Laboral

León Arismendi: El movimiento sindical aún carga las consecuencias del golpe de 2002

León Arismendi reúne dos características que poco frecuentemente se juntan. Es un luchador sindical sin tregua, desde hace décadas y, a su vez, un destacado teórico del derecho laboral. Son pocos son los combates sindicales contemporáneos en que no haya sido actor.

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Por Fernando Rodríguez / Foto: Archivo / Prensa Unete

En particular me gusta recordar su sabia intervención destinada a salvar lo salvable del desmoronamiento de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), enfrentada a un (Hugo) Chávez en el apogeo de su poder y de su odio contra las organizaciones sindicales insumisas.
Es un veterano profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y dirige el Instituto Nacional de Altos Estudios Sindicales (Inaesin). Es consultor jurídico además de la Asociación de Profesores de la UCV. Sin que nadie lo consultara fue nombrado ministro del Trabajo por unas horas el 12 de abril de 2002.
–Los trabajadores venezolanos organizados, tanto gremios como sindicatos, de la oposición y el gobierno, a pesar de ser la fuerza social más cuantiosa, no parece que tuvieran una voz muy decisiva en la actual coyuntura el país, ¿por qué?
–El movimiento sindical, en particular el organizado en la CTV, aún carga sobre los hombros las consecuencias de las derrotas de 2002. En los años siguientes el gobierno propició la creación de sindicatos paralelos a los cuales dio trato privilegiado desde las inspectorías del Trabajo y los favoreció en la administración pública, en las empresas estatales y en las expropiadas. El resultado fue la atomización del movimiento laboral.
Revertir ese proceso ha sido lento. El esfuerzo más consistente en esa dirección lo realiza la Unidad de Acción Sindical y Gremial (UASG), una coalición que agrupa a cuatro centrales sindicales (CTV, Codesa, UNT y CGT) tres movimientos (Fades, Mosbase, CCURA) y varias organizaciones autónomas (Fapuv, Apucv, SNTP) así como varios colegios profesionales. Desde esa instancia y sus organizaciones de base se está dando la pelea contra este desastre que tenemos por gobierno.
–La MUD ha creado un frente dedicado a cuestiones sociales, dirigido por Alfredo Padilla, a cuya dirección Ud pertenece. ¿De qué se trata exactamente?
–El deslave político e institucional ejecutado por el chavismo quebrantó los vínculos entre los partidos y las organizaciones sociales, en particular las de trabajadores, campesinos, profesionales y otras. Los nuevos partidos no han cultivado esas relaciones y eso explica las distancias orgánicas entre los dirigentes sociales y los políticos. Lo social es plural y tiene su propia dinámica. El partido está cohesionado en torno a unas ideas comunes, a un color. Un sindicato o gremio tiene la encomienda de tutelar los intereses de sus miembros, sin hacer caso de su afiliación partidista. El enorme rechazo que tiene este gobierno se expresa también en las organizaciones sociales, pero cada quien lo hace a su manera y desde su propia perspectiva.
Lo que la MUD se ha planteado en la reciente reforma es procurar relaciones estables con los movimientos sociales, apoyarlos en sus luchas concretas y facilitar coincidencias que hagan más eficaz las luchas por los cambios que el país necesita. La coordinación de ese componente es compartida entre Alfredo Padilla y Tinedo Guía, junto a un grupo de dirigentes designados por los partidos políticos. Otros, incluido yo, estamos colaborando con esa noble y compleja tarea.
–Ud asesora la Asociación de profesores de la UCV, sector que ha recibido la más insana e irresponsable violencia del régimen, ¿cabe esperar alguna mejoría significativa de los universitarios bajo el actual gobierno?
–El experimento que nos tocó vivir, desde sus inicios en 1999, puso de bulto su enorme intolerancia. El ensañamiento contra las universidades es parte de eso. Muchos de los universitarios que abrazaron la causa chavista la abandonaron en los primeros años, otros se han ido quedando en el camino al punto que, hoy día, son muy pocos los que siguen abrazados a ese disparate. La universidad autónoma y plural ha sido sometida a todo tipo de atropellos. Desde la violencia de grupos oficiales armados y protegidos por el gobierno (ninguna de las denuncias por la UCV en la Fiscalía ha sido atendida debidamente), hasta impedir las elecciones de las autoridades por el TSJ, amén del cerco presupuestario que casi imposibilita la docencia y la investigación por falta de los insumos básicos.
