Venezuela

FOTOS | Fanny Steinmetz, sobreviviente del holocausto y del madurismo

Fanny Steinmetz ya estaba lista para dormir, sus hermanos también lo estaban. Era parte de la rutina de su hogar, le faltaba poco para terminar de cepillar su cabello cuando unos golpes violentos en la puerta de la casa la sobresaltaron. Eran ellos, los nazis, no podían ser otros

Publicidad
FOTOS: Daniel Hernández

Era bien entrada la noche cuando todo ocurrió, Fanny Steinmetz ya estaba lista para dormir, sus hermanos también lo estaban. Era parte de la rutina de su hogar, le faltaba poco para terminar de cepillar su cabello cuando unos golpes violentos en la puerta de la casa la sobresaltaron. Eran ellos, los nazis, no podían ser otros.

— ¡O salen de aquí o los matamos ya mismo! — Ordenaba un oficial al otro lado, listo para entrar por la fuerza.

Los mayores salieron a la sala preocupados por lo ocurrido, mientras la madre se negaba a abrir la puerta en un intento desesperado por defender a toda su familia, pero no le quedó de otra y cedió. Eran varios, no sabe exactamente cuántos pero tenían armas enormes que jamás había visto y al entrar a su cuarto la sacaron a la fuerza, como si aquel lugar les perteneciera. Su cepillo cayó en el suelo y desde ese entonces no volvería a saber lo que era vivir como una persona normal, porque era una judía más y para la causa nazi eso, era no ser nadie.

Corría la Semana Santa de 1944 y aunque faltaba cada vez menos para el final de la Segunda Guerra Mundial, las familias no lo sabían en la Checoslovaquia de Fanny. Las redadas se habían vuelto comunes, pero no creían del todo que Hitler y los suyos estuviesen capturando judíos, pero ese temor estaba sobre su casa circulando noche y día hasta que se materializó.

La noche estaba fría y no tenían nada que ponerse para mitigar el temporal, en las calles habían más personas como ella, adolescentes de 15 años, pero también estaban ancianos y niños pequeños. Ellos aún no entendían con claridad lo que ocurría, pero tardarían un poco más para hacerlo.

Los soldados alemanes veían la labor como una rutina y un compromiso para sanear la sociedad europea. Ellos, con sus rasgos afilados, sus pieles blancas, sus cabellos amarillos y ese aire de superioridad que los caracterizaba cuando lucían el uniforme pardo y el brazalete con la esvástica.

— ¡Muévete judía!

Los cañones de los rifles se sentían congelados en su espalda, lo hacían para que se apresuraran. La caminata no fue muy larga. De ahí llegaron a una casona en el gueto de la ciudad, en donde el tiempo pasaba con lentitud, rodeada de judíos, homosexuales, gitanos y algunos pocos católicos. Estaba oscuro, polvoriento y frío, mientras en el ambiente solo se respiraba incertidumbre. Su madre intentaba darle consuelo.

— Todo está bien.

— ¿A dónde vamos mamá? ¿Por qué nos hacen esto?

La madre nunca supo que responder, pero no podía ser nada bueno. En aquel lugar estaban los primeros rasgos de supervivencia y maltrato. No había en donde dormir, solo un suelo frío y encementado, mientras parecían sardinas enlatadas.

Fanny era la quinta de seis hermanos, cuatro mujeres y dos varones que se encontraban haciendo servicio militar, la menor tenía 12 y Fanny siempre la protegía, pero en ese gueto en el que la marginalidad pululaba y los horrores estallaban, nadie se salvaba. Fue entonces cuando las tomaron por la fuerza. Fanny recuerda que se salvó de milagro, pero dos de sus hermanas fueron obligadas, la mayor, por fortuna tenía el periodo y eso les generó asco a los soldados, pero en la de 12 años vieron una presa fácil, que gritó tan fuerte como pudo, pero eso no sirvió. Entre varios la pusieron en diferentes posiciones y la sometieron a vejaciones, las primeras que realmente quebrantaban su espíritu, mientras Fanny escuchaba todo entre lágrimas, porque si no le dispararían, fue entonces cuando la menor llegó, con el rostro hinchado y el cabello enredado, en búsqueda de refugio.

