Espectáculos

"Free Guy": Ryan Reynolds demuestra que el cine sigue vivo

¿Qué hace al público acudir al cine? ¿Podrían ser los films dedicados a solo a entretener ser la respuesta a la recuperación de las salas?

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"Free Guy"

Free Guy: Tomando el control” (2021) de Shawn Levy no tiene grandes pretensiones. De hecho, no tiene ninguna que no sea entretener. Tan falta de ambiciones y con toda la sencillez de su personaje principal (interpretado por un encantador Ryan Reynolds), la película resulta engañosa por su aparente cualidad superficial. Pero lo que se esconde bajo esta colección de guiños a los videojuegos y a la cultura pop es algo más complejo.

Se trata de un elemento que ahora mismo la ha convertido en una incógnita y sin duda, un experimento a tener en cuenta en el futuro. Porque “Free Guy: Tomando el control” no proviene de una gran franquicia, ni tampoco es la secuela de una película de éxito. Es un experimento. Y uno arriesgado en una época en la que la mera idea de llevar ideas frescas a la pantalla grande resulta toda una audacia.

Hace unas semanas, “Black Widow” de Cate Shortland, la primera película Marvel del año, se convertió en un debatido suceso de taquilla. Retrasado más de cinco veces durante el difícil 2020, el film finalmente llegó a la pantalla grande para intentar demostrar si el músculo de la franquicia para atraer público a las salas era tan fuerte como se suponía. Debutó también en la plataforma streaming del estudio. Y en ambas versiones tuvo un considerable impacto.

La recaudación de la primera semana no defraudó en salas y fue un suceso en su versión online. Pero durante la segunda, las cifras en boletería se derrumbaron con tanta rapidez como para levantar polémica, quejas de los distribuidores de cine estadounidenses e incluso, una amarga demanda de parte de Scarlett Johansson. Pero lo más notorio de lo ocurrido es que dejó claro que el cine tradicional se sostiene con precariedad sobre un poco probable equilibrio. ¿Podría sobrevivir el cine sin sus franquicias más famosas? ¿Había la posibilidad de que una película que no dependiera de sus predecesoras fuera un éxito de taquilla? ¿De que incluso fuera una opción para las cada vez más renuentes distribuidoras?

Las preguntas quedaron sin responder con el paso de “Jungle Cruise”, de Jaume Collet-Serra, por la cartelera de estrenos (de nuevo, en la combinación sala y streaming) con una modesta recaudación y después, de la controvertida “The Suicide Squad”, de James Gunn, que resultó un clamoroso éxito de crítica pero un desastre de taquilla.

Suicide Squad
The Suicide Squad

Pero ninguna superó lo que parece ser el enemigo de las salas de cine: el poco interés que despiertan los proyectos actuales y en especial, la falta de originalidad que les lastra hacia cierto espacio gris. Después de todo, la apuesta es alta. ¿Es necesario romper las medidas de seguridad —en donde aun son necesarias— para acudir a la sala de cine por una película que no ofrece nada en especial novedoso?

Más allá del buen desempeño de la novena parte de la franquicia de “Rápido y Furioso” (toda una excepción a las reglas y con su propio fandom para sostener el éxito), los venideros estrenos de Hollywood parecen enfrentarse a un público más cínico, duro, complicado e impredecible que nunca. Y a esa audiencia con mayor poder para decidir qué desea ver y cómo desea disfrutar del cine (ya sea en pantalla chica o grande) es a la que se enfrenta este fin de semana “Free Guy”.

Y en lugar de hacerlo desde lo complejo, la espectacularidad o lo extravagante, la nueva película protagonizada por Ryan Reynolds tiene algo a su favor: la capacidad para sorprender.

Lo que es, lo que no es

“Free Guy: Tomando el control” es una rara mezcla de varios contextos y una oportunidad específica que quizás, sea su punto más fuerte. Creada y pensada para la generación Fornite, Twitch y Tik Tok, la premisa se basa en la virtualidad. Pero si bien se trata de un tipo de punto de vista que ya ha sido explotado con frecuencia en el cine — ”Ready Player One”, de Steven Spielberg, llevó el argumento a un nivel apoteósico — lo que sí resulta original es cómo se analizan las múltiples relaciones de esa virtualidad con el hombre común.

