Viciosidades

Danry Vásquez: el victimario, la víctima y los cómplices

Muchos creen que cubrir la fuente deportiva es lo más fácil del mundo y que es la menos importante de las más importantes. De hecho, en los periódicos de interés general, suele estar ubicada en las últimas páginas. Pero la realidad es que además de manejar una cantidad importante de estadísticas y de trabajar cuando la mayoría de seres humanos están descansando o se van de fiesta, los comunicadores sociales que laboran en esa área pueden hacer una radiografía del país a través de los atletas que superan sus limitaciones sociales, económicas, culturales y educativas; los que se quedan en el camino y los que caen en desgracia

Fotografía: EFE
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El video no da espacio para matices. Lo de Danry Vásquez es lo más parecido a una escena de ‘Torture Porn’, uno de los géneros cinematográficos más explícitos del terror. Es comprensible la reacción en las redes sociales y el desagrado que produce hoy la figura del beisbolista. Igual me pregunto, ¿qué habría pasado si las cámaras no hubieran registrado el espeluznante ataque a Fabiana Pérez, ex novia del jugador?

Ahí está el caso de Jennifer Carolina Viera, asesinada por Edwin Valero. No hacían falta pruebas audiovisuales para advertir el destino de la mujer. Ni el Estado ni la familia de la víctima intercedieron para que los abusos terminaran. Incluso muchos medios de comunicación evitaron hablar del tema mientras el boxeador era una estrella y el fanático estaba más preocupado por una hipotética pelea contra Manny Pacquiao que por el comportamiento esquizofrénico del «Inca».

¿Qué dicen los casos de Valero y Vásquez sobre nuestra sociedad? La pregunta no es retórica. Excelentes deportistas, como Miguel Cabrera y Juan Arango, también han sido denunciados por maltrato físico a sus parejas. Podemos seguir el rastro hasta Julio Machado, sin olvidar lo sucedido con Ugueth Urbina, y Francisco Buttó. No tengo una respuesta exacta más allá de la obvia: como toda actividad realizada por humanos, no está exenta de las acciones y responsabilidades individuales. Pero sí creo que hay un detalle que debe ser examinado con el fin de abrir un debate necesario: el primitivismo del béisbol como actividad lúdica. Urgen cambios en esta disciplina.

El béisbol profesional venezolano tardó una eternidad en copiar el modelo de las ruedas de prensa post-juegos que estableció Major League Baseball (MLB). Antes de eso, digamos que de finales de los 90s para atrás, los periodistas debían meterse en el dugout de los equipos para conseguir los testimonios. Los protagonistas declaraban semidesnudos o con poca ropa. Protestaban si una mujer aparecía por esos lados o se exhibían para ahuyentarlas. Lo sé porque lo vi en directo como periodista y como coordinador de sección recibí peticiones de jefe de prensa y mánagers para que no enviara a una comunicadora. «Hace sentir incómodos a los peloteros», me decían. Infinidad de veces las ignoraban o si les atendían, no daban más de dos frases sueltas. No puedo imaginar por lo que pasaron las profesionales en décadas anteriores.

Hoy, cuando muchas mujeres han labrado una carrera en la fuente, luce anecdótico episodios como los mencionados arriba. Pero si se hila fino, hay más, muchos más que completan una imagen poco favorable. Por citar uno: los pelotazos después del «perreo». Esas reglas no escritas poco contribuyen con el deporte más allá de complacer a un público sediento de sangre. Tampoco los titulares de los medios de comunicación que asocian los enfrentamientos en el diamante con guerras. «A matar o morir», por ejemplo, es uno de los encabezados más usados durante la temporada.

Loa rituales de iniciación, las celebraciones con patadas al conseguir la carrera de la victoria, la permisividad de la liga con los peloteros que se dopan, la fragilidad del mánager ante los pesos pesados de los clubes y la ausencia de mujeres en puesto clave en la industria pueden dar pistas sobre el ambiente en el que crecen los beisbolistas. Sobre este último punto, no sé si tener a una profesional como umpire, gerente de equipos y narradoras y comentaristas (que no sean solo de campo) eviten episodios de violencia, pero sí creo que podría contribuir de manera positiva en la diversidad de una actividad que es monopolizada por los hombres, mientras la presencia femenina es reducida al entretenimiento (cheerleaders).

Por ahora solo un nombre suena como posible árbitro para las próximas temporadas: Maite Bullones. Cuando le preguntaron sobre cuántos casos como el de ella conocía, dijo: «Como Maite Bullones solo hay una. Las otras muchachas que trabajan en el arbitraje las respeto y las admiro porque han comenzado una carrera difícil y trabajan tan duro como yo lo hago. Las mujeres venezolanas somos guerreras y vamos a romper el esquema machista, de la mano y apoyo de VUC (Venezuelan Umpire Camp)». Ojalá sea así después de 73 años de LVBP.

La ausencia de mujeres en el béisbol tiene mucho que ver con lo poco que ha evolucionado en este tema la MLB a diferencia de la NFL, NHL, NBA e incluso la FIFA. La otra tarea pendiente, además de repensar al béisbol, tiene que ver con el futuro de Vásquez. ¿Si se le execra del béisbol, acabarán los abusos? Lo dudo. Tal vez nos sintamos más cómodos como sociedad cuando deje de aparecer en las portadas y en los titulares de los medios de comunicación. La enfermedad, por el contrario, continuará allí.

Es poco probable que conductas como la de Vásquez sean aleatorias. En el libro «Public Heroes, Private Felons: Athletes and Crimes against Women», el investigador Jeff Benedict realiza una gráfica descripción de casos de violencia, de Myke Tyson a los miembros del equipo de fútbol de Nebraska, y resalta, entre muchas conclusiones, que los entrenadores y el sistema judicial fueron laxos con las sanciones cuando los atletas estaban en pleno crecimiento. Un ejemplo es el de Christan Parker, jugador de la Universidad de Nebraska, quien fue declarado culpable de agresión sexual y su entrenador solo lo suspendió por un juego en la temporada.

Otro recorrido más conocido fue el de O. J. Simpson. Benedict demuestra que gracias al apoyo de amigos, familia, coaches y víctimas, que prefirieron no delatarlo, el atleta de fútbol americano logró evadir varios cargos durante su adolescencia, cuando cometió diferentes delitos e incluso formó parte de una pandilla. Caso parecido al de Valero. De hecho, en el de Vásquez, la propia afectada declaró sentirse arrepentida de no haberlo denunciado. «Ahora que recuerdo las cosas, me preguntó cómo pudo haber pasado, por qué no hice nada, por qué no reaccioné», explicó en entrevista con Univisión.

Vásquez recibió de los Tigres de Detroit un bono de 1.2 millones de dólares en 2010, cuando tenía 16 años. Si bien no es tan grade como el de otros venezolanos que firmaron por encima de los 4 millones de dólares (Kevin Maitán), no deja de ser una cifra extraordinaria para un chamo que nació en Ocumare de la Costa.

En una de sus primeras entrevistas, Vásquez afirma que aprendió a jugar béisbol porque su padre y madre lo llevaban al estadio «todos los días». Posteriormente, en el mismo texto, confiesa que su papá y su mamá son «todo» en su vida. Pero no hay mucho más sobre la vida de este muchacho en la red.

Y no somos nosotros, los espectadores, los que necesitemos saber exactamente quién es Danry Vásquez pero sí debería saberlo su entorno. Tal vez si, además de observar el swing, medir el poder y la rapidez del brazo o la estatura, se le da importancia a conocer a la persona que está detrás del uniforme, se pueda prevenir en el futuro tanta miseria, tanto daño y tanto dolor.

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