Aquel dolor nunca dejó a la más pequeña de los Steinmetz, quien de mayor sufrió de un enorme tumor canceroso que casi se la lleva, pero aunque eso era el horror para una mujer normal. En la segunda guerra mundial ya se aplicaban cosas peores que escapaban de la imaginación de esa familia y de todos los que estaban en el gueto.

***

Un día, los soldados los volvieron a sacar con la misma violencia que la primera vez, pero ahora, más apresurados. Si alguien era muy lento o flaqueaba le disparaban y su cuerpo quedaba tendido en las calles como una demostración de poderío. A veces los pisoteaban con las botas de cuero perfectamente lustradas, pero con Fanny no pasó, ella siguió la caminata hasta que llegaron a un enorme tren de carga. Pensar que viajarían en cómodos vagones era una ilusión que una puberta y sus hermanas tenían. Aún los engañaban y ellas inocentes creían, pero sus expectativas se ensombrecieron cuando las encerraron dentro de un contenedor, mucho más oscuro, sin ventilación y luz.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-18

Ahí no podía moverse, sus pies se hinchaban y el golpeteo con los otros, la molestaba. El sonido de las ruedas sobre el riel le desesperaba, todo estaba oscuro y a penas una diminuta luz se filtraba por la puerta. Era un murmullo atroz que se combinaba con los gritos de madres, de niños asustados, pero ella hacía silencio y sujetaba la mano de sus hermanas, para sentir algo de seguridad, eso y Dios eran su fortaleza, pero faltaba poco para que la familia Steinmetz se desmembrara, solo unos kilómetros más.

Otros soldados abrieron las puertas y las bajaron del vagón como cargamento, ella cayó al suelo y se tuvo que levantar como pudo, porque si no te pateaban. Ella aún no lo sabía pero estaban en Auschwitz al sur de Polonia y a 43 kilómetros de Cracovia. Ahí, frente a ella estaba el enorme campo de concentración en donde 1 millón 100 mil personas murieron sofocados en cámaras de gas o fusilados en un paredón, 90% fueron judíos.

Inmediatamente separaron a la familia y los agruparon en filas de cinco. En la de ella estaba su hermana, con la que fingió no tener relación para permanecer unidas y una mujer embarazada. Casi no pudieron hablar porque un soldado le disparó en la cabeza frente a ellas.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-11

Como prisionera y en medio de una desesperación decidió cerrar su boca y caminar rumbo hacia lo desconocido. Auschwitz era sombrío, lleno de un sin fin de casas pequeñas hechas de ladrillo, con tejados precarios y suelos de tierra que se transformaban en fango con la lluvia y la nieve. Era una gran jaula electrificada, con alambres de puas y torres enormes en la que lo soldados vigilaban día y noche. Desde ahí pudo ver a personas delgadas con la cabeza totalmente rapada. No supo definir si eran hombres o mujeres, pero muy pronto ella acabaría así.

En un cuarto, la desnudaron y le cortaron el cabello que le llegaba más abajo de los hombros, era grueso, oscuro y abundante, pero ahora solo tenía un fina pelusilla y un aspecto enfermizo, como alguien que ha sufrido de cáncer. Después fue el uniforme, un horroroso traje a rayas, maloliente, raído, y áspero al tacto, con un número en el pecho y un triángulo amarillo que indicaba que ella era una judía, el peor eslabón en la cadena de razas de los nazi. Esa sería su identificación, indirectamente le habían disparado en la cabeza junto a la mujer embarazada, porque ya no era humana si no una prisionera, o peor que eso.

