Viciosidades

La tía Griselda se portó muy mal

Ilustración: Joel Hernández
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“Griselda tenía una mente maquiavélica, Griselda era un asesino con tetas, ¿sí me entiende?”. Ese es John Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, uno de los sicarios más cercanos a Pablo Escobar -el único vivo, hasta donde se sabe- tratando de explicar cómo fue la pelea entre su patrón y esta mujer a la que llamaban “La reina de la Coca”, “La Madrina”: Griselda Blanco.

Los testimonios se cruzan y a veces se contradicen, pero parece haber consenso en aceptar que cuando Escobar apenas comenzaba a despuntar como delincuente en Medellín, ya Griselda estaba traficando cocaína a Estados Unidos. De hecho, fue en abril de 1975 cuando por primera vez una corte estadounidense formuló cargos en su contra: después de muchos kilos repartidos por las calles de Miami y Nueva York. Y después de algunos esposos muertos.

El periodista colombiano José Guarnizo debe ser una de las personas que más ha indagado en la vida de esta peligrosa mujer. En diciembre del año pasado publicó su libro “La patrona de Pablo Escobar. Vida y muerte de Griselda Blanco”, con la editorial Planeta. No es el único que se ha hecho sobe la doñita. “La viuda negra”, de la también periodista Martha Soto, es otro de reciente aparición.

Tal parece que se ha puesto de moda Griselda, alias La Tía, alias La Madrina. Lo curioso es que su vuelta al ruedo mediático sucedió después de que el 3 de septiembre de 2012 le metieran unos tiros y la dejaran muerta en una carnicería del barrio Belén, en Medellín. Allí estaba la viejita, 69 años, de baja estatura, canosa, rostro redondo, rechoncha. Para nada elegante, para nada distinguida. Una vieja como cualquier otra vieja que va ella misma a comprar carne para guisar. Y a las tres de la tarde entró un motorizado que –sin quitarse el casco- disparó dos veces a su cabeza. Y así acabó la vida de la legendaria “Madrina”.

¿Legendaria por qué? Para empezar, por mala. Por cosas como esa costumbre de mandar a matar primero y averiguar después. Por haber sido pionera en el narcotráfico. Y por estar detrás de unos cuantos episodios bastante atrevidos.

Griselda nació en Santa Marta y llegó adolescente a Medellín, al barrio que en ese entonces se llamaba La Santísima Trinidad y al que hoy se le conoce como Antioquia. Un alcalde de Medellín –Luis Peláez- tuvo la gran idea en 1951 de mudar y concentrar en ese barrio toda la prostitución que había en la ciudad: los burdeles fueron mudados a la fuerza y las putas eran arrojadas ahí desde vehículos oficiales. Ana Restrepo –la Cucha-, la madre de Griselda, ejercía en uno de estos lugares. Y Luis Carlos Blanco, su papá, era taxista. Ella, la hija de “la Cucha”, también hacía sus numeritos meneando un cuerpo chiquito –“ardoroso y moreno”, escribe Guarnizo- para ganarse alguna propina.

En ese ambiente conoció a quien sería su primer marido y dicen que una de sus primeras víctimas: Darío Trujillo, alias Darío Pestañas. Falsificador de documentos, maleante, pistolero, fue el padre de sus primeros tres hijos. Murió abaleado y la autora de esos balazos bien pudo haber sido ella.

Con su segundo esposo, Luis Alberto Bravo Vargas, se introdujo en las artes del narcotráfico y desarrolló su potencial. Bravo Vargas fue uno de los primeros duros del tráfico de cocaína en Queens, Nueva York. En 1975 ambos tuvieron que salir de Estados Unidos huyendo de una acusación por tráfico de drogas. Ese mismo año habrían tenido una discusión en Bogotá que ella optó por acabar a tiros. Griselda con su pistola, Luis Alberto Bravo con una Uzi. Ella resultó herida en el estómago, él recibió el plomo en rostro. A partir de ahí fue la verdadera jefa. Más adelante se volvió a casar. El hombre se llamaba Darío Sepúlveda. Y con él tuvo a su cuarto hijo, a quien bautizó Michael Corleone Sepúlveda Blanco.

Sí, Michael Corleone. Nacido en Brooklyn.

Tras una enorme bronca, a Darío –un gran mafioso, por supuesto- se le ocurrió llevarse a Michael Corleone –de 4 años- lejos de su tierna madre. Poco tiempo después, cuenta el libro de Guarnizo, ella lo mandó a matar, aunque otra versión asegura que le montó cacería y con sus manitas jaló el gatillo.

A Griselda se le atribuye la inventiva –en 1969- para pasar droga desde Colombia a Estados Unidos en los tacones de sus zapatos. Que eran muchos, claro está. También en sostenes y en pelucas que usaban amigas a las que mandaba de paseo. Al parecer era muy fácil llevar cocaína en maletas de doble fondo, cosa que también hizo. Y hasta fue sencillo para ella colar unos cuantos kilos en un barco de la Armada colombiana. Fue ella, dicen versiones, quien le enseñó algunos trucos a Escobar. Pero luego pretendió controlar todo el negocio y hubo guerra.

En 1985, finalmente la DEA la capturó. La condenaron a prisión por 15 años. En 2004 la deportaron a Colombia y su rastro se perdió, su actividad se hizo más discreta. Hasta que la volvieron a ver, ahora con dos balazos y bañada en el charco de su propia sangre.

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