Viciosidades

El Dark Hole y The Shaman One: así empezó todo

Finales de los 80 y principios de los 90: la memoria se pasea por la noche caraqueña que se transformaba al ritmo de nuevos beats. Y nacían estrellas

TEXTO: STAYFREE / COMPOSICIÓN GRÁFICA: JUAN ANDRÉS PARRA @JUANCHIPARRA
Publicidad

Caracas con su gran fama de pueblo convergente de vientos de edades antiguas y modernidad ofrecía el punto más estratégico del continente para llegar y hacer negocios, divertirse y mimetizarse con el trópico y su vibrante lujo tropical. Desde su naturaleza exuberante, una gente tan sincrética y guapa por donde se le mirase: los genes habían hecho fiestas interminables.

Imagino que me puse un poco nostálgico tal vez por la lluvia de hoy. O debe ser la música de Bach que estoy escuchando. Extrañamente Bach siempre me lleva a recordar las rumbas en las que estuve todos estos años, aunque también es inspirador para escribir esta columna.

Quiero la verdad, escribir sobre lo que se supone es una fiesta y creo que es porque extraño de verdad a mis amigos y lo que hacíamos. Y también está esto: la moda es cíclica, quién quita que por caprichos del destino volvamos a ser como antes. No importa mucho la juventud, sólo deseo que volvamos a ser lo felices que éramos y estoy seguro de que implícitamente la felicidad rejuvenece.

Busco en mi mente y sólo puedo hacer un recuento de esas grandes fiestas en las que estuve, hasta llegar a Dark Hole, un mítico lugar ya desaparecido que quedaba en donde ahora se encuentra el bar gay Triskel, el restaurant chino, el prostíbulo y otros tantos establecimientos de comida, en la avenida San Juan Bosco de Altamira.

Han pasado muchas cosas – y mi mente meditativa funciona así – desde el pasado hasta la actualidad.

Entonces me digo a mí mismo: pero si toda Biblia tiene un Génesis y todo libro tiene un prólogo, todo lo demás también tiene un comienzo de la misma manera. Mi urgencia ahora mismo es ver esa primera fiesta a la que fui.

Ya los años 80 ofrecían disc jockeys domésticos tanto amateurs como profesionales. Mi tío era uno de los duros en la ciudad, tocaba en una discoteca gay que quedaba en el centro comercial Bello Campo. Aún permanecía en el subconsciente capitalino el fenómeno neoyorkino llamado Studio 54 y creo que por todo el mundo también se abrieron discotecas con variaciones de aquel nombre. Esta se llamaba “Estudio 84”.

Puedo recordar algunos de los temas que sonaban insistentemente, en un intervalo desde 1981 a 1984. Puede que sean muy pop para el gusto de algunos, pero fueron los rockeadores de discos y movilizadores de gente en toda fiesta y en las pistas de baile por mucho tiempo:
– I´m a rainbow, de Donna Summer (1981)
– Mesopotamia, de B52´s (1982)
– A E I O U, de Freeze (1983)
– Thriller, de Michael Jackson (1984)

El fenómeno disk jockey llegó hasta la televisión venezolana a tal punto que creaban espacios que simulaban ser discotecas con charts para chamos pequeños, jóvenes y adultos. Y lo interesante es que estas listas coincidían. ¿Será por eso que uno era tan niño precoz e informado?

Hubo también divas del disco en Venezuela, una prodigiosa cultura de compra de acetatos, productores y estrellas. Sin embargo, en los 80 nació la leyenda del Dj más famoso de una generación y otra. Su nombre: The Shaman One Jhonny Ferreira. Fue así como en 1992, a mis 15 años, me topé con en el momento de plena explosión de nuevos sonidos musicales, entre ellos la verdadera consagración del estilo acid house y acid jazz, más nuevas tendencias como el afro-eurobeat.

Un local misterioso de Altamira acogía de regreso al Dj Jhonny Ferreira quien había estado como pincha discos y extraterrestre venezolano en Nueva York. Toda la fauna caraqueña daba fe de sus éxitos y proezas, por haberse colado en el circuito de las discotecas de la gran manzana en plena era de una explosión de supermodelos, música irreverente y moda. Yo había hecho grandes amigos, todos ellos desde entonces y en la actualidad, muy talentosos y muy famosos en el mundillo caraqueño de las tendencias.

Y fue así que un sábado por la noche pude entrar a una discoteca impenetrable. Y fue entonces que “Hello Africa”, de Doctor Alban, pinchada y en la selección musical del Shaman One me dio la bienvenida en mi adolescencia para formar parte de una serie de luminarias o estrellas del underground de la urbe sultana. Desde entonces, no se me vio como un pelele, había logrado entrar y ser parte de la memoria de la disco que abrió la mente de muchos convirtiéndose terriblemente en una leyenda urbana en la actualidad y su nombre era Dark Hole.

Publicidad
Publicidad