Caminaba con un paso torpe porque le habían dado unos feos zapatos, uno le quedaba, pero el otro era más grande. Sin embargo, era afortunada, otros iban descalzos, con pies llenos de ampollas. Así fue llevada hasta las barracas, una casa llena de literas de piedras, una sobre otra sin casi espacio y ventilación, en donde la gente comía, defecaba y dormía.

Las camas no eran una para cada uno, eran para dos, para tres o hasta para cuatro. Con el paso de los meses y las estaciones se volvían tan flacos que cabían perfectamente. Había mañanas que todos amanecían muertos y tenía que pasar por encima de los cadáveres, en el fondo Fanny celebraba aquello porque podía tener más espacio, poco a poco dejaba de pensar con raciocinio, ahora había que sobrevivir.

Los días pasaban y a veces llegaban a darle de comer. Era un plato sucio con agua y remolacha. Si llegaba a ver un papa flotando se arrojaba al plato como un perro a comer, porque era una fiesta. De hecho se emocionaba y bebía aquel líquido que llevaba escondido un químico que evitaba que saliera embarazada, como parte de los proyectos de esterilización de los nazi. Además también le daban, pan pero era solo una piedra rompe dientes que parecía llevar un año al aire libre.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-20

Cuando no había nada que comer conversaba con sus compañeros sobre los festines judíos y psicológicamente contrarrestaba el crujir de su estómago que se reducía, poco a poco, hasta que un día se acostumbró al hambre y dormía hecha un ovillo en la litera cubierta de paja,viendo por una ventanilla como llevaban a miles de personas a la muerte, pensado cuándo sería su turno.

—¡Mamá, mamá!

Casi todas las noches escuchaba las voces de los niños en distintos idiomas gritar lo mismo, desconsolados e histéricos sin saber a donde iban. Ella miraba temerosa desde la ventana mientras las lágrimas corrían por su rostro.

—¿Dónde estás mamá? — Fanny preguntaba lo mismo día y noche, pensar que los podía reencontrar la animaba pero nunca tenía respuesta. Nadie sabía nada.

Había días en los que tenía que correr entre barracas cuándo se decía que irían a la suya a buscar nuevas víctimas. Era un espectro andante, pesaba 25 kilos y se sentía frágil y muy débil, cada kilo que perdía era equivalente a su pérdida de esperanzas. Estaba famélica y no quedaba nada de la robusta chica que tenía siete novios distintos y no paraba de coquetear.

Una mañana un hombre entró por la puerta escoltado por otros soldados.

— Es mi hora— Fanny sujetó su cama y respiró entrecortada porque aunque deseara que un avión la bombardeara, confrontar la muerte era difícil, aún para alguien que ya no siente, ni sueña, que solo lidia con la muerte y la humillación.

Por su uniforme sabía que era de alta jerarquía, llevaba una bata blanca impoluta y su aspecto también era arrogante, alto, cabello y ojos oscuros, nariz respingada. Josef Mengele o el “Ángel de la Muerte”. ­—Tú, tú y tú — Decía señalando a los que salvaría, a los que irían al horno crematorio y a los que servirían para sus fines más oscuros, una serie de experimentos científicos para probar sus postulados de eugenesia y supremacía germánica.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-3

Fanny no entró en esta lista, sino en otra categoría, la de trabajos forzados. En ese momento pasó de ser prisionera, a una esclava. — Esta nos va a servir, todavía se ve robusta. Llévensela. Mengele sonreía, y silbaba una melodía que lo caracterizaba. Desde 1941 estaba en Auschwitz dirigiendo experimentos genetistas. Le obsesionaban los gemelos y experimentaba con gitanos, enanos y embarazadas, aquellos que sufrieran una condición especial, eran asesinados en el acto. Fanny fue cambiada a un campo de trabajo dentro de la misma Auschwitz, divida en tres. Ahí cooperaban día y noche, casi sin descanso para IG Farben, empresa química compuesta por otras compañías entre esas AGFA y Bayern, quienes crearon el químico Cyclon B, un pesticida que los nazis utilizaron para asesinar a millones de personas dentro de las cámaras de gas. Todo lo que hacía Fanny era sin saber las armas de destrucción para los suyos. — Trabaja, judía. Se sobresaltaba con cada orden porque luego venía uno y más azotes, regresaba a las barracas con las manos destrozadas, para dormir unas horas y volver a empezar. Ya estaban en 1945 y no lo sabía. Habían días en las que los mismos soldados alemanes se apiadaban de ella.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-13

