Viciosidades

Fiesta, drogas, prostitución y turismo: los problemas de Ámsterdam

El desenfreno de los turistas enloquecidos por la "libertad" de la zona roja afecta a la capital holandesa

TEXTO: Imane Rachidi/EFE FOTOS: ARCHIVO
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La imagen de Ámsterdam es la de una ciudad donde «todo es posible» y donde las despedidas de soltero, el uso excesivo de alcohol y drogas, la prostitución y el turismo masivo son los principales problemas, según el último informe del Defensor del Pueblo holandés, Arre Zuurmond.

«Los grupos de turistas que toman fotos y vídeos, se portan mal, se cuelgan de las ventanas pero no pagan dinero, solo molestan a las trabajadoras sexuales. La imagen de Ámsterdam es la de una ciudad donde todo es posible y el Barrio Rojo es elogiado como una atracción turística en todo el mundo», subraya.

Zuurmond, que el año pasado ocupó titulares de todo el mundo al calificar la ciudad como «una jungla urbana», se trasladó durante un tiempo a la zona de los ventanales de la prostitución de la capital holandesa para «conocer mejor los problemas» que experimentan residentes y trabajadoras sexuales.

Vivió en la zona durante cuatro meses, cinco días a la semana y durante su experimento habló con más de un centenar de vecinos, oficiales de policía y funcionarios del municipio y elaboró un informe de tres años de investigación en el que también hace recomendaciones para mejorar la situación de la ciudad y de las zonas más visitadas por los turistas.

El defensor del pueblo, quien considera que Ámsterdam «padece una enfermedad» que no puede curarse fácilmente, ha identificado siete causas clave de preocupación: la basura, el exceso de turismo, las personas sin hogar, la falta de vivienda, el trabajo sexual, las drogas y la criminalidad.

«Las despedidas de soltero, los recorridos de bares y el uso excesivo de alcohol y drogas por parte de este grupo de turistas es la causa principal de los problemas, pero también supone más impuestos al sistema en términos de servicios hospitalarios», reconoce en su informe, recientemente entregado a la alcaldesa, Femke Halsema.

Entre sus consejos, el defensor cree que hay medidas que se pueden aplicar a corto plazo, como la prohibición de comer y beber en ciertas áreas para reducir la cantidad de basura porque «los turistas compran comida rápida, se la toman en la calle y dejan allí los restos».

Además, pide inspeccionar más de cerca los bares y cafés durante la noche y el día, para supervisar y combatir el vertido de desechos y, como ejemplo, señala que el pasado 19 de julio «los empresarios no han depositado los residuos correctamente en una esquina y las gaviotas han encontrado las bolsas, las han roto y el desorden está en todas partes».

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En la logística, la ciudad de Ámsterdam debe aprovechar su papel de accionista en el aeropuerto de Schiphol para presionar y exigir a las autoridades aeroportuarias la reducción de la cantidad de vuelos baratos.

La ciudad -subraya- atrae a un «grupo objetivo especial» debido a su imagen: turistas con poco dinero que buscan todo lo que está prohibido en casa y que aprovechan plataformas digitales que ofrecen opciones económicas, como la aplicación de cupones de descuentos Groupon y de alquileres turísticos Airbnb.

Sin embargo, Zuurmond considera esta digitalización una «desterritorialización» que hace que los controles tradicionales de las autoridades sea más complicadas y que permiten a los grupos criminales aprovecharse de una «ciudad abierta» para invertir dinero negro en el sector turístico.

La ciudad debe prestar atención a la prostitución, pero no a las propias trabajadoras sexuales, sino a los operadores y dueños de los burdeles, dice.

Aunque Zuurmond también considera que la política de los últimos años de cerrar una serie de ventanales en el Barrio Rojo «solo ha llevado a más problemas» porque ahora un mayor número de turistas se concentran en un área mucho más pequeña.

Para dibujar la situación, el defensor del pueblo explica que el pasado 6 de septiembre circulaba por la calle y un desconocido se le acercó para preguntarle «si va de putas» (sic) y que cuando le contestó que no, entonces le ofreció cocaína.

Dada la situación, recomienda imponer una edad mínima a los visitantes del barrio, para evitar también que los menores tengan contacto con el narcotráfico.

Zuurmond tipifica las molestias en el Barrio Rojo como un «monstruo con muchas cabezas» y señala, entre otras cosas, el claxon de los taxis, los que buscan clientes, cafés que mantienen las puertas abiertas en medio de la noche o los barcos con música por los canales.

«Mi medidor de sonido llega a 101.5 decibelios y me aconseja que no permanezca en este ruido por mucho tiempo», concluye.

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