Psicologia

Síntomas de acoso escolar: ¿cómo saber y qué hacer si tu hijo lo sufre?

Existen señales inequívocas cuando un niño sufre bullying. Los padres no deben dejarlas pasar. Entre las más frecuentes están que llega con golpes o cosas rotas del colegio, disminuye todo el interés hacia la escuela, no quiere ir a clases y tiene cambios de humor repentinos

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Ilustracion Daniel Hernández

La decisión de Drayke Hardman, de 12 años, de no querer seguir viviendo para terminar con el acoso que sufría en la escuela, lanzó estrepitosamente sobre el tapete el tema del bullying en las escuelas. Las fotos compartidas, de sus padres y hermanas devastados abrazando el cuerpo del niño, hizo sentir vulnerables a familias del mundo entero que decidieron hablar sobre acoso escolar.

Drayke, por lo que ha dicho la familia, era un niño querido y, a la vez, amoroso, el último de tres hijos de una familia de Utah. Sus padres aseguran que nunca contó nada del bullying que, aparentemente, sufría por parte de otro estudiante de su escuela. Solo hubo una señal: un golpe en el ojo. Pero el niño le restó importancia y la familia no indagó mucho más.

Drayke Hardman soñaba con ser el jugador «más bajito» de la NBA, según aseguró su mamá Samie. Cortesía

Hay que saber que los niños que sufren bullying rara vez lo cuentan. Y si lo hacen omiten muchas agresiones. Lo hacen para evitar sufrimiento a sus padres o porque tienen miedo de que el acosador se vengue y agrave el maltrato. O por las dos cosas juntas.

«Estos niños van adquiriendo un modelo de relación interpersonal tóxica y depredadora, basada en la fuerza y en la imposición, que se consolida con los años», dice la terapeuta Verónica Rodríguez al portal Redacción Vital.

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Foto de Mikhail Nilov en Pexels

Si un padre o madre cree que su hijo está sufriendo de bullying debe hablarlo, pero sin coacción, dándole seguridad de que las cosas van a mejorar, acordando con él los siguientes pasos a dar y, puego, haciendo seguimiento al problema. Es decir, no darlo por terminado. Y siempre debe saber que los padres lo apoyan, frente a los otros compañeros y ante las autoridades del colegio. Porque muchas veces, esos niños piensan que es su culpa que los golpeen.

Es importante que los padres no le resten importancia al problema. Quizás ellos, como adultos, saben que los maltratos terminan pero el niño lo magnifica inconscientemente. Tampoco hay que incitarlo a defenderse o hacerle ver que es «débil». Eso lo único que hace es agravar la humillación.

«Aun cuando la víctima vive con ese malestar y sufrimiento por la humillación y burla de su maltratador que lo paraliza evitándose expresar o denunciar el acoso, ocasionándole sentimientos de impotencia y frustración», apunta el grupo de psicólogos Psonrie.

Los padres deben estar atentos a las señales que indiquen que el niño puede estar sufriendo en el colegio. Y acordarse que, en esta era digital, el bullying no termina con la campanada de salida, como era en otros tiempos, sino que continúa a través de chats y redes sociales.

Sin restarle importancia al papel de las instituciones educativas, Psonrie advierte que los padres tienen que detectar y ayudar a controlar el acoso: «Los padres son responsables de observar y estar atentos para intervenir en la situación si es necesario, tanto si su hijo es la víctima o el victimario, lo importante es establecer un espacio de diálogo».

Señales que no deben ignorarse

Para poder atacar un problema, hay que reconocer las señales que existen.  Estos son los principales signos de que algo le está ocurriendo al niño:

Lesiones inexplicables. Como Drayke, el niño puede llegar con moretones o rasguños y no dar una explicación convincente de su origen. Los padres no pueden aceptar lo que saben que no es cierto. Por ejemplo, un golpe en el ojo no se produce por una caída. Tampoco los golpes frecuentes, pues un niño no se cae o no tropieza todos los días.

