Economía

Los grandes retos económicos de Dilma Rousseff en Brasil

 Reelecta como presidenta de Brasil Dilma Rousseff enfrenta entre sus mayores desafíos una economía estancada y un Congreso fragmentado, destaca un análisis de la agencia AP, firmado por  los corresponsales Adriana Gómez Licon y Brad Brooks.

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Brasil

La estrecha victoria del Partido de los Trabajadores sacó a relucir las divisiones en un país que se destacó en la última década por rescatar a millones de la pobreza y ampliar la clase media, pero que en los últimos cuatro años ha disminuido su crecimiento.
Rousseff derrotó el domingo a su adversario Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia, al obtener 51,6% de los votos, o unos 3,5 millones sufragios de ventaja.
Analistas dijeron el lunes que haber conseguido el triunfo más estrecho de las últimas décadas daña políticamente a Brasil en momentos en que busca reactivar su economía y controlar la inflación sin aumentar los impuestos. También señalaron que podría presagiar un segundo mandato débil en el Congreso cuando Rousseff espera aprobar reformas que cambiarían las leyes de financiamiento de las campañas y castigarían con más fuerza actos de corrupción.
«Que no haya ilusión. La elección no sumó, dividió», escribió el analista político Carlos Melo en el periódico O Estado de S. Paulo. «Las expectativas con respecto a su nuevo mandato son defensivas: proteger el empleo, la inclusión, el partido, defender el gobierno. Tendrá la desconfianza de los sectores económicos», agregó.
Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, dijo que el deterioro de la economía podría interferir en las promesas de Rousseff de ampliar la inclusión social y que reafirmó en su discurso de victoria.
«El gobierno tendrá menos capacidad para entregar a las personas lo que están pidiendo en términos de servicios públicos», dijo Sotero. «La pelea política y los problemas fiscales pintan un panorama de un gobierno que tendrá menos para invertir».
Sotero agregó que existe el temor de que la insatisfacción social vista en una ola de protestas que aglutinaron a millones en junio de 2013 reaparezca en un escenario económico incierto.
Uno de los cambios más importantes que Rousseff anticipó desde su campaña es la decisión de sustituir al ministro de Hacienda Guido Mantega, quien es fuertemente criticado por lo que algunos llaman una mala gestión fiscal y por el control sobre los precios de energía y petróleo.
«Una nueva dirección en el Ministerio de Hacienda será ampliamente visto como una señal de corregir el rumbo», escribió Ricardo Sennes, experto en Brasil del Centro de América Latina Adrienne Arsht.
La inflación alcanzó el límite máximo en septiembre al llegar a un 6,5% anual y analistas anticipan que la tasa no se desacelerará.
La economía de Brasil, además, se contrajo la primera mitad del año, mientras disminuyó la demanda de China por productos brasileños. Algunos dicen que el potencial de los enormes hallazgos de petróleo en alta mar en los últimos años no ha sido aprovechado por la petrolera estatal Petrobras por fijar los precios de los hidrocarburos.
La elección ocurrió con un escándalo de corrupción de la petrolera como telón de fondo. Un hombre condenado por lavado de dinero denunció que el Partido de los Trabajadores se benefició de un esquema de sobornos a cambio de contratos y que Rousseff tenía conocimiento del caso. La presidenta niega haber conocido de los sobornos y la revista Veja, que reveló el testimonio del involucrado, dice que no tiene pruebas.
Aun así, permea la incertidumbre por el escenario económico, los casos de corrupción y los pedidos de la clase media de mejorar servicios públicos a cambio de los impuestos altos que están forzados a pagar.
Rousseff promete retomar el ritmo de crecimiento que asombró al mundo durante el período de su predecesor Luiz Inácio «Lula» da Silva, quien concluyó su mandato en 2010 con un 7,5% de crecimiento anual del Producto Interno Bruto. Además de impulsar la economía, prometió la aprobación de una reforma política y cambios en la ley para castigar los actos de corrupción.
No será fácil, según Sennes, quien resalta que Rousseff tiene poco más de la mitad de base de apoyo en la Cámara de Diputados y un poco menos de 60% en el Senado. Tendrá que lograr consensos en un gobierno con 28 partidos, cuando actualmente son 22.
«El Congreso ya fragmentado será sustituido por una nueva legislatura aún más fragmentada políticamente», señaló Sennes. «Se verá obligada a participar en el intercambio político de puestos ministeriales y ayudas de gobierno para garantizar el apoyo de los partidos pequeños».
Mientras tanto, Rousseff dijo tener confianza en que podrá afrontar los retos y continuar ampliando los programas sociales que reduzcan la brecha social.
«A veces en la historia los resultados estrechos producen cambios más fuertes y más rápidos que las grandes victorias. Esa es mi esperanza», expresó Rousseff.]]>

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