— Ya falta poco, aguante, aguante. Fanny miraba con incredulidad al soldado, porque no entendía cómo mientras la maltrataban, le daban aires de esperanza que se hicieron visibles el 27 de enero de 1945, cuando las tropas rusas entraron a Auschwitz a rescatar a todos los prisioneros. Cuando puso un pie fuera del campo de concentración corrió, corrió mucho, no sentía las piedras en sus pies ni nada más que la libertad fluyendo por su cuerpo debilitado al borde de la muerte. Cerca de ella había una plantación de papas y arrancó los tallos y se metió las papas con desespero en la boca, sus labios se llenaban de tierra, pero ya no importaba porque comía todo lo que podía y quería. Se sentía miserablemente autónoma pero libre, de rodillas, con los pies sucios y las manos rotas por escarbar en la tierra y a su lado, el infierno materializado siendo invadido por las tropas aliadas. Hitler ya se había suicidado junto a su novia Eva Braun y desde ahí cada Nazi vivo empezaría a cambiar de nombre y apellido, a negar sus lealtades, mientras otros serían llevados a juicios que concluirían con condenas a la horca, pero sin importar qué, cerca de 6 millones de personas murieron en los campos de concentración que se transformó en el crimen de odio más aberrante de la historia.

Después de ahí se dio el reencuentro. Sus hermanas seguían vivas, más flacas, vulnerables totalmente rotas, pero aún podían andar y si podían hacer eso no había quien las detuviera, porque se habían salvado de lo peor. Luego recibieron su identificación, seguía sin ser Fanny, si no una judía más rescatada del horror.

Nuevamente era montada en un tres junto a sus hermanas, esta vez en mejores condiciones y rumbo a Suecia, ahí la esperaba a ella y sus hermanas una pareja relativamente joven que las adoptó, les dio ropas, amor y les devolvió el derecho de sentirse humanas y de responder a sus nombres de nacimiento. Poco a poco creció su cabello y engordó, aunque en las noches tuviese miedo y pensara que volverían a tocar su puerta para llevarla al horror, pero eso no ocurrió.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-2

Allá en Suecia se reencontró con uno de sus siete pretendientes, Henrique Ackerman. Debía ser el inicio de una nueva vida, llena de plenitud y alegrías pero no fue así, Fanny fue rápidamente suplantada por el alcohol. Su esposo quería irse de Europa. Ser judío seguía siendo un estigma, por lo que un buen día se embarcaron en un viaje de semanas hasta que se detuvieron provisionalmente en Venezuela.

***

Fanny recuerda el sol radiante, las montañas gigantescas y verdes, el sonido del mar cargado de calor caribeño, tan extraño en Europa. Ahí se bajaron con sus maletas, para una estadía de días que se transformó en para siempre. Era 1948 y Venezuela se encaminaba a la dictadura perejimenista, con el tiempo llegaron más extranjeros que escapaban de la posguerra. Entre 1945 y 1961 Venezuela recibió a 920.000 europeos que echaron raíces y cambiaron el rumbo de la nación con su espíritu trabajador.

En esos primeros años se enfrentaba al idioma, pero los venezolanos la ayudaban, mientras su esposo llegaba ebrio casi todos los días y la golpeaba, la insultaba, eran más maltratos que aprecios, entonces llegaron sus dos hijos al mundo y nada cambió, por el contrario, empeoró porque debía ser, madre, esposa y sostén del hogar.

