Economía

Inflación, precios congelados y distorsiones: El espejo de la crisis peruana

El economista peruano José Gonzáles Izquierdo se refirió a la recuperación económica acaecida en el Perú, tras tener uno de los índices de inflación más altos de la historia.

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Foto: Andrea Hernández

Cualquier parecido con la realidad venezolana es coincidencia. Los orígenes de la crisis económica que vivió Perú en la década de los 80 y parte de los 90 se basó en una mezcla de crisis interna y sacudidas externas.

Durante la segunda jornada de la Asamblea Anual de Fedecámaras, Gonzáles recordó que en el quinquenio que culminó en 1985 el fenómeno de El Niño fue implacable. La economía se contrajo por esta causa 12%, destruyendo su agricultura. Al mismo tiempo, la crisis en los mercados financieros mexicanos constituyó un shock externo adicional para el país.

Cuando Alan García recibe el poder, la economía se había más o menos estabilizado, con la excepción de una inflación creciente y un desempeño económico deprimido.

El equipo de gobierno de García detectó una capacidad instalada ociosa sobre todo en la industria y la construcción, lo que ocasionaba desempleo. «Sin embargo, (el gobierno) tenía liquidez en dólares (…) el diagnóstico fue que la inflación podía subir por dos causas: por el uso de la maquinita (de imprimir dinero) sumado a la caída de producción; o por el alza de los costos de producción», explicó. Al final, el equipo económico se decantó por la segunda causa.

Entonces se aplicó un congelamiento de costos -para parar la inflación- y un aumento de salarios para estimular la demanda. También se devaluó la moneda, se creó un valor del dólar para los exportadores y otro para los importadores (más bajo). Además, se redujeron las tasas de interés de 120% a 45% anual. «En su mente, congelar los costos paraba la inflación», dijo el analista.

No obstante, necesitaban dólares para financiar importaciones. Se empezaron a convertir en soles los certificados bancarios en divisas. Mientras, el incremento del gasto se financió con impresión de dinero. La emisión de billetes creció 1.200%.

Los resultados de esta política se tradujo en un descenso temporal de la inflación por un año, hasta el tercer trimestre del año 1986. Lo mismo ocurrió con el producto interno bruto.

«Se pensó que la estrategia era la correcta», sostuvo. El desempeño positivo duró año y medio. «Se generaron tremendas distorsiones que crecían silenciosamente», añadió el experto.

Pronto, se empezaron a ver las costuras. El alza de la demanda artificial provocó un aumento de los precios. También se redujo la disponibilidad de dólares para las importaciones. La presión tributaria era de 4%. «Casi nadie pagaba impuestos y ellos gastaban sin parar. El déficit fiscal llegó a 9%, eso es una barbaridad», indicó.

La congelación de las tasas de interés conllevó a que las tasas reales se hicieran negativas hasta en 60%. «Prestar plata se convirtió en el negocio del siglo para el Perú», expresó. Al mismo tiempo, los incentivos para el ahorro prácticamente desaparecieron, pues las tasas de interés pasivas también eran negativas.

Al acercarse el final de su gobierno, García decidió no actuar y Alberto Fujimori recibió la presidencia con 7.000% de hiperinflación y una enorme recesión. «Además de eso, la economía estaba totalmente distorsionada», dijo.

– El cambio necesario –

Fujimori se abocó a atender la hiperinflación y volver a insertar al Perú en los mercados financieros internacionales. Además, vio la necesidad de restablecer las estructuras de precios y detener el proceso recesivo y de desempleo.

Aparecieron dos posturas, indicó. Un tratamiento de shock, con medidas fuertes inmediatas con alto costo social; y una estrategia gradual, que bajara la hiperinflación a 6.000% en uno o dos años.

«Se optó por el shock. Lo primero era cerrar el déficit fiscal», señaló. En este sentido, se reformó la Constitución: el poder político ya no mandaba en la maquinita del Banco Central.

Lo más importante, considera, era revertir las expectativas inflacionarias de la gente con medidas y resultados concretos. Así, se logró una primera estabilización.

Una segunda fase fue llamada de liberalización. Se transformó la economía en una de libre mercado que pudiera insertarse en los mercados mundiales. Se hicieron profundas reformas estructurales: cambios arancelarios, privatización de empresas públicas (de las 164 que existían, 163 daban pérdidas), se desmontaron las restricciones a las importaciones y se publicó una Ley Antimonopolio para fomentar la competencia del mercado. También se unificó el tipo de cambio (existían 3, contando el paralelo).

En la parte social se creó un Programa de Emergencia llamado PES, pero no se le dio mucha importancia. «Este fue uno de los grandes errores. Cuando haces shock tienes que crear una red social temporal muy generosa», dijo.

En el primer trimestre de 1990, la inflación era de 160%. Luego, explicó Gonzáles, se produjo un segundo shock y subió a 823%, pero en los últimos tres meses de ese año cayó a 43%. «Las hiperinflaciones hay que cortarlas de raíz. No sirve el gradualismo», dijo.

«La experiencia peruana demostró que es muy fácil comprar bienestar cuando un gobierno tiene dólares para gastar, pero solo un tiempo. Por atrás van germinando unas distorsiones muy grandes. Cuando se tienen que solucionar, ahí vienen los costos», reflexionó el economista.

Indicó que los peruanos estaban cansados del desabastecimiento. «Cualquier cosa que nos arreglaba, lo aceptábamos. Por eso no hubo malestar social en un primer momento. Pero eso no tiene por qué repetirse en todos los casos», acotó.

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