Opinión

Un subsidio secuestrado

Desde 2003 en Venezuela impera un sistema de control de cambios. El mismo ha sufrido múltiples mutaciones a los largo de más de 16 años pero en resumen podemos establecer que existe una tasa oficial (sobrevaluada) y una tasa paralela, que hoy es de mercado negro (ilegal).

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Por Asdrúbal Oliveros / Foto: Foto: Ariana Cubillos / AP

Como todo régimen de este tipo en sus primeros años funcionó relativamente bien, ayudado además por un boom petrolero que permitió el financiamiento de importaciones y salida de capitales sin precedentes en la historia económica de Venezuela.

El subsidio cambiario durante el chavismo fue generalizado. Los dólares oficiales (baratos por demás) llegaron a todos: ricos, clase media y pobres. Muchos incluso llegaron a pensar que era un derecho adquirido. Casi que un mandato constitucional. Pero era un esquema insostenible. Empezó a hacer aguas en 2009, cuando producto de la baja de los precios petroleros, la extinta Cadivi recortó los mecanismos de asignación de divisas a tasa oficial.

Siguió en 2010 cuando producto del conflicto entre facciones típico del chavismo, fue declarado ilegal el mercado de permuta y éste se extinguió, deviniendo en este esquema de mercado negro que tenemos hoy día. Tuvo un respiro en 2012, pues el fallecido presidente Chávez tenía que reelegirse a como diera lugar y por ende, incrementó a una cifra récord las importaciones. No duraría mucho.

Desde 2013 con la llegada de Nicolás Maduro al poder, el cambio ha sido dramático, no solo porque cayó el precio petrolero sino porque el subsidio cambiario se ha reducido y ya las mayorías no se benefician del mismo. La gestión del presidente Maduro frente al elevado déficit externo decidió transitar este ciclo sin acudir a organismos internacionales (como el FMI) para buscar liquidez sino que redujo importaciones, liquidó activos y tomó deuda (principalmente con China), corriendo la arruga. Así pasó el 2013, también 2014, repitió en 2015 y llegamos hasta 2016.

A la par de esto, se mantienen dos tasas oficiales: la protegida (Dipro) enfocada principalmente en el sector público; y la complementaria (Dicom) que se vendió como un mecanismo para neutralizar al mercado paralelo y que sirviera de oxígeno al sector petrolero. Y la tasa negra, esa que hoy luce disparada, en un esquema donde la brecha se ha ampliado y el acceso a las divisas oficiales se ha vuelto el privilegio de unos pocos.

Además de un esquema pernicioso no solo para el país sino también para el sector público. ¿La razón? Si bien la oferta de divisas se ha reducido, la mayoría de ellas se entregan a tasa oficial. Peor aún, se entregan a tasa Dipro, claramente sobrevaluada, generando pérdidas fiscales, evitando reducir el déficit del sector público, el cual debe financiarse a través de la expansión de la oferta monetaria, siendo un factor clave sobre la inflación crónica que vivimos.

Pero el problema no se queda solo allí. Porque si bien las pocas divisas que fluyen se liquidan a tasa oficial, la realidad de los precios al consumidor no lo reflejan. Es lo más grave. Hablamos de un subsidio inoperante. Al momento de escribir este artículo, el tipo de cambio de paridad del consumidor que elabora Ecoanalítica se ubica en 1.024 bolívares por dólar, reflejando que los precios de la canasta de bienes y servicios están muy lejos de los tipos de cambio oficiales, especialmente la tasa Dipro.

Cabe la pregunta: ¿qué pasa entonces con las divisas oficiales? Están encapsuladas principalmente en el sector público y grupos satélites. Más del 65% de las importaciones las realiza el sector público. Y de este monto casi 84% se hacen a tasa Dipro. En el caso del sector privado, solo 11% de las importaciones se hacen a tasa Dipro. Así, del total de las importaciones en Venezuela para este 2016, dos tercios se realizan a tasa Dipro. Pero con mecanismos tan poco transparentes como sobrefacturación, arbitraje, contrabando, sobreprecios, entre otros, los precios no se corresponden.

En más de 16 años de control cambiario bajo el chavismo pasamos de un subsidio indiscriminado, generalizado a uno encapsulado, secuestrado sin beneficios para el país ni el Estado; cuya lógica para mantenerse es que le ha permitido al actual gobierno ganar en estabilidad política frente a sus grupos internos y de poder.

Venezuela necesita urgentemente un cambio de modelo, ya no se trata solo de desmontar el control cambiario. No solo hace falta construir un entorno macroeconómico sano, sino también nuevas instituciones y acuerdos que permitan eliminar la tentación de tener incentivos perversos que generen en situaciones de ganancia para unos pocos, en detrimento de las mayorías.

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