Opinión

La dolarización del turismo

Muchas y variadas son las medidas adoptadas por el propio Gobierno que han contribuido a crear una cultura de la dolarización.

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Foto: Facebook Hotel Venetur Cumaná

Desde la emisión de bonos de Pdvsa denominados en dólares que se compraban en bolívares, hasta el Convenio Cambiario N° 36 que permite cobrar en dólares los servicios internacionales que prestan las operadoras del sector turismo, pasando por el Convenio Cambiario N° 33 que dictó las normas para las operaciones en divisas en el sistema financiero nacional y el Convenio Cambiario Nº 20 que autorizó la apertura de cuentas en divisas, el Ejecutivo ha ensayado diferentes modalidades para permitir transacciones financieras y comerciales en dólares.

Así, quienes tienen cuentas en divisas en la banca nacional pueden realizar transferencias electrónicas desde y hacia el exterior, lo cual facilita las operaciones de compra-venta en dólares. En el caso de las empresas, éstas pueden mantener fondos en divisas destinados a la adquisición y pago de bienes y servicios relacionados con los proyectos de inversión que ejecutan en el país.

Por lo tanto, la dolarización no puede ser considerada como un capítulo más de la guerra económica a la cual el gobierno atribuye los graves problemas de escasez, acaparamiento, especulación e inflación que azotan a la población. Es al revés: la escasez de divisas y la inflación es lo que origina y acelera la dolarización.

¿Cómo y por qué se dolariza una economía?

La dolarización de una economía comienza como un fenómeno espontáneo a través del cual las personas naturales y jurídicas buscan protegerse de la acelerada pérdida del poder adquisitivo que sufre la moneda nacional debido a una voraz inflación. Así, la economía gradualmente va cotizando y transando un número creciente de mercancías en dólares. Esta práctica se inicia en el mercado inmobiliario y con los productos que tienen un alto componente importado, tales como vehículos, electrodomésticos, computadoras, teléfonos móviles, etc., pero luego se extiende a todos los mercados y ramas de la economía.

Por ejemplo, la compra-venta de vehículos en divisas acelera el fenómeno de la dolarización, el cual extiende hacia otros eslabones de la cadena automotriz. Tengamos en cuenta que la adquisición de vehículos mayoritariamente se realiza a través de préstamos bancarios, por lo que la dolarización incluye la firma de los contratos crediticios. Lo mismo ocurre con las pólizas de seguro que son obligatorias para protegerse del robo o pérdida total, en caso de choque o accidente. Como la reposición del vehículo solo podrá hacerse en dólares, se supone que la póliza también tendrá que ser en dólares. Incluso, cualquier reparación que implique la sustitución de repuestos importados seguramente tendrá que pagarse en dólares que no proveen ni Dipro ni Dicom.

La dolarización como fenómeno espontáneo encuentra su principal factor propagador en los errores de la política económica que desquician la inflación. Sobre todo cuando el creciente déficit fiscal tiende a ser financiado con desmesuradas emisiones de dinero sin respaldo que disuelven el poder de compra de la moneda nacional y la gente tiende a proteger su capacidad adquisitiva refugiándose en el dólar.

Otro catalizador de la dolarización aparece cuando las tasas de interés están congeladas y no compensan lo que pierden los ahorros debido a la inflación. En esas condiciones, nadie quiere ahorrar en moneda nacional y todos buscan dólares a cualquier precio para proteger el poder de compra de los recursos familiares y empresariales.

La dolarización como política oficial

Hay que diferenciar la dolarización espontánea de la dolarización como medida o política oficial. La dolarización oficial consiste en una decisión entre el gobierno y la autoridad monetaria para sustituir el signo monetario nacional por el dólar. Aunque inicialmente los gobiernos y autoridades monetarias de esos países se resistieron a aplicar la medida, en América Latina solo Panamá, Ecuador y El Salvador tienen economías oficialmente dolarizadas.

Al dolarizar, el instituto emisor cambia toda la moneda nacional en circulación por divisas. Un factor clave es la tasa de cambio a la cual se transforma en dólares el circulante en moneda nacional. Como la tasa de cambio es una relación entre dos monedas, una referencia elemental para convertir la moneda nacional en dólares puede ser la división de la liquidez monetaria entre las reservas internacionales (LM/RI). Al momento de escribir este artículo, esta tasa de cambio implícita rondaba los 724 Bs/$, Bs 60 más que la tasa Simadi/Dicom de 664 Bs/$ y apenas 20% de la cotización del dólar paralelo.