Los Steinmetz tenían un telar y ahí trabajaban arduamente, pero sin sentido porque todo lo que ganaban era despilfarrado por Henrique en Alcohol, hasta que la empresa quebró y Fanny debió defenderse haciendo ropa para amigas, conocidas y desconocidas. Muchas veces esas personas lo hacían porque sabían que lo necesitaba para alimentar a esos dos pequeños.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-5

Pero Fanny no estaba dispuesta a seguir viviendo entre humillaciones y moretones. Auschwitz había sido demasiado para ella y dentro de su hogar no se sentiría presa, por lo que se divorció y siguió arreglándoselas como pudo, entonces Fanny volvió a bailar, a cantar, conoció más personas como ella, mientras Caracas, ciudad en donde vive se llenaba de judíos con ideas novedosas y poblaban zonas, levantaban colegios, centros de reuniones para judíos y así sentirse como en casa, porque su familia estaba muy lejos, en Israel.

Ahora Fanny tiene 94 años, come chocolates traídos de Estados Unidos, un placer culposo porque sufre de diabetes, cada vez que abre un pequeño paquetito se lo mete a la boca como niña traviesa. Es febrero y está cerca de cumplir 95 años, es una de las pocas sobrevivientes que aún vive.

Fanny tiene el rostro surcado por arrugas que narran su historia de vida. Sigue siendo robusta, cuando camina arrastra los pies de atrás hacia adelante con unas pantuflas azuladas que recuerdan a un albornoz de baño. Siempre viste batas frescas con motivos floreados y está sumamente preocupada por su aspecto, un poco de labial y rubor la hacen ver hermosa.

Su casa es una cronología de recuerdos clavados en la pared en forma de fotos, en una hay cuadros de sus hijos, fotos en blanco y negro tomadas en estudios profesionales. Son dos regordetes rubios. En la actualidad uno vive en el extranjero y el otro sigue en Venezuela.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-17

Desde su sillón forrado en cuero y lleno de almohadas para garantizar su comodidad, Fanny ve las fotos de su primer cumpleaños en libertad en Suecia, está visiblemente repuesta y carga un buquet de flores, viste de abrigos y no se ven rastros del terror del pasado.

Fanny no ha perdido su capacidad para hablar de política nunca fue una subversiva, porque en los tiempo del nazismo no fue así, pero con todo lo vivido se siente muy segura sobre el estado actual de Venezuela.

—Es difícil ir por la calle y ver a esos niños abriendo las basuras, comiendo lo que pueden, mientras yo como bien. Cada vez que como algo solo pienso en ellos, porque tienen hambre, yo también lo tuve y con hambre se sufre. Fanny ha vivido tres tipos de dictaduras distintas, la de Hitler, la de Pérez Jiménez y la chavista, que aunque para muchos no es, son muchos los gobiernos que señalan que hay un claro totalitarismo.

—No hay medicamentos, ni para el cáncer, ni para el corazón y la culpa es de una persona que no puedo mencionar. Fanny no lo menciona quizás por temor, pero ella siente que es peor que Hitler.

— ¿Hasta cuándo podemos seguir aguantando? Esto está a punto de romperse. Tiene que terminar. Al deja los análisis políticos toma más chocolates, se para del sillón con dificultad y comienza a cantar. — La… cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta la patita principal.

Su voz suena temblorosa, pero con melodía y al terminar suelta un brinco que no la hace caer, Nelson la ayuda a bailar, Nelson es el mejor amigo de uno de sus hijos y a su vez su protector, el le da todo lo que necesita, tanto medicinas, como chocolates él la quiere como a una segunda madre. Fanny es visiblemente feliz, siempre lo dice y el secreto para eso es que no guarda rencores, ni Hitler, ni a los soldados, ni a nadie, solo sabe que ahora es feliz comiendo dulces y cantando canciones.

EE-Sobreviviente-Holocausto-Fanny-Steinmetz-02.02.18-BN-DanielH-15

Esta nota fue publicada por primera vez el 28 de enero de 2019

Publicidad
Publicidad