Consumo

¿Cuánto tiempo aguanta la fiebre de importaciones y bodegones en Venezuela?

Mientras proliferan burbujas de consumo de bienes importados impulsadas por ese cerca de 6% de los venezolanos con cierto poder adquisitivo, el déficit comercial de Venezuela crece de manera alarmante y se vuelve insostenible en el mediano plazo.

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impuesto

Por estos días en las calles de Caracas y de otras ciudades del país son comunes los vendedores ambulantes que ofrecen enormes manzanas rojas, verdes y amarillas, uvas “red globe”, peras y ciruelas. Pero son solo un detalle en el auge de las importaciones en Venezuela.

En Las Mercedes, Caracas, hay una copiosa oferta de olorosos pinos naturales venidos de Canadá. Las licorerías grandes y pequeñas ofrecen en todo el país sus variedades de destilados, vinos y espumantes traídos de Escocia, España y América del Sur. Automóviles de lujo, yates, electrónicos de última generación y fiestas de lujo son parte de la oferta diaria en un país con 94% de pobreza.

Son días de fin de año y semana de “Black Friday” en la que tiendas físicas y en línea redoblan sus ofertas tratar de cautivar parte de esa pequeña proporción de compradores con poder adquisitivo que hay en Venezuela.

También hay una abundante oferta importada de repuestos de vehículos, maquinarias, equipos, materias primas industriales, granos, cereales, ropa, medicinas y toda clase de chucherías. Nada que ver con el supuesto «país bloqueado» que quiere vender la propaganda chavista.

Matices

Es fama que este país atraviesa condiciones económicas como las que hubiera dejado una guerra abierta con bombardeos y metralla. También es verdad que en medio de la depresión económica que dura siete años y la hiperinflación prevalecen “burbujas de consumo” que nos hablan de abismales contrastes.

“Como todos sabemos el nivel de concentración de la renta en Venezuela es uno de los más elevados de la región. Y ha aumentado al igual que la pobreza”, observa el economista Natan Lederman, profesor universitario y fundador de la firma Best Strategies Consulting Group (BSCG).

Importaciones, analiza Natan Lederman
Natan Lederman, economista, profesor y consultor en temas de comercio exterior y tecnología.

Una realidad aparente

Pero más allá de las anécdotas el comercio, de discusión sobre la demanda inelástica en algunos bienes, de la importación en dólares a precios internacionales de frutas exóticas, Lederman expone unos datos alarmantes: “Venezuela comienza a acumular un importante déficit comercial como resultado del aumento de la brecha entre el ritmo de crecimiento de las exportaciones y el de las importaciones”.

Hasta 2019, gracias a las exportaciones de petróleo de la hoy quebrada Pdvsa, Venezuela gozaba de un superávit comercial histórico.

«En 2020 Venezuela registró un déficit de 1.339 millones de euros, un 23,1% de su PIB, lo que supone un cambio importante en su balanza comercial, que el año anterior registró un superávit de 10.129 millones de euros, el 14,87% del PIB», señala Datosmacro.com, de Expansión.

El imperio compra y vende

Los gráficos de Lederman muestran otro dato: Estados Unidos se mantiene como el principal proveedor de bienes a Venezuela y como uno de los principales compradores de las escasas exportaciones que logra colocar el país.

Esta realidad contrasta particularmente tras dos décadas de una retórica nacionalista del chavismo contra “el imperio”.

El intercambio NO es frenado por las agrias relaciones diplomáticas; una confrontación ideológica y, en años recientes, por sanciones financieras contra los jefes de la llamada revolución bolivariana. EEUU también proscribe en sus mercados operaciones de deuda de la República y de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

Entre enero y septiembre Estados Unidos exportó bienes y servicios a Venezuela por $1.215 millones, por encima de los $1.051 millones vendidos por China, principal aliado económico, financiero e ideológico del chavismo.

En tercer lugar figura el Brasil del ultraderechista Jair Bolsonaro, con $795 millones.

China y Estados Unidos son a su vez los principales clientes de bienes y servicios venezolanos, con $619 y $192 millones, respectivamente.

Lo peor de dos mundos

“En términos de exportaciones e importaciones per cápita el país posee los índices más bajos de la región”, acota Lederman a El Estímulo.

“Mantenemos actualmente un importante déficit comercial sobre todo con los Estados Unidos, China y Brasil y en menor medida con otros socios comerciales”, señala Lederman.

Esas importaciones son financiadas con saldos que empresarios privados y comerciantes mantienen en el exterior. También por el ahorro de una clase media que reduce su tamaño cada día, más las remesas de familiares del exterior, explica.

“Este esquema en algún momento no muy lejano va a terminar colapsando. Sobre todo si consideramos de paso la falta de recursos para el financiamiento doméstico dada la descapitalización de la banca venezolana”, dice Lederman.

