Venezuela

Tarjeta de la MUD será un engaño electoral si no hay unidad opositora

En lo que parece otro resultado temprano de las negociaciones entre el chavismo y una parte de la oposición, el Consejo Nacional Electoral reactiva la la tarjeta de la extinta Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Esa colación opositora fue aniquilada en un trabajo conjunto de los propios dirigentes opositores y de las instituciones controladas por los chavistas.

MUD 2014
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La decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de resucitar por vía de oficio la tarjeta electoral de la extinta Mesa de la Unidad Democrática, MUD, puede ser una buena noticia o una oferta engañosa, según lo que hagan los dirigentes políticos opositores. Así lo advirtieron este martes 29 de junio algunos expertos en sus primeros análisis del caso.

Jesús Chúo Torrealba, el último secretario ejecutivo de aquella plataforma electoral que logró poner en jaque al chavismo hace seis años, dice que intenta ser optimista, pero deja ver sus reservas.

“Ojalá esta habilitación de la tarjeta de la MUD constituya un estímulo, un aliciente, una empujón para que la oposición venezolana reconstituya efectivamente una alianza que sea similar en lo sustantivo a la que tuvo esa tarjeta, y que obtuvo la victoria espectacular de año 2015, ojalá sea así”, acotó Torrealba en breves declaraciones a El Estímulo.

“Hoy esa alianza, la que tuvo esa tarjeta, no existe. Fue disuelta, no solamente por la cantidad de organizaciones que formaban parte (que ya no están). Me refiero a la nueva realidad política del país, de la oposición”, explicó.

Naufragio de la MUD

Torrealba, un activista social y periodista, fue secretario ejecutivo y principal portavoz de la MUD hasta febrero de 2017, cuando dejó el cargo pidiendo una reestructuración profunda de la plataforma política electoral.

La vocería de la coalición entonces recayó en los propios partidos más poderosos entre la treintena de organizaciones de centro, derecha e izquierda que hacían vida en ella.

La plataforma MUD, de lejos inspirada en la Concertación chilena que derrotó al dictador Augusto Pinochet, fue la clave en el contundente triunfo electoral de la oposición en 2015, cuando obtuvo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional (Congreso).

Pero los dirigentes no fueron capaces de llevar esa fuerza a la calle para cobrar ese triunfo y acelerar cambios políticos profundos en el país.

El chavismo por su parte se rearmó de la mano de Maduro y a través de argucias jurídicas no reconoció el triunfo electoral. De ese modo abolió ese Congreso de manera gradual, en un fujimorazo extendido, hasta que como poder legislativo el parlamento terminó anulado, hecho un cascarón vacío sin funciones ni poder real.

Batalla de egos

Después, los egos enfrentados y los conflictos de intereses entre los dirigentes de los partidos llevaron a la extinción de la MUD. Los zarpazos del chavismo a través de su Tribunal Supremo de Justicia terminaron enterrando en 2018 no solo la tarjeta única, sino también la propia coalición que hoy está en desbandada.

En medio de ese proceso de persecución a partidos y líderes opositores, Maduro fue reelecto en mayo de 2018. Ese proceso que nunca tuvo el reconocimiento de la comunidad democrática internacional ni de la oposición interna, justamente porque se desarrolló fuera del marco de la Constitución y la leyes y estaban proscritos los partidos opositores y sus dirigentes  históricos.

Eso agravó las sanciones de Estados Unidos contra el chavismo, así como la propia crisis política que parece muy lejos de finalizar, con o sin la oposición en las elecciones de alcaldes y gobernadores el 21 de noviembre.

“Hoy hay factores que fueron determinantes en aquella victoria del 2015 y en la promoción de esta tarjeta y hoy están en posiciones muy distintas. Ese es caso de Henrique Capriles, Enrique Márquez (rector del CNE), de uno mismo”, dijo Torrealba en las breves declaraciones a El Estímulo.

“Hay una realidad política que es muy diferente a la de 2015, para mal por cierto” agregó.

Borrachos con la botella vacía

Según otros analistas, la oposición está debilitada, fragmentada y enfrentada. Mientras, el chavismo se ha fortalecido como un régimen autoritario, pese a que según encuestas tiene el rechazo de más del 80% de los venezolanos.

Capitalizar ese rechazo es el gran desafío de los extraviados líderes opositores.

Por su parte, Torrealba puntualiza que hay otras características, además de las siglas de aquella alianza del 2015, que debieran ser recuperadas.

Por ejemplo una estrategia compartida, «eso no lo tiene la oposición hoy en día»; una vocería consensuada, eso tampoco lo tiene».

«Y, lo más importante, que tampoco tiene, es una dirección colectiva», agregó.

«Son tres de los atributos fundamentales de aquella alianza que hoy no están presentes en ningún lado”, dijo Torrealba.

“Ojalá en efecto esa habilitación de esa tarjeta sea un aliciente, un estímulo para reconstituir una alianza similar a la que fue capaz de vencer en 2015. De no ser así podríamos estar nosotros frente a una situación más bien lamentable, frente a un engaño a la buena fe del elector», dijo.