Como es lógico suponer, las personas naturales y jurídicas querrán recibir la mayor cantidad de dólares por sus bolívares. Sin embargo, en presencia de un régimen de cambios múltiple en el que prevalece una abismal diferencia entre las diferentes tasas de cambio, para obtener más dólares por sus bolívares los agentes económicos preferirán que les apliquen la tasa Dipro de 10 Bs/$, mientras que el BCV procurará rendir las reservas internacionales aplicando la tasa Dicom de 664 Bs/$ para recibir la mayor cantidad de bolívares por cada dólar que entregue a cambio.

En caso de dolarizar como política oficial, para despejar el terreno y evitar un confrontación que pueda complicar la administración de la medida, las autoridades pueden unificar el régimen de cambios múltiple en torno a la tasa oficial más alta, la cual se aplicaría para el canje de bolívares por dólares una vez que se haya oficializado la medida de dolarizar la economía.

¿Es buena o mala la dolarización?

En un país donde el 95% de las divisas que ingresan pertenece al Estado, el régimen cambiario suele estar supeditado a los vaivenes de las finanzas públicas. Mientras abundan los petrodólares, el ingreso fiscal de origen petrolero es alto y la tasa de cambio oficial suele ser baja. Pero cuando caen los precios del petróleo y las divisas se tornan cada vez más escasas, el gobierno ya no puede darse el lujo de venderlas tan baratas y devalúa para obtener más bolívares por cada dólar. La devaluación fiscalista suele tener un fuerte impacto inflacionario debido al alto componente importado con el que opera la economía nacional, el cual se encarece con cada devaluación.

Por lo tanto, la dolarización elimina las devaluaciones fiscalistas, toda vez que el gobierno no podría vender más caros los petrodólares con el fin de incrementar sus ingresos fiscales. Pero al erradicar esta especie de impuesto cambiario, la corrección de la brecha fiscal tendría que hacerse, o bien reduciendo el gasto público, a bien a través de una reforma tributaria para recaudar más impuestos y esto siempre tiene un alto costo político que el gobierno de turno no quiere pagar. Por eso optan por monetizar el déficit fiscal y a la larga pagan un costo mayor en términos de popularidad, toda vez que así empeora la inflación.

De hecho, una de las más fuertes críticas que se le hace al actual gobierno y al BCV tiene que ver con el auge inflacionario que genera la emisión de desmesuradas cantidades de dinero sin respaldo para financiar el déficit fiscal. Cada emisión de dinero inorgánico deteriora aún más el desbalance entre el mercado monetario y el mercado de bienes y servicios. Y mucho dinero persiguiendo pocos productos no puede ocasionar otra cosa que no sea más y más inflación.

Si bien es cierto que la dolarización erradica la perversa práctica de monetizar el déficit fiscal, también lo es que el país dolarizado renuncia al margen de maniobra que ofrece la política monetaria para expandir o contraer la cantidad de dinero en circulación, en dependencia de los objetivos de política económica que se plantee lograr. No obstante, al aliviar las presiones inflacionarias derivadas de las emisiones de dinero sin respaldo, se pueden lograr tasas de interés reales positivas que estimulen el ahorro y alivien las presiones de demanda que atizan la inflación. A su vez, tasas de interés que no persigan la inflación tienden a reducir los costos financieros de los préstamos y esto estimula la inversión productiva así como la generación de abundantes empleos estables y mejor remunerados.

El asunto está en que un país dolarizado tiene que generar suficientes dólares. Pero la economía rentista venezolana prácticamente no exporta nada distinto al petróleo. Es la única actividad que le genera divisas a un país que tiene que pagarlo todo en dólares. El turismo internacional no visita a Venezuela y prefiere otros destinos más seguros, razón por la cual el Convenio Cambiario N° 36 no se traducirá en un significativo ingreso en divisas.

Evitar la dolarización de la economía y el empobrecimiento de los trabajadores que ganan en bolívares, pasa por abandonar el nefasto régimen de cambios múltiples y evolucionar hacia un solo tipo de cambio, fijado a un nivel que exprese la verdadera productividad de la economía nacional.

Al despejar la incertidumbre sobre la tasa de cambio futura será posible atraer inversión extranjera, respaldar la competitividad de las exportaciones no petroleras, estimular el turismo internacional e, incluso, incentivar la repatriación de capitales para conformar un sólido aparato productivo capaz de sustituir importaciones y diversificar la oferta exportable. Es así como se podrán generar nuevas fuentes de divisas que compensen el colapso del ingreso petrolero y alivien las presiones sobre el mercado paralelo.

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