Curiosidades

Herman James, un barbero en pleno Central Park

La pandemia cerró la peluquería donde trabajaba Herman James así que, un día, tomó una silla plegable, sus implementos y un rústico cartel y empezó a hacer cortes gratis en el principal parque de Nueva York. Ahora es un buen negocio

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Herman James
Angela Weiss / AFP |Peter Hutchinton / AFP

Como a muchos, la pandemia le cambió la vida a Herman James, barbero de profesión. La peluquería de Nueva York donde trabajaba cerró. Pero él hizo la diferencia, su diferencia.

Después de tres meses de confinamiento y con la prohibición de abrir las peluquerías, todo el mundo necesitaba un buen corte de pelo. Así que Herman James decidió ayudar a la gente y cortarlo gratis. Metió todos sus implementos en una maletita con ruedas, tomó una silla plegable, hizo un cartel y desde su casa en Brooklyn se fue a Manhattan, a instalarse en el icónico Central Park.

Herman James
Herman James demora 45 minutos en llegar desde su casa en Brooklyn hasta el parque. Foto Angela Weiss / AFP

«El barbero de Central Park: ¡cortes de pelo gratis!» dice el cartel que James, de 33 años, cuelga en un árbol al norte del parque, cerca del mosaico donde se conmemora a John Lennon y enfrente de un lago.

Cortando cabellos gratuitamente, esperaba ayudar a los neoyorquinos de toda clase social y ayudarse a sí mismo, confiando en recibir propinas. Un auténtico ganar-ganar.

«Decidí tomar la iniciativa. Agarré mi silla, mis herramientas, y las coloqué a la vista. Simplemente me quedé ahí a ver cómo reaccionaba la gente», recuerda.

Los implementos de Herman James. Foto Angela Weiss / AFP

No tuvo que esperar mucho: a los 10 minutos llegó un hombre decidido y se sentó.

Eso fue el comienzo de todo. «Cuando la gente vio que se estaba cortando el cabello, llegó en cantidades. ¡Ya habían pasado 90 días de pandemia y todos lo necesitaban urgente!».

Lo de las propinas también le funcionó. La mayoría de las personas le dan lo que cuesta un corte normal en Manhattan, entre 20 y 30 dólares. Pero también ha recibido desde dos dólares y hasta 200.

El negocio marcha perfectamente y Herman James piensa quedarse allí, incluso cuando todo vuelva a la normalidad. Por ahora hace entre 10 y 15 cortes diarios, nada mal si se considera que ya hay peluquerías abiertas. Cuando todo seguía cerrado atendía entre 20 y 25 personas por jornada.

Si bien es común ver en algunos países de Latinoamérica, como Venezuela, barberos atendiendo debajo de un árbol en algunas calles, en Nueva York era inaudito. Pero la pandemia, ya sabemos, cambió muchas cosas.

Las autoridades del Central Park, al principio, no sabían bien qué hacer con Herman. Pero ya lo aceptaron como una «atracción» más, como si fuera un músico o un patinetero.

Y, si lo pensamos desde el punto de vista de bioseguridad, Herman James lo está haciendo bien pues, según la Organización Mundial de la Salud, el aire libre o un lugar donde corra la brisa disminuye el riesgo de contagio de coronavirus.

Reservar la cita

«Es estupendo. Haría esto todo el tiempo si tuviera suficiente cabello», dijo a AFP Joel Linchitz, de 72 años, al recibir un corte el jueves pasado.

Los clientes pueden reservar hora a través de la aplicación Schedulicity, pero hay mucha gente que pasa caminando o corriendo y decide cortarse el cabello o la barba en el instante. James corta también el cabello a mujeres siempre y cuando no quieran nada complicado «como capas», explica.

Herman James
Herman James hace entre 10 y 15 cortes diarios. Foto Angela Weiss / AFP

«Estar afuera, en la naturaleza, y ver gente que pasa y saca fotos es una experiencia nueva que la gente disfruta. También es mucho más seguro. Es menos riesgoso que estar adentro, hay aire fresco que puede circular», dice.

Ventajas y desventajas

Además de la bella vista y el menor riesgo de contaminación por coronavirus, otra ventaja es no tener costos de operación elevados.

«Eso es una bendición», dice Herman.

Las desventajas incluyen la lluvia. Trabaja siete días a la semana si el tiempo lo permite, pero se queda en casa si hay pronóstico de lluvia. Y no trabaja en invierno.

Su silla no puede subirse ni bajarse, así que cuando corta el pelo a niños le duele la espalda.

No puede enchufar un secador de cabello, pero asegura que el sol y la agradable brisa del parque hacen «un buen trabajo».

¿Qué hace con el cabello que corta? «Uno de mis clientes me dio un cepillo y una pala. Lo barro y lo tiro a la basura», indicó.

Las peluquerías abrieron en el verano boreal pasado pero James no tiene planes de instalarse en un local tradicional.

«La demanda aún está fuerte. Y soy el primero en la historia. No estoy interesado en pasar de esto a trabajar para otra persona», dice Herman James a quien ahora se le conoce como el barbero de Central Park.

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