Economía

La película que cuenta la biografía del billete de Bs 50

Había una vez una familia disfuncional con un padre abusivo y seis hermanos de apellido Cash (efectivo). En la vida real eran siete, pero usted sabe, en la ficción siempre hay que tomarse algunas licencias creativas. El hermano mayor y orgullo de la familia, Simón José Antonio, sufre un terrible accidente debido a la incompetencia de los capataces de la granja y muere después de una insoportable agonía de 72 horas.

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Billetes de Bs 50
Foto: Andrea Hernández

El hermano menor y siempre verde de envidia, un holgazán inútil de nombre Simón Narciso al que todos menospreciaban y que se había ido de pesca mientras el Simón mayor se daba con furia, de repente se convierte en el inimaginable muchacho de la película cuya carátula (de disco) todos querrán tener, aunque nunca podrá dejar atrás las taras, adicciones y distorsiones de su forzoso proceso de madurez. Una frase escuchada en una casa llena de resentimientos y paranoias quedará grabada para siempre en su subconsciente: Tu hermano mayor era mucho mejor que tú.

A finales de 2005 se estrenó la película Walk the Line (la traducción sería algo así como Caminando derechito bajo las órdenes de Padrino y Reverol, aunque en español llevó títulos también muy apropiados como En la cuerda floja e Hiperinflación y locura), que cual las centurias de Nostradamus predijo los acontecimientos que ocurrirían un par de años después en Venezuela: el nacimiento de los hermanos Cash Strong (algo así como Dinero Fuerte), generalmente vestidos por su despótico padre con simpáticos tonos pastel y bautizados como Francisco, Pedro, Guaicaipuro, Luisa, Simón Narciso y Simón José Antonio.

Una década después, a pesar de ser más el más fuerte, papeado y bronceado de la familia, Simón José Antonio cae fulminado en un confuso suceso que muchos atribuyen a un caso limítrofe (de coeficiente intelectual, se entiende).

Inesperadamente, todos los hermanos menores, por los que nadie apostaba ni medio (cuando se aparecían en la agencia del banco del condado, por ejemplo, todo el mundo les lanzaba improperios y groserías), adquieren un inesperado protagonismo, en especial el acomplejado y verde esmeralda de envidia Simón Narciso, que llegará a ser apreciado tanto o en mayor medida que el Cash mayor, pues más vale cincuenta en mano que cien volando.

De aquí en adelante, Simón Narciso (interpretado por un actor que, en la vida real, de niño pidió limosna para comer junto a su hermano mayor —también fallecido antes de tiempo— en los alrededores de la Plaza La Candelaria de un país tropical llamado Venezuela (US Magazine: Strange Days) se convertirá en un famoso compositor que escribirá himnos inmortales como “Anillo de Fuego” (cuya letra se inspira en la protección que se coloca alrededor de la frontera para evitar el regreso de viajeros indeseables), “El Blues de la Prisión” (acerca de la pena que cumplen los que se atreven a traficar con los símbolos de la patria), “Estoy a un trecho largo de casa” (sobre la ruta que hace un prócer venezolano hasta Cúcuta) y “El Blues de la Cocaína”, cuyos versos, un poco crípticos, al parecer aluden a unos sobrinos de malas mañas de apellido Flowers.

Aunque ya para entonces mucha gente ha dejado de comprar discos porque todo se ha vuelto una piratería y la economía se viene a pique. Mejor invertir en dólares que en música inorgánica.

Simón Narciso extiende entonces un poco más su período vital que Simón José Antonio, aunque como todo en la vida, el cincuentón también tiene sus días contados.

Un familiar imperturbablemente rollizo, alegre y bonchón incluso en época de vacas hambrientas, el tío Nelson, anuncia la llegada de una nueva generación de descoloridos miembros de la familia Cash, que durará más o menos hasta June (junio), otro de los personajes del filme. A este período de la historia, los habitantes del país ficticio siempre lo recordarán como un tiempo vestido de negro. La saga de los cien bolívares de soledad.  

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