Venezuela

Opinión | Esa agua inmunda que consumimos

Mi marido es muy acucioso con el agua. Toda la que tomamos en casa ha sido previamente destilada. Y los residuos que quedan en el fondo del destilador, cada vez son peores. Cuando vi los últimos, hace dos días, sentí náuseas. Residuos orgánicos, pastosos, verduzcos... en fin... parecía agua del Guaire.

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Fotografía: Daniel Hernández / El Estímulo

El 19 de octubre pasado el New York Times publicó los resultados de unas pruebas que encargó a investigadores de la Universidad Central de Venezuela para que recrearan el estudio de calidad del agua que habían realizado regularmente para el INOS en Caracas desde 1992 hasta 1999, en un extenso artículo firmado por Anatoly Kurmaenev e Isayen Herrera, con fotografías de Meredith Kobut.

Cito del artículo: “los científicos descubrieron que cerca de un millón de residentes estaban expuestos a suministros contaminados. Esto los pone en riesgo de contraer virus transmitidos por el agua que podrían enfermarlos y amenazar la vida de los niños y los más vulnerables”.

El sistema de agua de Venezuela se derrumba, como afirma el título del artículo, o, mejor dicho, ya se derrumbó. En 2012, el informe número 227 de la Red de Sociedades Científicas Médicas Venezolanas daba cuenta de que cada segundo se vertían 5.000 litros de agua contaminada a la represa Pao-Cachinche: “la contaminación del agua de consumo humano en los estados Carabobo, Aragua y Cojedes es un grave problema de salud pública”.

Pero para variar, nadie de la oposición levantó la voz de denuncia y la decisión de la presidencia de la república, en manos del más inepto, corrupto y soberbio presidente que hayamos tenido, fue aún peor: en vez de potabilizar los 5.000 litros contaminados que entraban por segundo, optó por casi cuadruplicar el volumen de agua contaminada. En Valencia, por ejemplo, desde hace casi 15 años han estado recibiendo aguas servidas del Río Cabriales (por el desvío ilegal de su cauce). Este constituye un delito penal ambiental según lo establecido en el artículo 28 de la Ley Penal del Ambiente de Venezuela.

La desidia del régimen no puede ser peor. Y no ha sido por falta de voces de alerta: las ha habido en toda Venezuela. Pero el agua, como tantos otros rubros, también ha sucumbido a la enorme corrupción de los entes gubernamentales.

Encuentro un informe del Observatorio de Ecología Política de Venezuela de julio de 2018, donde destaca que el deterioro de la calidad de las aguas en La Mariposa, Camatagua o Pao-Cachinche se debe primordialmente a la falta de mantenimiento de estos reservorios; el trasvase de ríos cloacales hacia ellos; defectos en la capacidad de depuración de las aguas que los alimentan; la deforestación de las laderas circundantes; la contaminación provocada por asentamientos humanos aledaños, que vierten desechos químicos y orgánicos; y actividades económicas como las agrícolas, pecuarias, o incluso derrames de petróleo (como ha ocurrido en el estado Monagas). Pero nadie en el régimen hace nada.

En marzo de 2019, Amnistía Internacional se hizo eco de los médicos y profesionales de ciencias de la salud que levantaban sus voces de alerta ante la contaminación de las aguas. Cito del blog de Daniela Damiano:

“El lunes 11 de marzo, después de estar sin servicio de agua ni electricidad por casi 100 horas, habitantes del barrio Hornos de Cal, de Caracas, decidieron bajar provistos de envases, botellones y una gran desesperación para recolectar la única agua que tenían a su alcance. El panorama era desalentador: hombres, mujeres y niños se ayudaban para bajar la pendiente que los conduciría a una de los drenajes que alimentan al río Guaire, según ellos, el menos contaminado.

Lo cierto es que a pesar de que esta agua se vea cristalina y provenga de un riachuelo, “no es apta para el consumo humano porque no ha sido tratada por las plantas potabilizadoras y tiene una elevada carga de bacterias. Con tan solo el contacto con la piel pudiera producir enfermedades”, indicó María Graciela López, presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología”.

En esa misma fecha la Asociación Médica Venezolano-Americana (VAMA) alertó sobre el riesgo de una epidemia de cólera por las aguas contaminadas. La diarrea es frecuente en una población sub-alimentada y los riesgos de contraer hepatitis A, fiebre tifoidea y paratifoidea, disentería bacilar y amebiana, diarrea, hepatitis infecciosa, parasitismo, filariasis, malaria, tripanosomiasis, oncocercosis, schistosomiasis, tracoma, conjuntivitis y ascariasis son altísimos.

Pero el régimen… nada. No quiere hacer nada porque no sabe qué hacer y tampoco quiere hacerlo. El reportaje del New York Times da cuenta de las declaraciones de Dorka López, quien hasta 2015 gestionó una planta de tratamiento de agua que atiende a unas 220.000 personas en La Guaira:

“El proceso de purificación de cinco etapas de la planta se redujo a solo uno: la inyección de cloro, después de que un deslizamiento de tierra dañó la planta en 2013”, dijo. “No se hizo ningún intento por repararlo. Gradualmente, la planta dejó de probar incluso la calidad del agua que se suponía que debía tratar. El personal trajo su propia agua potable al trabajo. Ya no estábamos tratando el agua, simplemente enviándola», dijo. Enviando agua inmunda. El régimen lo sabe y no hace nada.

Para comprender hasta qué punto se ha deteriorado el agua en Venezuela, el New York Times realizó pruebas y encontró niveles peligrosos de bacterias. La gente lo sabe. Hay personas que dicen que el sabor del agua que beben les produce náuseas, pero no tienen alternativa. Ni siquiera pueden hervirla, porque el precio del gas doméstico también se ha disparado.

“Según la Organización Mundial de la Salud, la tasa actual de mortalidad infantil por diarrea en Venezuela, que está estrechamente relacionada con la calidad del agua, es seis veces mayor que hace 15 años. Pero el gobierno dejó de publicar datos oficiales de salud pública hace años.

El informe que los científicos presentaron al diario estadounidense, revela que cerca de un millón de residentes de Caracas están en riesgo de contraer virus transmitidos por el agua que podrían enfermarlos y amenazar la vida de los niños y los más vulnerables.

«Esta es una epidemia potencial», ha dicho y repetido José María De Viana, quien dirigió Hidrocapital, hasta 1999. «Es muy grave. Es inaceptable». Esto debería haber requerido que Hidrocapital emitiera una alerta de saneamiento, de acuerdo con las propias regulaciones internas de la empresa. Pero el régimen de Venezuela no ha emitido ninguna alerta al menos desde hace 20 años.

Nadie me quitará de la cabeza que es táctica del régimen mantenernos en este estado de sobrevivencia. Mientras las personas se encuentren en ese nivel, no se rebelarán. Seguirán bajando la cabeza, muriéndose de hambre y de mengua, mientras los jerarcas de la revolución bonita trotan en la Muralla China, comen en los restaurantes más caros del mundo y lucen sus infladas humanidades haciendo ver que tienen sus necesidades hiper cubiertas.

Mi abuela decía que las cosas se pagan aquí en la tierra. Ojalá tenga razón y estos delincuentes paguen por todo el daño que han causado a nuestra sufrida Venezuela.

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