Opinión

Leonardo Padura y su resignado silencio sobre la dictadura cubana

El doble estándar, tan cuestionado siempre por las organizaciones de derechos humanos, ha sido la usual respuesta de la intelectualidad latinoamericana de izquierda para evadir responsabilidades. Se calla ante lo que ocurre en Cuba, pero lo mismo que sucede en Cuba en materia de represión, es denunciado a los cuatro vientos sí ocurre en otro país, y mejor si este es gobernado por un presidente conservador

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Leonardo Padura

“La persecución que lleva a cabo el gobierno contra el escritor es un atentado a la libertad y un insulto a la inteligencia”, un mensaje de este tipo, referido a Nicaragua y al escritor Sergio Ramírez, ha sido firmado por el periodista y novelista cubano Leonardo Padura.

Impensable que algo de ese mismo tono, pero referido a cualquiera de sus compatriotas dentro de la Isla, sea suscrito por el laureado autor de El hombre que amaba a los perros.

Se trata de una excepción en varios sentidos y no deja de ser llamativa la capacidad de equilibrista que tiene este escritor. Es el mismo Padura que evade referirse a los presos políticos de su país, pero acude a visitar en Brasil a uno: el muy connotado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, y megáfono en mano fustiga al sistema de justicia en Brasil. Sobre el sistema de justicia en Cuba, donde vive, prefiere no opinar.

“Los cargos que se han fabricado contra él (contra Ramírez) —y contra casi cuarenta presos políticos— son la demostración palpable de la deriva represora del régimen, decidido a acallar a sus opositores mediante la cárcel u obligándolos al exilio”, suscribe Padura este párrafo de la mencionada carta pública. Sin embargo, para hacer denuncias de este calibre, es él mismo quien ha callado y sigue callando ante la existencia de centenares de presos políticos tras el #11J en Cuba.

El mismo al que le parece inaceptable lo ocurrido contra Sergio Ramírez, que de hecho lo es, es el mismo escritor que nada dice de sus colegas que son seguidos o amedrentados por la seguridad del Estado en la Isla.

Remata la carta: “mostramos solidaridad con Sergio Ramírez y, de este modo, también con la sociedad nicaragüense, sometida ahora a una dictadura cuya escalada represiva está lejos de terminar” ¿Qué tal si en este último párrafo, en lugar de decir Nicaragua dijese Cuba? Allí no estaría la firma de Padura, ya que, según se excusa él, no firma cartas públicas en solidaridad con causas políticas.

No hay entonces solidaridad de Padura con el pueblo cubano, que es el suyo, ni se atreve a denunciar que en Cuba se ha registrado “una escalada represiva”. Se denuncian los atropellos en Nicaragua o se escribe un muy sólido libro sobre la infausta represión soviética, pero nada se dice de la conexión de Cuba con ambas.

Nicaragua bajo la opresión del régimen de Daniel Ortega y su mujer y vicepresidenta, Rosario Murillo, tiene el padrinazgo del castrismo cubano. Y el modelo de la extinta URSS, hasta que ésta dejó de existir, fue el sostén para la Revolución Cubana. No se puede separar al régimen cubano, salvarlo de responsabilidades con los modelos violadores a los derechos humanos que Padura denuncia al suscribir una carta pública o en su demoledor libro El hombre que amaba a los perros, publicado en 2009.

En Venezuela se suele usar un refrán popular que creo se le ajusta a Padura: «Luz para la calle y oscuridad en la casa». El escritor, por razones que solo él sabe, tiene agudeza y compromiso para denunciar atropellos en otras latitudes, pero calla (por ¿temor?, ¿complicidad?, ¿sentido de pertenencia?) ante lo que ocurre en su Cuba.

El doble estándar, tan cuestionado siempre por las organizaciones de derechos humanos, ha sido la usual respuesta de la intelectualidad latinoamericana de izquierda para evadir responsabilidades. Se calla ante lo que ocurre en Cuba, pero lo mismo que sucede en Cuba en materia de represión, es denunciado a los cuatro vientos sí ocurre en otro país, y mejor si este es gobernado por un presidente conservador.

Esto ha sido usual entre no pocos intelectuales y escritores de otros países latinoamericanos cuando miran hacia la Isla. Padura bebe de esa suerte de tradición para escudarse. No opina de política cubana, pero sí lo hace sobre Brasil o Nicaragua.

La envergadura de lo ocurrido el #11J le obligó a tomar posición pública. Dio su explicación con la metáfora del “alarido” que se vivió en Cuba aquel día. En su texto explicativo, pues básicamente termina explicando lo ocurrido según su punto de vista, Padura en algún momento se refiere al “resignado silencio” de la población cubana en medio de generalizadas penurias, agravadas por la pandemia de la COVID-19.

Lo que veo, sin embargo, es el “resignado silencio” del propio Padura para evitar referirse a la catadura dictatorial del régimen que gobierna su país.

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