En efecto, la banca venezolana ha perdido por casi completo su capacidad de financiar la economía real. Según datos de la Superintendencia de Bancos Sudeban, al cierre de  julio pasado TODA la cartera de crédito de todas las instituciones públicas y privadas juntas sumaba apenas $275 millones.

Déficit con depresión

El déficit comercial es uno de los indicadores más importantes para cualquier economía. Ocurre cuando hay un desbalance negativo porque un país importa más bienes y servicios de los que puede vender al exterior.

Si bien muchos países pueden lidiar con estos saldos, el impacto suele depender de la forma como se financian, se cubren estos déficits.

Entre enero y septiembre de 2021 las importaciones han aumentado respecto al atípico 2020, “pero estamos más o menos igual que a comienzos de 2020”, dice Lederman.

Este déficit se acumula en medio de la depresión económica, parálisis de buena parte de la economía, que no genera suficiente oferta de bienes exportables y una caída de los ingresos fiscales por exportaciones.

“Pocos países pueden mantener por largo tiempo un importante déficit comercial, como en el caso de los Estados Unidos”, señala en alusión al déficit más famoso del mundo y que se ha mantenido desde 1975.

Insostenible

“En dos palabras: si las exportaciones no aumentan, el nivel de importaciones que sostiene en buena medida el consumo interno, se hace insostenible», señala sobre Venezuela.

Esas cuentas externas también ayudan a darle dimensión al colapso de la economía venezolana.

El año estelar de importaciones -señala Lederman- fue 2012, cuando Venezuela importó bienes y servicios por unos $66.897 millones.

«Ese año importamos 2.280 dólares por habitante. En 2019, un año antes de la pandemia, importamos en total 6.177 millones, es decir 217 dolares por habitante, casi 11 veces menos», señala.

«Durante 2012 exportamos 88.835 millones de dólares, es decir que tuvimos un importante superávit comercial y exportamos 2.924 dólares por habitante. En 2019 exportamos 17.150 millones de dólares, es decir 597 dólares por habitante, cinco veces menos», ilustra.

Lo interesante de estas cifras es que durante los años de caída del PIB desde 2014 hasta el año pasado tuvimos superávit comercial como resultado de la política contractiva de importaciones que impuso el gobierno. «Pero ya desde 2020 empezamos a acumular un déficit comercial».

«Normalmente los déficits en cuenta corriente se sostienen con endeudamiento, pero el país no tiene acceso a los mercados de capitales. Por esta razón, uno se pregunta como se sostiene el déficit actual y hasta cuando es sostenible».

¿Y la economía de bodegones?

Una pregunta latente es si es posible mantener indefinidamente ese auge del consumo de  bienes importados, cuyo emblema son los bodegones (comercios al detal) de toda clase de bienes importados, especialmente alimentos y exquisiteces.

«Hay un segmento minoritario de la población con recursos que siempre subsiste en cualquier país por pobre que sea. Habrá bodegones para sostener el consumo de este sector. Economía de puertos no tenemos hace mucho tiempo. Han aumentado las importaciones pero si lo medimos en términos per cápita tenemos el índice más bajo de la región».

«Al final el nivel de importaciones va a tener que caer para ajustarse al nivel de las exportaciones».

La balanza comercial de Venezuela solía mantenerse positiva gracias a los enormes ingresos por exportaciones petroleras. Pero en años recientes la quiebra de Pdvsa y la fuerte caída en la exportación de crudo determinó que esta relación se invirtiera, señalan otros analistas.

Además, la destrucción del tejido industrial manufacturero y de la agricultura ha hecho al país cada vez más dependiente de las compras en el exterior.

Camarón dormido

Venezuela marcha una vez más a contracorriente del resto de la región, donde es evidente una cierta recuperación después de la peor parte de la pandemia del coronavirus y sus efectos devastadores y diferenciados sobre las economías del mundo.

El informe Monitor de Comercio e Integración, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señala que de cara al futuro, «se mantienen las perspectivas de recuperación de las exportaciones latinoamericanas, si bien sujetas a incertidumbre en torno a la evolución de la pandemia y a la sostenibilidad de la fase alcista del ciclo de las materias primas».

«El impacto del COVID-19 sobre las exportaciones de América Latina y el Caribe fue menor al esperado inicialmente y en el primer semestre de 2021 los envíos externos superaron los niveles previos a la pandemia», señala.

Los precios de los principales productos básicos rebotaron rápidamente por la recuperación del crecimiento mundial, la demanda de China, las bajas tasas de interés y la depreciación del dólar contribuyeron al desempeño exportador, especialmente en Sudamérica.

En 2020 las exportaciones de Venezuela cayeron 70% respecto a 2019, desde $17.900 millones hasta apenas $5.300 millones. En el primer semestre de 2021 se habían recuperado un 24%, señala el monitor.

Las importaciones del país estuvieron en $10.000 millones en 2020, con un aumento de 13,5% respecto a 2019, cuando fueron de $8.900 millones.

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