Economía

¿Cómo recuperar la gobernanza de una economía desquiciada?

En 2013, la economía venezolana comenzó a desacelerar su ritmo de actividad para entrar luego en una reiterada contracción. Desde 2014, la disminución del PIB llega a 34%. Al comenzar 2018, después de estos años de desaceleración y contracción, Venezuela se hunde en una profunda depresión económica, cuestión que explica el grave desabastecimiento.

Publicidad
BCV
Foto: Archivo | AVN | Wilmer Errades

A los severos índices de escasez se suma ahora la hiperinflación. En una economía que cada vez produce menos, la emisión de dinero sin respaldo para financiar el déficit de Pdvsa y otras empresas públicas, hace arder la inflación. Mucha plata detrás de pocos bienes dispara los precios. En 2017, el PIB cayó 12% mientras que la emisión de dinero primario creció 950%. Esto explica el incremento del INPC a niveles sin precedentes.
La creciente masa de dinero ejerce una permanente presión en la cotización del dólar paralelo que –como lo ha reconocido el propio gobierno- ha devenido en la tasa marcadora para la formación de precios. Según los cálculos que realiza la AN con la misma metodología del BCV, la inflación mensual en noviembre fue de 56,7% y en diciembre superó el 80%, para acumular 2.600% en 2017.
La combinación de la escasez y la hiperinflación disuelven el poder adquisitivo de los hogares y empobrece a la población. En lugar de atacar las causas que erosionan la capacidad de compra, el gobierno se ha dedicado a decretar trimestralmente aumentos del salario mínimo. Al ser mayor el alza de los precios en comparación con el aumento salarial, el ingreso real se deteriora. Nada resuelve ganar nominalmente más bolívares si realmente se pueden comprar menos bienes. La caída del consumo privado deprime la demanda agregada y esto empeora aún más la contracción de la economía. Las empresas cierran y el desempleo crece.
Aunque el Seniat informe el sobrecumplimiento de sus metas nominales, la hiperinflación también pulveriza el poder de compra de la recaudación fiscal, la cual no alcanza para cubrir todos los gastos del gobierno. Así se agrava el déficit del sector público y, al financiarlo con nuevas emisiones de dinero inorgánico, se cae en un círculo vicioso que se retroalimenta permanentemente.
La caída de los precios del petróleo ha deteriorado las cuentas del sector externo. A lo largo de 2017, la producción de petróleo se redujo en 440 mil barriles por día para cerrar el año en torno a 1 millón 830.000 barriles diarios. Por esta razón, se dejaron de percibir $6.000 millones.
En 2012 las importaciones fueron de $65.951 millones. En 2017 cayeron a $ 12.300 millones, apenas un 18,6% en comparación con aquel año. La escasez de materias primas, insumos, repuestos, maquinarias y equipos importados explica en gran medida el colapso de 34% que ha registrado el PIB desde el año 2014. El petróleo cayó de un promedio de $103,46 por barril en 2012, a solo $35,15 por barril en 2016. Disminuyó 66% pero el gobierno siguió pagando la deuda externa como si nada hubiese pasado.
En un contexto de restricción de divisas debido a la incontrolable baja de los precios del petróleo durante cuatro años consecutivos, la variable a controlar para compensar el derrumbe del ingreso eran los pagos de la deuda externa. Sin embargo, entre 2013-2017 -años de la desaceleración, contracción y depresión económicas-, Venezuela pagó $71.700 millones.
El gobierno priorizó los pagos de la deuda externa. Tanto así que, en 2016, año en que el petróleo se hundió a 20 dólares por barril y los ingresos por concepto de exportación apenas llegaron a $26.473 millones, de Venezuela salieron $16.041 millones para pagar el capital y los intereses de los bonos de la República y Pdvsa. Ese año se destinó 60% del menguado ingreso en divisas a pagar la deuda externa.
El monto que la República y Pdvsa tienen que pagar en los próximos 20 años asciende a $97.313 millones. Si se suman los compromisos con China y Rusia, la deuda comercial, las indemnizaciones sentenciadas por el Ciadi, el monto total de la deuda externa supera los $180.000 millones, equivalente al 100% del PIB 2017. Solo en pagos de capital e intereses de los bonos, el próximo gobierno tendrá que pagar en sus seis años de mandato $50.059 millones. Y no hay plata para pagar. Según el BCV, las reservas internacionales al cierre de 2017 cayeron a $9.700 millones. De cubrir 25 meses de importaciones en 2006, en 2018 el ahorro externo apenas alcanza para cubrir un mes.
En tales circunstancias, un programa de reformas económicas no se puede diseñar con base en medidas restrictivas que contraigan aún más la economía. Las clásicas medidas de ajuste fiscal, monetario, cambiario y de precios son totalmente contraproducentes e inviables en una Venezuela empobrecida, a la que no se le puede llamar otra vez a apretarse el cinturón. Más que un programa clásico de ajuste, lo que Venezuela necesita es un programa de estabilización económica con bienestar social.
Los problemas más importantes que agobian a la sociedad venezolana son la escasez y la hiperinflación. Si no se sincroniza la solución de estos problemas, será imposible recuperar el ingreso real de los hogares y desactivar la bomba de tiempo social en la que el país está montado. Pero sin renegociar los pagos de la deuda externa será muy difícil sofocar la hiperinflación y superar la escasez. La renegociación de la deuda externa es un imperativo para liberar los recursos que permitan levantar la producción de Pdvsa y reactivar la economía.
Para restaurar el equilibrio fiscal, las medidas están al alcance de la mano: unificar el régimen de cambios, aumentar el precio de la gasolina, sincerar las tarifas de los servicios públicos de electricidad, agua y gas doméstico, reactivar el cobro de peajes, racionalizar el arancel de aduanas, mejorar la recaudación del ISR e IVA y aplicar el IDB por dos años.
Los programas clientelares y los ineficientes subsidios indirectos a la producción tendrán que ser sustituidos por subsidios directos a los hogares pobres.
Al restaurar la autonomía del BCV en la emisión de dinero y el manejo de las reservas internacionales, y aprovechar el margen de maniobra que existe para financiar el déficit fiscal sin emitir dinero inflacionario, Venezuela podrá construir la autoridad necesaria para gestionar recursos frescos en los organismos multilaterales y en las agencias de desarrollo.]]>

Publicidad
Publicidad