Viciosidades

“Mamá, me robaron el Tupperware”

Esta nota es una fe de vida. Hace poco fuimos a El Hatillo y se metieron en el carro de un pana. Se llevaron su caucho de repuesto y mi lonchera. Mi amigo no se enrolló, pero yo tuve que ingeniármelas para contarle a mi mamá que no iba a llegar con el Tupperware a la casa.

COMPOSICIÓN GRÁFICA: JUANCHI PARRA (@JUANCHIPARRA)
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Mientras marcaba el número, las manos me sudaban. Hiperventilaba con el sonido de cada tono de la línea. Nadie contestaba. Los teléfonos fijos solo suenan después de las nueve de la noche para notificar una desgracia, y eso era lo que estaba a punto de anunciarle a mi mamá, si es que no se infartaba primero al escuchar los repiques a la una de la mañana.

Las llaves del apartamento estaban dentro de mi lonchera, que hasta hace una par de horas todavía me pertenecía. La última vez que la vi estaba sobre el asiento del copiloto del carro de un reconocido locutor venezolano con el que se ha empezado a correr la bola de que tengo una relación homoerótica. Nada más lejos de la realidad.

Él es heterosexual y le echa mayonesa a todo, no hay manera de que tengamos nada. Somos amigos, compañeros de trabajo y nos la pasamos juntos fuera del horario laboral porque cada día tenemos menos amigos en Caracas. Comprar una pelota de Volleybol para pintarle una carita nos saldría más caro a los dos (5 millones sale una Wilson en Mercado Libre).

“¿No te atienden? Bueno, quédate en mi casa, marico”, me dijo sin estresarse por tener que prestarme la hamaca de su anexo ni porque le hubiesen robado el caucho de repuesto mientras estábamos en un show de stand up comedy en El Hatillo. Esa misma serenidad era la que quería que tuviera mi mamá cuando le avisara que en ese mismo robo desapareció el Tupperware de tapa verde en el que estaba servido mi último almuerzo (¿literalmente?).

***6 horas después de los hechos***
*Repica el teléfono de la casa*
— ¿Aló?
— Bendición
— Dios te bendiga. ¿Por qué tú no avisas que no vas a venir a la casa?
— Intenté llamar a la una de la mañana, pero no quería alarmarlos.
— ¿Tú dónde estás? ¿A qué hora vienes? Te dejé el desayuno en el pote rojo. El almuerzo está en el de vidrio porque el verde lo cargas tú.
— De eso te quería hablar.
— ¿Qué pasó, Iván Jesús?
— Ayer se metieron en el carro del pana con el que estoy.
— ¿El locutor con el que estás saliendo?
— Ya te dije que no estamos saliendo, mamá. A mi pana le robaron el caucho de repuesto y mi lonchera estaba en uno de los asientos.
— ¿Y entonces?
— Bueno, que se robaron la lonchera.
— (…)
— ¿Aló? ¿Mamá?
— (…)
— Mamá, ¿Aló? En el bolsillo de adelante tenía las llaves de la casa, por eso me tuve que quedar fuera de la casa.
— Pues para acá no regresas sin el pote.
— Mamá. ¿Qué culpa tengo yo que me hayan robado la lonchera?
— Esto me huele a cuento chino. ¿Quién coño se roba una lonchera, Iván Jesús?
— No sé, mamá. Tal vez era porque todavía tenía comida.
— (…)
— ¿Aló? ¿Mamá?
— (…)
— ¿Mamá?
— ¿ES QUE DE PASO DEJASTE COMIDA EN EL POTE?
— Tuve una reunión al mediodía y como me pasé de la hora, me invitaron a almorzar.
— Pues Dios sabe por qué hace las cosas, Iván Jesús. Ojalá el malandro sepa valorar esa pasta con caraotas, y que la haya metido en la nevera, porque con el tiempo que dejaste eso en ese carro seguro el queso se fermentó. Qué dolor.
— Bueno, mamá. Yo compro otro Tupperware azul y listo.
— ¿Ya va? ¿Tú cargabas era el azul, Iván Jesús? Ese pote es de la suegra de tu hermana, chico. ¡Qué desgracia!
— (…)

Sí, como leyeron. El Tupperware que me robaron no era de mi mamá, sino de la suegra de mi hermana, es decir, una madre ajena. Le pedí a Ivana que me ayudara a ganar tiempo mientras cuadro un pasaje por tierra. Creo que debo salir del país antes de que este evento desate un conflicto diplomático entre ambas familias.

El vínculo emocional de una madre con los Tupperware es ancestral. Si lo pierdes y compras uno parecido, notarán la diferencia. Les conocen el peso, el color, las hendiduras. Son sus hijos de plástico o de vidrio. Por eso cuando uno atenta contra uno de ellos, es casi un fratricidio. Soy el Caín de una historia en la que Abel cayó abatido por un malandro. (Mano, si me estás leyendo, devuélveme el pote y las ganas de vivir).

P.D: Si conocen a alguien en el CICPC que me ayude a borrar este delito de mis antecedentes penales, se los agradecería.

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