Economía

Entre 50% y 70% han caído ventas en locales alrededor de Plaza Francia

Dos meses de protestas han dejado a los comercios formales con bajas ventas, mientras que los informales disfrutan de una bonanza inusitada producto de la elevada concurrencia a las concentraciones.

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Ventas en Plaza Altamira
Foto: Archivo / Alejandro Cremades

Los comercios alrededor de la Plaza Francia de Altamira intentan aparentar una tranquilidad que no es real. Tras dos meses de protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, las ventas de los locales ubicados alrededor de la emblemática plaza, centro de las manifestaciones, han caída cuando menos a la mitad, aun cuando algunos señalan un retroceso de entre 60% y 70%.
“Abrimos cuando podemos”, dice el empleado de una pizzería ubica en la avenida San Juan Bosco al lado de la plaza, uno de los locales más afectados por la jornada de disturbios y represión en los últimos 60 días.
Según afirma otro empleado de la pizzería donde dos personas han sido apuñaleadas y golpeadas en el último mes, las ventas han caído entre 60% y 70%, un retroceso que deja a la empresa con limitaciones para cancelar la nómina de sus 10 empleados. “Esto es ya cuestión de resistencia”, dice otro trabajador.
El local, que habitualmente abría de 11:00 am a 8:00 pm, lo hace ahora hasta media tarde. “Intentamos estar abiertos lo más que se pueda, pero cuando empiezan los disturbios hay que cerrar e irnos”, comenta uno de los empleados que prefiere reservar su identidad, y quien asegura que ha habido conatos de saqueos y amenazas contra empleados y de quemar el local por parte de exaltados.
Hacia el norte, frente a la esquina oeste de la plaza un pequeño restaurante muestra otra cara. La presencia de varios comensales evidencia que estar alejado unos 200 metros del epicentro de las revueltas es suficiente para mantener cierta normalidad en el negocio.
Desde hace dos meses solo trabajan en las mañanas. “Tenemos dos turnos, uno de 7:00 am a 3:00 pm, y otro de 3:00 a 7:00 pm. Este último no se está trabajando… Nos turnamos para venir en la mañana un día uno y otro el resto”, comenta una de las empeladas.
Aunque las ventas también se han desplomado cerca de 50%, a diferencia de otros locales a ellos los manifestantes no los molestan. “Vienen algunos y colaboramos con lo que podemos, pero con nosotros no se meten, nunca nos han agredido ni han intentado saquear”, dice otro empleado.
Al lado del restaurante, Rosanna no se queja. Aunque hace apenas un mes recibió el kiosco de chucherías y refrescos, asegura que las ventas han fluido y que el negocio funciona con relativa normalidad.
“Conmigo no se han metido, no han intentado llevarse nada”, dice mientras despacha un ‘negrito’ (café) en Bs 250. Asegura que trabaja si se puede hasta las 6:00 pm, pues muchas veces la represión no sube hasta el local.
En la esquina del siempre recordado Filipo, los herederos del punto sí se quejan. Aunque no señalan porcentaje, afirman que las ventas han caído vertiginosamente en los últimos dos meses, tomando en cuenta que el final de tarde y la noche fueron siempre los horarios de mayor clientela en el legendario puesto de perros calientes.
Mientras, en la parte sur de la plaza los comercios ubicados sobre la avenida Luis Roche también se han visto afectados. Sin ofrecer mayor información, el dependiente de un bodegón dice que las ventas “han caído bastante”, pues los enfrentamientos que comienzan en la autopista se trasladan pronto hacia esa zona.
– La otra cara –
A los que sí les va mejor son a los vendedores de helados, chupis, café, cigarros, refrescos y agua. Cada marcha representa para ellos una buena oportunidad, pues pueden vender el doble o más que un día convencional.
Un vendedor de la tercera edad de un típico carrito de helados señala que los llamados a concentración para marchar le permiten vender todo lo que trae, y si le da chance de buscar más mercancía puede venderla también; afirmación que es respaldada por dos vendedores de agua y café, respectivamente.
Eso sí, todos saben que la jornada termina alrededor de las 2:00 pm  3:00 pm. Aunque a esa hora comienzan a llegar los primeros replegados tras la represión de los efectivos militares, quedarse representa un riesgo elevado.
Para Willany los últimos dos meses también han sido provechosos. Su improvisado tarantín donde vende franelas, gorras, collares y otras baratijas de plástico, puede reportarle más de 200.000 bolívares a la semana (Bs 1 millón al mes), cifra nada despreciable para un negocio que solo atienda unas cuatro horas al día cuatro o cinco días a la semana.
“El negocio es bueno. Podemos vender 50 gorras y 50 camisas cada semana. Y vendemos otras cosas también. Vendemos más barato porque tenemos gran variedad”, dice. Los precios de las franelas van desde 10.000 a 20.000 bolívares, mientras que todas la gorras cuestan 20.000.
Además, toda la cuadra de la plaza sobre la avenida Francisco de Miranda es un negocio familiar. Unos metros más allá está Jefferson, esposo de Willany, y a unos 10 pasos una tía de éste.
“Solo estamos aquí cuando hay marcha”, dice, y agrega que parte de las franelas son estampadas por ellos, lo que reduce los costos de producción.

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