Energía y Petróleo

Arabia Saudita o el poder de manejar los precios del crudo a su antojo

Unas veces arrincona a sus competidores, sube o baja los precios a conveniencia y cuando falla el diálogo diplomático inunda el mercado de petróleo y derriba los precios. La pelea con Irán, nación a la que Occidente acaba de levantarle las sanciones, es en dos frentes: el petrolero y el religioso.

Publicidad

El mercado petrolero tiende a complicarse con el retorno de Irán con 500.000 barriles diarios de crudos, su anuncio de elevar posteriormente la producción a otro millón de barriles diarios y ejercer presión sobre la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), para recuperar su cuota de producción, de 4,8 millones de barriles diarios, idéntica a la que tenía Irak antes de que le aplicaran las sanciones por su programa nuclear.

Irán está de vuelta con los 3.500 millones de dólares que tenía congelados en los bancos occidentales, un acceso que no tenía con Estados Unidos, más los 5 países con los que estuvo negociando.

Antes del anuncio del desbloqueo dijo que abriría su industria al capital extranjero para explotar sus ricos yacimientos de petróleo y gas, que había prohibido en el pasado. Irán es el quinto país en reservas mundiales de hidrocarburos.

Altos ejecutivos de BP, Shell y Total han visitado Teherán y no negaron que iban en busca de negocios. Teherán, antes de que levantaran el bloqueo había pactado con China acuerdos de suministro y sociedades con empresas estatales chinas.

Pero lo que más irritó a Arabia Saudita e Israel, en hacer las paces con EEUU más los 5 países negociadores, son los activos iraníes no petroleros, como su amistad con Rusia, sus nexos con los movimientos del Hezbolá y Yemen, cierta influencia en el gobierno de Siria, además de su rechazo a ISIS. Estos vínculos pueden ayudar a EEUU, a componer sus relaciones con el paisaje político del Medio Oriente.

La situación de Irán con Arabia Saudita no ha cambiado, con más o menos intensidad después del fusilamiento del clérigo shí Nimr al Nimr. Es una enemistad de décadas tanto en el plano religioso como en el campo petrolero.

Antes de que fuesen levantadas las sanciones a Irán, Arabia Saudita ya le había quitado clientes como Polonia y Suecia, haciéndole grandes descuentos.

Los dos grandes colosos petroleros son también dos activos actores religiosos y bélicos del Medio Oriente, y cada uno encabeza una secta que se disputa la feligresía musulmana. El status actual de su guerra está en una fase de receso, pero en cuanto a petróleo, es activa.

El reino saudita considera que tiene un papel determinante y exclusivo en la fijación de los precios petroleros. Sus objetivos primordiales son llevar al máximo los ingresos por exportaciones petroleras, y extender la vida de sus reservas como sea posible. El precio no puede ser tan alto, como para alentar otras fuentes alternas, ni tan bajos para que el reino no pueda alcanzar una banda razonable de ingresos.

Arabia Saudita tiene una filosofía comercial de mantener una producción cerrada de 3 millones de barriles diarios, en previsión de cualquier interrupción de la producción, o de que algún productor dentro o fuera de la OPEP pretenda subir los precios, pero el reino no lo acepta cuando lo hacen otros productores.

La estrategia le funcionó cuando Irak y Kuwait fracasaron en su intento de colocar sus crudos en base a sus gigantescas reservas y producción cerrada. Después se quedó con los clientes de Irak. Con el derrumbe de Libia después de la caída de Kadafi, su mercado de crudos livianos dulces europeos, pasó a manos sauditas. No perdió la oportunidad del receso de Irán, para invadir su mercado en Europa.

Pero los saudíes lo han hecho en varias ocasiones. En 1988 inundó el mercado y tumbó los precios. Lo está volviendo a hacer desde finales de 2014, para destruir lo que Riad considera el petróleo caro o marginal.

Ese petróleo caro es el esquisto de Estados Unidos, unos 3,5 millones de barriles de barriles diarios de crudos, incorporados al mercado en menos de 4 años. Son el petróleo de Canadá, que le ha quitado un importante mercado de EEUU, las perforaciones costa afuera (golfo de México, Mar del Norte, y profundidades de las costas de Brasil), que representan el 10% de la producción mundial (el planeta consume 94 millones de barriles diarios)

Arabia Saudita va a tener un duro adversario, porque los crudos de esquistos ya pueden salir al mercado a 35 dólares (por eficiencia y nuevos campos). La cercanía de EEUU a Irán (que fue su gran socio y guardián del Golfo hace 4 deéadas, durante el gobierno del Sha Reva Palevi) ha dicho que peleará por su mercado.

Hasta ahora, el plan saudita de acabar con los competidores ha sido una carrera en autopista y el pleito con los rusos es porque le quitaron un contrato gigante con China, de suministro de gas por 35 años, incluyendo la construcción de una tubería. Rusia puede dar la pelea porque tienen pozos rendidores.

Sin embargo, Arabia Saudita paga su cuota de precio para ser el principal suplidor de EEUU, porque ninguna otra economía mundial rivaliza con la estadounidense en crecimiento de importaciones petroleras. Aramco factura un descuento de 1 dólar por cada barril que exporta a EEUU y eso se traduce en un subsidio a los consumidores estadounidenses de 620.000 millones de dólares anuales.

A cambio, Estados Unidos despliega sus fuerzas militares y navales en el Golfo Pérsico, que por supuesto, es muy oneroso. Esto incluye no sólo el territorio, sino la protección a la casa de Saud.

Durante la operación “Tormenta del Desierto”, las tropas aliadas hicieron una larga operación envolvente por el desierto, que despistó a las tropas de Sadam Hussein, para reaparecer por la retaguardia frente a los tanques iraquíes, que fueron vencidos en una semana.

Cualquier análisis que se haga del mercado petrolero no puede prescindir del dogma saudita, de que deben tener el predominio energético del mercado, subiendo o bajando los precios, porque es el destino de la Casa de Saud.

Publicidad
Publicidad