A ese caos se añaden los menguados salarios de los profesores y de los demás trabajadores universitarios. Nadie en la universidad obtiene ingresos suficientes para cubrir los costos de la canasta básica, razón adicional para que muchos profesores hayan optado por irse del país y cada día sea más difícil conseguirles sustitutos, de lo cual dan cuenta la cantidad de concursos desiertos.
Una de las últimas trastadas del gobierno contra las universidades y sus profesores es la mal llamada Convención Colectiva Única, mediante la cual, el Ministerio de Educación Superior y una federación gobiernera, con la anuencia del ministro del Trabajo, pretende imponer sueldos y demás condiciones de trabajo de acuerdo a su conveniencia, para lo cual excluye de las negociaciones a la Fapuv, a las demás organizaciones que afilian a la inmensa mayoría de los trabajadores universitarios y a las autoridades de las universidades autónomas.
La conclusión obvia es que nada bueno podemos esperar de este nefasto gobierno. Para que las universidades y los universitarios mejoren, para que el país y sus habitantes progresen tenemos que cambiar de gobierno y de modelo.
–¿Cuál es el papel de sindicatos y gremios, que representan sectores vitales del país, en el actual enfrentamiento con el gobierno y qué debería conducir a su desaparición?
–Sindicatos y gremios profesionales han sido, a lo largo de su existencia en el mundo, una forma de equilibrar relaciones desiguales de poder, frente a los patronos o empleadores privados y públicos y también frente a los gobiernos y sus políticas. Por una desgracia histórica, a los trabajadores y sus organizaciones sindicales les ha ido muy mal en los países donde se trató de construir el paraíso socialista. Los proclamados partidos de la clase obrera en el poder convirtieron a los dirigentes sindicales en burócratas al servicio de empresas improductivas, encargados de perseguir a sus propios compañeros de trabajo a nombre de la fidelidad a la causa. Ocurrió en la URSS, ocurre en Cuba y es lo que se ha tratado de implementar en la administración pública y en las empresas expropiadas.
Por ahí anda Diosdado Cabello amenazando a los funcionarios públicos que no asistan a la marcha en defensa de Maduro. El sindicalismo que construyó el chavismo nació marcado por el revanchismo, pegado al Estado y carente de ideas. Es casi una creación del difunto Chávez, quien le expidió la partida de nacimiento y fue orador principal en su acto fundacional. Maduro ha seguido aquel formato y es quien encabeza sus actos el 1º de Mayo. Del resto, casi nada le aporta ese sindicalismo a las luchas de los trabajadores venezolanos. Su papel es defender hasta la deplorable política laboral del gobierno que ha destruido el trabajo como factor de progreso, que paga la remuneración con bonos que solo pueden utilizarse en comida, sin incidencia en las prestaciones sociales y demás conceptos propios de la relación de trabajo. Nuestros antagonismos son esenciales y el movimiento sindical y gremial, a pesar de su debilidad, está comprometido y hace lo que está a su alcance para cambiar este gobierno
–¿Qué habría que cambiar de ese detestable sindicalismo oficial de hoy y, también, del de ayer que terminó en ruinas?
–Tuvimos un sindicalismo con mucho poder, pero también muy dependiente del Estado y de los partidos. No obstante, es menester reconocer que los avances de nuestra legislación social y buena parte de los convenios colectivos son hechura de dichas organizaciones. El movimiento sindical y gremial que los trabajadores venezolanos necesitan tiene que ser autónomo e independiente de los patronos, los gobiernos y los partidos. Su misión es la defensa de los intereses de los trabajadores, lo cual implica no sólo intervenir en negociaciones y conflictos colectivos de trabajo, sino también tener un programa de acción que incluya la generación de empleo, un sistema de seguridad social eficiente y participar en instancias de diálogo con el objeto de promover la adopción de políticas públicas a favor de sus agremiados y por el bienestar general. Así como tiene el reto de ayudar a reconstruir el país, exigir y propiciar el crecimiento de la industria nacional y la creación de empleos productivos y bien remunerados.
Superar el rentismo petrolero implica fomentar la cultura del trabajo, la creación de riquezas y la participación de los trabajadores en su mejor y equitativa distribución. A la Asamblea Nacional presentamos en fecha reciente un proyecto de Ley Orgánica de Libertad Sindical y Diálogo Social. Su objeto es por una parte, facilitar la organización de los trabajadores y liberar a las organizaciones del cerco estatal que las limita y por la otra, favorecer las negociaciones colectivas y el diálogo social, indispensable para la gobernanza futura, habida cuenta de los enormes problemas que nos dejará este lamentable gobierno.

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