Viciosidades

"Me golpearon en Pisko Bar por ser lesbiana"

Aunque parezca insólito aún en el 2018 existen personas que se “atacan” al ver una pareja del mismo sexo. Y locales que no toleran ciertos gestos. En esta historia hay discriminación y violencia física contra una mujer. Y la cuentan las víctimas

Foto: Alejandro Cremades @doncremades
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Andrea De Oliveira y Clara son pareja desde hace un año. Según ellas, han logrado vivir en una especie de “burbuja” donde la homofobia no las toca, por lo menos no en sus zonas de confort. “Nuestros papás saben y para ellos no es ni siquiera relevante. Nuestros amigos nos apoyan, hasta mi hermanito de 7 años sabe. Para todos solo somos Clara y Andrea. Nada anormal”.

Andrea, de 26, es psicóloga egresada de la Universidad Católica Andrés Bello y Clara, de 24 años, es odontóloga y cursó sus estudios en la Universidad Santa María.

Como jóvenes que contribuyen a la sociedad y, sobre todo, como pareja, buscan espacios de entretenimiento sano, para que la rutina no sofoque. Más coloquialmente, tienen derecho a la “jodedera” y así se lo propusieron un miércoles 19 de septiembre.

Clara, aún con su mono quirúrgico, se reunió con su novia y acordaron ir a un sitio para tomar unos tragos. Decidieron ir a Pisko Bar, un local nocturno en el Centro San Ignacio, en Caracas.

Llegaron temprano: alrededor de las 9 de la noche. El vigilante les dijo que prácticamente no había nadie, y realmente solo estaban un par de clientes más.

“Entré y el bartender se puso pedante», contó Andrea a UB: «Cuando le pedí un trago me gritó ‘anda a pagar primero’ y así lo hice sin chistar”.

La actitud de ambas en la barra la describen como nada obscena, nada fuera de lo común para una pareja: se sentaron una al lado de la otra y Andrea le hacía unos pequeños cariños en el brazo a Clara.

“Después del segundo trago fui al baño”, dijo Andrea: “Cuando salí me encontré a Clara hablando con un vigilante, alguien de seguridad del local, que parecía regañarla”.

Andrea confesó que hasta le causó gracia porque ya están un poco acostumbradas a los regaños en público. Y se acercó con curiosidad a preguntar qué pasaba.

«Hola, buenas noches, ¿cuál es el problema?” preguntó la joven. “No… bueno, es que no pueden hacer esto aquí”, fue la respuesta del empleado de seguridad.

Andrea le increpó sarcásticamente: ¿Qué habían hecho de malo ¿Tomar un trago, usar lentes, estar con ropa quirúrgica?

“No, no… Esto, esto. Bueno, es que no soy yo, es que se quejan”. El hombre no sabía explicar que tenía un problema con sus demostraciones de afecto.

La pareja le dijo al guardia que les mostrara las imágenes de esa conducta impropia, pues tenían una cámara al frente. El tipo se calmó un poco y Andrea logró hablar con él hasta que se fue.

Clara ya estaba muy molesta y esto creó una situación incómoda entre ambas. Mientras Andrea se reservaba por miedo a ser injustamente juzgada, Clara quería bailar sin tapujos y “cagarse” en lo que dijera la gente. “No es porque yo no lo quiera hacer, me da fastidio que vengan a fastidiarnos otra vez y nos arruinen la noche”, le soltó Andrea a su novia, quien se molestó aún más.

Clara comenzó a llorar y naturalmente, su pareja la abrazó para tranquilizarla. Desde la empatía le explicó que entendía su frustración y que se calmara.

Momentos después, Clara avisó que iba al baño y Andrea ofreció comprar otra ronda de tragos.

Mientras se dirigía a la caja la abordaron dos vigilantes de Pisko Bar -el mismo de antes con otro- para reclamarle nuevamente pero en otro tono: “Me empezó a hablar, pero mucho más hostil. Me empezó a manotear como buscando problemas. Me dijo que ya nos había dicho, que dejáramos de hacer eso”, explicó Andrea.

Una vez que los vigilantes dejaron de increparle, se dirigíó a la cajera y le dijo que no estaba de acuerdo con ese trato, que ellas eran clientes del local y que no estaban haciendo nada malo.

Al terminar de pagar el ron llegó otro empleado que parecía el encargado del lugar. Andrea le hizo el mismo reclamo. “La gente como ustedes no puede estar aquí”, fue la respuesta que obtuvo.