Roturas en la ropa, libros o celulares. Lo mismo que con los golpes: puede romperse algo, pero no pasa todos los días. Además, hay que ver bien qué tipo de daño es. Si, por ejemplo, es un desgarrón largo en un libro o en una prenda de vestir, es más probable que haya sido hecho con fuerza o a propósito.

«Pierde» cosas. Sobre todo cosas valiosas, tanto en dinero como en significado para los niños.

«Síndrome del domingo». El niño no quiere ir al colegio con frecuencia. Simula enfermedad o, realmente, somatiza y siente dolor de cabeza o estómago. Si es algo usual está pasando algo. También si solo ocurre cuando toca ir a la escuela.

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Foto de Rodnae en Pexels

Come poco o demasiado. La alteración de los hábitos alimentarios es otro indicativo que algo perturba al niño. Y puede reflejarse en dos extremos: la ansiedad hace que se dé atracones de alimentos a toda hora o, por el contrario, come poquísimo o se salta comidas. Puede inventar que «ya comió» en casa de alguien (la abuela, el vecino, un amigo).

Disminuye el rendimiento escolar. Toda su actitud hacia la escuela se hace negativa. Esto incluye el rendimiento de las notas. Deja de estudiar y de hacer tareas. Se vuelve poco participativo en clase.

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Foto Rodnae / Pexels

Cambios de humor. Se dan por el estrés al que el niño está sometido. Puede tener crisis de llantos o gritos, sin aparente motivo.

Es un niño triste. Si siempre ha sido un niño alegre y de repente está sombrío la mayor parte del tiempo, hay que preocuparse.

«La víctima por lo general deja de hablar, pierde el apetito, se encierra en su habitación, no tiene alegría, se muestra temeroso. Con mucha ansiedad, todas estas señales es importante que sean detectadas por los padres», dice Psonríe.

No todo es bullying

Hay un chiste frecuente en redes sociales: «En mi época el bullying se llamaba chalequeo». Pero no es lo mismo.

No toda broma pesada es acoso o bullying. Para que llegue a esa turbia categoría se necesita que esa intimidación tenga tres características, como apunta Unicef: intención, repetición y poder. Es un patrón de comportamiento.

«Un acosador tiene la intención de causar dolor, a través de daño físico o de palabras o comportamiento hiriente. Y lo hace repetidamente», expresan. La víctima suele ser la misma: alguien más débil que él. Y esta debilidad puede ser física o mental. Aunque no es exclusivo, las víctimas suelen ser niños con baja autoestima o muy sobreprotegidos.

Recomendaciones para los padres

Además de las descritas arriba y haciendo énfasis en que el mejor remedio es la prevención, Unicef puntualiza algunas claves para que los padres logren proteger a sus niños cuando ya sufren bullying.

Escucha a tu hijo. Esto debe ser abiertamente y con calma. Concéntrate en hacer que se sienta escuchado y apoyado, en lugar de tratar de encontrar la causa del acoso o tratar de resolver el problema.

No es su culpa. Asegúrate de que entienda eso.

Dile al niño que le crees. Recalca que te alegra que te lo haya dicho, que no es su culpa y que harás todo para encontrar ayuda.

Habla con los profesores. Es importante comunicarle a los docentes y a las autoridades escolares lo que ocurre. Unicef apunta: «tú y tu hijo no tienen que enfrentar el acoso solos». Pregunta si tu escuela tiene una política de intimidación o un código de conducta. Esto puede aplicarse tanto para la intimidación en persona como digital.

Sé un punto de apoyo. Para tu hijo, tener un padre o una madre que esté a su lado incondicionalmente es esencial para lidiar con los efectos del acoso escolar. Contra un niño que siente que de verdad cuenta con sus padres no hay acoso que valga. Son sus raíces y apuntalan su autoestima.  Asegúrate de que sepa que puede hablar contigo en cualquier momento y asegúrale que las cosas mejorarán.

Fuentes: Psonrie, Redacción Vital, Unicef.

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