Ese engaño al elector surgiría «al presentarle como MUD algo que sencillamente no lo es, que no puede presentarse de manera eficiente y nítida como expresión de continuidad o heredad de aquella alianza de hace ya seis años», recalcó.

“En ese caso estaríamos en presencia de una oferta engañosa. Pero pensemos en lo positivo, Ojalá sea el estimulo necesario para constituir una alianza que merezca esa tarjeta”, insistió.

Ramón Guillermo Aveledo

«Me alegra, aunque la devolución no borra la injusticia ni compensa el daño. Pero es una oportunidad que debe aprovecharse para devolver optimismo y propósito a la mayoría descontenta. Con candidaturas tan unitarias como sea posible, creíbles por los rostros, los apoyos que reúnan y el mensaje de esperanza afincada en la realidad. Sin estimular falsas ilusiones de fast track» (canal rápido para resolver la crisis).

Así lo resume en breves declaraciones también para El Estímulo Ramón Guillermo Aveledo, predecesor de Torrealba en el cargo como secretario ejecutivo de la MUD.

Aveledo fue respetado coordinador y portavoz de la MUD entre 2009 y 2014. Su trabajo como negociador fue clave para alcanzar los acuerdos, alianzas y campañas que llevaron a consolidar un bloque opositor que parecía sólido al menos en las fotos.

Ese bloque estuvo a punto de cambiar la historia política venezolana.

Pero ahora el panorama es muy diferente.

«El gobierno calcula que el riesgo de acentuar divisiones y ajustes de cuentas es mayor. Es decir, cuenta con que los opositores se pelearán en vez de unirse. Pero eso deben saberlo los políticos opositores y demostrar que lo son. No pisar el peine» (no caer en provocaciones), dijo por su parte Aveledo.

«Como siempre, oportunidad y riesgo vienen juntos. Depende del liderazgo opositor», señaló Aveledo en sus primeras impresiones.

«Cuento con que el gobierno se equivoque. Antes lo ha hecho, aunque es más fácil recordar sus trapacerías exitosas con alto costo para el país. En su diversidad, el liderazgo alternativo tiene otra oportunidad, en entorno no amigable, de demostrar de qué está hecho», dijo Aveledo.

Debajo de la alfombra

Algunos analistas políticos señalaron que todavía es temprano para evaluar el impacto el que tendrá sobre el panorama político la devolución de la tarjeta de la MUD.

Fuentes vinculadas a los partidos opositores ya habían señalado antes de la decisión del CNE que una tarjeta única puede ser una opción para aprovechar una mínima rendija que abra este régimen chavista autoritario.

Hay pocas posibilidades de que las negociaciones en marcha entre el chavismo y factores de la oposición avancen pronto como para permitir la restitución de los partidos inhabilitados.

Mucho menos antes de que terminen en agosto los plazos de los procesos de registro y postulación de candidatos para las elecciones del 21 de noviembre.

Por eso, esa tarjeta de la MUD podría ser la tarjeta única por la cual se postulen los candidatos provenientes de los partidos proscritos.

Además sería una forma de expresar avances graduales o «acuerdos incrementales», en vez del todo o nada que planteó alguna vez Juan Guaidó, con Leopoldo López, como fórmula para salir de Maduro y el chavismo.

Regalo de Troya

Al parecer, se trata de una jugada estratégica del régimen chavista, en un aparente gesto espléndido. Y puede permitírselo porque acumula enorme poder y lleva una también enorme ventaja electoral sobre sus rivales de la oposición, dijo otra fuente.

Mientras los dirigentes antichavistas están enfrascados en el debate existencial sobre si van o no a las elecciones del 21 de noviembre, el chavismo ya arrancó su proceso de elecciones primarias para escoger los candidatos.

El régimen también usa fondos públicos y medios de comunicación del Estado, así como actos de gobierno para promocionar sus candidatos y su régimen socialista al estilo militar cívico del chavismo.

Mientras, las franquicias electorales opositoras están desgastadas y deterioradas. Sus principales partidos con presencia nacional son Acción Democrática, Voluntad Popular, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo.

Los tres primeros están inhabilitados por decisiones de organismos del gobierno que acatan órdenes de la cúpula del chavismo.

Camisa prestada

No está claro si sus líderes bajarán las banderas de sus egos para permitir que sus cuadros medios y regionales compitan con tarjetas prestadas.

«El chavismo está montando su maquinaria, mientras la oposición está de gira por Estados Unidos, Noruega, o pendiente de lo que diga en la Unión Europea. Es lamentable. En estas condiciones, jugando con esa amplísima ventaja, el gobierno dirá para sí mismo que le interesa que los opositores participen en las elecciones y formen parte del proceso de legitimación de este gobierno», dijo un analista.

«La relación costo beneficios está a favor de los chavistas, esa puede ser parte de la explicación», según este analista político consultado por El Estímulo, que optó por el anonimato para no enturbiar más el escenario.

Los difuntos Caldera y Villalba fueron artífices de la democracia venezolana nacida en 1958 y aniquilada por Hugo Chávez y el chavismo de manera gradual desde 1992.

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