Porque Guy (Reynolds) no es solo el centro motor del argumento. Es también la experiencia de ese segundo mundo online a pleno nivel. El director encontró la manera de dialogar entre esa percepción del mundo irreal y el de las cosas habituales, desde una óptica cristalina que permite comprender la tridimensionalidad de una experiencia total. “Free Guy” desea construir una premisa desde una directa concepción de lo que no existe y de cómo lo concibe el mundo contemporáneo. De la misma forma que una versión aumentada del clásico juego de video The Sims hasta Second Life, “Free Guy” explora qué hace real lo que nos rodea. O, mejor dicho: qué construye o qué sostiene lo que creemos sobre el mundo particular que habitamos.

Hay una obvia referencia a “The Truman Show” (1998) de Peter Weir, en el hecho de que Guy está convencido del peso real acerca de lo que existe y es en lo que le rodea. Pero mientras Weir jugó de manera frontal con la explotación de esa noción de la observación indirecta, “Free Guy” elabora un diálogo sincero con un público que conoce los códigos y símbolos de la virtualidad. Narrada en paralelo con lo virtual y lo ficticio, Guy sortea ambas fronteras hasta comprender sus límites.

Y mientras Truman (Jim Carrey) batallaba a ciegas contra una trampa gigantesca de la que no podía escapar, Guy puede enfrentarse a lo que ocurre a través de su rápido aprendizaje. Y es entonces cuando se transforma en el avatar de toda una audiencia que ha pasado buena parte de su infancia, adolescencia y probablemente de su adultez, manejando su vida a través de lo virtual. Guy es en realidad la expresión total de la maquinaria online, combinada y llevada a un nuevo nivel de sofisticación.

Claro está, “Free Guy” también es una película que juega con la elección consciente, un tema debatido y discutido hasta la saciedad durante la pandemia. Y aunque la película sufrió todo tipo de retrasos y no podría decirse que es producto de la emergencia sanitaria, si resulta de considerable interés el hecho de que uno de sus muchos hilos de subtexto sea justamente el derecho a la elección del espacio y la identidad. ¿Quiénes somos cuando el mundo a nuestro alrededor cambia por completo? ¿Qué ocurre cuando cada pieza de lo que deseamos y nos define se transforma en algo más?

"Free Guy"

A la manera de “The LEGO Movie” (2014) de Phil Lord y Christopher Miller, Guy es también un hombre genérico en una vida genérica, parte de un sistema monstruoso y automatizado. Pero Guy toma decisiones — o, mejor dicho, se las hacen tomar — y la uniformidad queda atrás, resuelta como un juego de espejos que Levy logra resolver con éxito. Guy es un personaje que podría solo encajar, pero no desea hacerlo. ¿No ha sido esa la discusión y la insistente percepción sobre lo que ocurre en una etapa de restricciones de libertad y movimiento?

Por supuesto, “Free Guy: Tomando el control” está repleta de referencias a múltiples videojuegos y a la cultura pop en general. Pero entre las variadas capas de chistes sofisticados y un gran sentido del humor, también hay una virtud singular para las películas actuales: aspirar a contar una historia nueva.

No lo hace — es prácticamente imposible algo semejante en la actualidad — pero Levy y Reynolds (quien también produce), ponen el suficiente empeño en crear algo novedoso, fresco y atractivo que otras tantas producciones que les doblan en presupuesto y con elencos más conocidos. Al final, “Free Guy” es una mirada a un tipo de cine impensable en la transición a un posible — y no muy cercano — final de la pandemia. Uno experimental, inteligente y en especial, enfocado en la posibilidad de ser entretenimiento brillante y en estado puro.

¿Qué hace a una buena película serlo? “Free Guy” no llega a revelarlo, pero sí deja algo en claro: todavía hay gente en Hollywood que quiere correr el riesgo de brindarnos un buen relato, incluso en mitad de la crisis más imprevisible de su historia.

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