Justo en ese momento, muy cerca de ellos, una pareja heterosexual se estaba “lateando durísimo”, aseguró Andrea. Y se lo hizo ver al empleado: «¿Ellos sí pueden?». El tipo ignoró esos comentarios y a los gritos se dirigió al vigilante: “¡Qué ladilla esta mierda! ¡Resuelve tú!”

Inmediatamente el guardia la agarró por el brazo. “Se tienen que ir, se tienen que ir”, le exigía el hombre. Andrea le pidió que la dejara esperar a su novia que estaba en el baño.

La cajera, aunque atónita, no intervino. El guardia volvió a sujetarla del brazo y mientras la arrastraba hacia la puerta de Pisko, la pellizcaba fuertemente en las costillas. Así empezó la agresión física.

Andrea, como es natural, le pidió que dejara de hacer eso. Le gritó que la dejara en paz y le recordó que en ese, como en todos los lugares, la discriminación es inaceptable.

“Me vale verga las leyes”, gritaba el empleado de seguridad: “En mí local yo saco a quien me de la gana”.

De pronto, mientras la «invitaba» a salir del lugar, comenzó a golpearla con el puño cerrado. Ahí, delante de decenas de personas que no hicieron nada, un guardia de Pisko Bar agredió físicamente a Andrea de Oliveira. La golpeó varias veces entre las costillas cuidando de disimular: “Me logró golpear de una manera que no se viera en las cámaras. Él me tapaba. Después se volvió a meter en el local. Le escribí a Clara por WhatsApp que saliera del lugar”.

Clara no sabía lo que estaba ocurriendo: “Yo no vi el mensaje mientras estaba adentro del baño. Me tardé full y cuando salí lo vi. Salí a la calle y ahí estaba Andrea, obviamente muy alterada”.

La decisión que tomó la pareja en el momento fue dirigirse a la seguridad del Centro Comercial San Ignacio, quienes anotaron los datos de las dos y les preguntaron dónde había ocurrido esto. Y les indicaron volver al local. Al llegar a Pisko salió un guardia que no era el que la había golpeado y negó toda actividad de violencia hacia ellas. El empleado de seguridad del Centro Comercial les dijo que ya no podía hacer nada y les sugirió acudir a la sede cercana del CICPC.

La otra versión

Uno de los encargados de Pisko, identificado como Néstor, negó a UB que se haya presentado una situación de violencia contra la pareja. “Ellas tenían una conducta inapropiada y se les pidió dos veces que pararan. Se les advirtió que esto no era un local de ambiente e hicieron caso omiso”, contó.

Nestor declaró que los guardias se les aproximaron educadamente, igual que ellas lo estaban al principio. También aseguró que Andrea en un momento se «alteró».

Los benditos pacos

Andrea y Clara le tomaron el “consejo” al vigilante del centro comercial y se dirigieron a la sede del CICPC más cercana, ubicada en la Calle Elice de Chacao.

Al llegar el lugar parecía vacío. “Todavía era temprano, como las 12:30-1 am. Bajamos del carro en el CICPC y salió una persona a preguntarnos que pasó, le dijimos que veníamos a presentar la denuncia nos dijo que pasáramos”, apuntó Clara.

Las hicieron esperar alrededor de media hora, hasta que un funcionario las atendió para explicarles que era imposible presentar la denuncia porque su jefa «no estaba». Andrea se frustró porque, siendo psicóloga y habiendo trabajado con víctimas, sabe que las denuncias deben ser tomadas inmediatamente y que muchas veces las fotos sirven como evidencia de la violencia física.

Por tanto, la joven pareja decidió grabar ahí mismo un video que muestra los golpes en el abdomen que recibió Andrea de Oliveira. El funcionario se alteró por salir en el video que presentamos a continuación.

https://www.youtube.com/watch?v=1GBMaJLUed0

“Que lleguen a la violencia las mentes cerradas nunca nos había pasado y es lo preocupante”, se lamentó Andrea.

El objetivo

“Creo que en el momento en el que dejamos de ser el entretenimiento para un hombre, en el momento en que somos una pareja y no estamos disponibles, somos una amenaza. Esto lo tengo que decir”, reflexionó Andrea.

La pareja, más allá de tratar de tomar repercusiones legales contra el local, decidió contar su historia para hacer un llamado de atención sobre el nivel de discriminación que todavía existe en el país: “Lo que queremos lograr es que se sepa. Sabemos que hay miles de parejas que han sufrido lo mismo en Venezuela y esta es nuestra verdad. Me golpearon en Pisko Bar”.

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