con gozoso sentido del despropósito. The Matrix es una imagen quebradiza, una ruptura en la realidad enfermiza. Un lugar en ninguna parte. Un espacio amplio en que todo carece de significado porque se le puede conferir a medida que avanza hacia lo desconocido.

Analizada desde ese punto de vista, The Matrix Resurrections es más complicada de asumir. En especial, para buena parte de los fanáticos que esperaban una inmersión total en la mitología o un recorrido novedoso por espacios oscuros de lo que planteó la ya clásica primera trilogía. Pero este juego de espejos, tiene mucha más ambición. ¿Fatua, frágil, incapaz de sostenerse? No es fácil celebrar o desdeñar a una película inclasificable en un primer vistazo. Mucho menos, cuando está construida y pensada para desafiar cualquier forma de analizarla de manera sencilla. Lana Wachowski decidió que la nostalgia podía ser un anzuelo, pero que, en realidad, lo realmente importante, era el trasfondo. Y ese es el punto real del valor de todo el discurso que sostiene a un film enorme, en ocasiones torpe, sin objetivo claro. Pero que tiene un real propósito: subvertir la norma de cómo contar el después de las grandes historias.

Los espacios lóbregos en la simulación 

En una de las escenas de The Matrix Resurrections, Anderson debate con un grupo de “creativos” sobre sus juegos de videos. Todos se basan en sus “sueños y pesadillas”, aunque claro está, no son otra cosa que fragmentos de la trilogía original. El guion utiliza el edulcorado recurso para plantear algo obvio: hay una continuidad interna, evidente e inevitable entre todas las películas de la saga.

La secuencia entera (incómoda por irrisoria, ridícula por amplia, blanda por inexplicable y al final, tramposa por sus dobles lecturas), plantea que estos recuerdos, son puertas abiertas hacia diferentes direcciones. También, una especial visión sobre el hecho de que este Anderson, perdió su cualidad mesiánica, anómala y poderosa. En realidad, el personaje es el mismo, pero deja claro que habitamos en otro lugar. Estamos en un espacio en el que debe enfrentar sus miedos a la vez, construir una perfecta conexión entre el pasado, el presente y el futuro de lo que sea espere a la historia.

También, desde sus primeros minutos, The Matrix Resurrections deja claro que el tiempo ha transcurrido. No sólo en la historia que está a punto de contar, sino en la vigencia de su simbolismo. La película retoma el brillo radiante y engañosamente inocente de las últimas imágenes de Matrix: Revolutions y las utiliza para plantear algo claro. Resurrections es una continuación — formal y en espíritu — de lo planteado por la película. A pesar de sus intentos para funcionar como una premisa independiente, el film depende en exceso de la saga como para serlo.

La producción tiene una peculiar necesidad de reconstruir su mitología desde los cimientos. Hacerlo, con cierta concepción sobre su grandeza que resulta exagerada en ocasiones. La directora y guionista, está muy consciente de la envergadura de su franquicia. También, del hecho que The Matrix Resurrections tiene el deber de justificar su existencia. ¿Por qué revisitar el mundo de The Matrix cuando ya todo estaba dicho?; después del sacrificio de Neo y Trinity, del regreso al mundo, ¿hay algo que añadir?

Cuando todo vuelve al punto de partida

The Matrix Resurrections ocurre después de Revolutions y de hecho, el guion se toma particulares molestias para dejar claro que han transcurrido sesenta años dentro del siempre cambiante mundo de la trama. De hecho, hay cierto aire melancólico en los pequeños fragmentos de información desperdigados en la primera media hora de película. Una que emparenta con la sensación no puede funcionar sin una lluvia de referencias constantes. La sensación es evidente: lograr entablar un diálogo entre The Matrix cinematográfica y algo más amplio. El universo de The Matrix está presente en la idea de su inevitabilidad y Lana Wachowski hace hincapié en eso, como si cada pieza de su historia fuera un homenaje. Y aunque el co guionista David Mitchell aseguró no era una secuela, en realidad lo es.

La película plantea el hecho de incluir dentro de su trama cada vez más densa y repetitiva, la trilogía original. El guiño a los grandes momentos es inevitable, pero también, el hecho que el argumento dispuesta incorpora cada elemento que hacen reconocible la saga. Quizás, el punto más débil de The Matrix Resurrections sea el hecho que hay algo levemente superfluo en su empeño por repasar lo ya narrado.

Su mirada hacia la mitología de la saga no es enriquecedora ni tampoco innovadora. Se trata de un repaso que el guion lleva a cabo con exceso de pretensiones. Como si tratara de empeño impaciente por llegar al centro de la historia, el guion de Wachowski avanza con torpeza. Pero aún más preocupante, con una percepción sobre su envergadura casi desmesurada.

Un agujero de conejo en la mitad de un engañoso juego de espejos

Por supuesto, la saga Matrix siempre fue la medida de sus ambiciones y sin duda, la capacidad para usar las expectativas a su favor. En The Matrix Resurrections lo hace y además, espesa la atmósfera con la recurrente sensación que “algo” está a punto de ocurrir. Lo que se lamenta, es que cualquier fanático de The Matrix sabe que pasará y no hay mayor cambio en la fórmula. Cuando Anderson comienza a sufrir flashbacks y en especial, expresa en voz alta su incomodidad con lo que lo rodea, la película avanza con más rapidez.

Y lo hace directamente hacia el mundo misterioso que rodea a Anderson sin tocarlo. Obsesionado con Tiffany (Carrie — Anne Moss), la sensación que la realidad le engaña se hace sofocante. Mucho más, luego de sus horas de terapia y tomar las píldoras que intentan ¿contenerlo? El guion se toma un verdadero esfuerzo en crear el misterio y de hecho, lo logra. En sus mejores momentos, The Matrix Resurrections utiliza las insinuaciones a su favor. En especial, cuando Anderson llega a la encrucijada inevitable: ¿es real lo que ocurre?

Quizás sea la aparición de Morfeo (Yahya Abdul-Mateen II) el punto de ruptura más evidente con el tono de la película. Anderson recibe la pastilla roja que le libera y vuelve a ser Neo, en una escena de pesadilla sofisticada que no convence demasiado. Solo que esa percepción sobre el bucle temporal, pierde sentido y firmeza al caer en lo predecible.

De manera sorprendente, el film abandona la poderosa sensación de misterio, por una revisión más que obvia a The Matrix ’99. Lo hace además, sin dejar dudas que el recorrido ahora lleva una cierta contradicción a la línea central y un cambio de la base de su argumento. Pero también, es una capa sobre capa sobre ya conocido y visto.

Para su escena final, ya es más que obvio que Lana Wachowski tiene especial interés en que su universo siga siendo robusto y atractivo. Y para después de los créditos — sí, hay algo que decir en una secuencia misteriosa — el mensaje es directo. Matrix puede ser incluso su propia contradicción.

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