Viciosidades

Mi vida sin celular (vivir sin línea)

Expertos en comunicar hemos bandeado las maneras y vicisitudes de no tener un dispositivo móvil decente por  largo rato. He aquí cómo transcurre la vida sin una aparente respuesta rápida a los designios modernos e imprevistos de esta avasallante permanencia de las cosas en tiempo real. La periodista Faitha Nahmens suscribe una vida completa sin celular también

composición gráfica: Erich Gordons / Fotos: Andrés González
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“No tengo celu, así como no tengo lentes”. Me comenta Faitha. “Los necesito, pero los pierdo. Y detesto tenerlo a mano, o como prolongación palmípeda de mi ser. Pensar que debo cuidar unos lentes y los bolígrafos y el celu me parece sofocante. No sé por qué. Me los han robado. Sacado de la cartera”.

Es Faitha Nahmens, seguro la conocen. No tiene teléfono móvil desde hace una cantidad de años que ni quiere mencionar.

Yo, apenas, tengo tresmeses sin él.

A propósito de cierto desapego karmático con los dispositivos móviles, por mi parte, he experimentado muchos vaivenes emocionales al respecto. Se trata de alrededor de 20 teléfonos – cuenta perdida, en efecto – de los que he sido desposeído de distintas maneras. Son como 20 vidas. Todo comienza con el primero que tuve, allá, por 1999, hasta hoy. Es un paseo de distintos tipos de resignación que varían entre destrozos, robos, pérdidas, préstamos temporales, entre otros. Las actualizaciones por obsolescencia son minoritarias.

Faitha dice que su asunto de no tener celular no se trata de principios. “Es demasiado decir que no usas celular por principios. Principios es ser honesto, cabal, íntegro, comprometido; ser solidario. Ser. Pero no usar celu por principios es como muy grande”.

Lo más probable es que ella se encuentra más rostros llenos de inverosimilitud cuando surge el comentario de que ”no tengo celular”. Para mí es la primera vez que pasa tanto tiempo sin reemplazo. Y, cuando lo digo, el tema causa sorpresa.

Sucedió en marzo. Tras revisar incesantemente los bolsillos, el celular no estaba en ninguno. Otra vez. Perdido. O no. Robado. Sí. Pero no de la manera habitual en que malvivimos los caraqueños, sino que fue hurtado por descuido propio. Porque aquí eso se ha convertido en una norma. Mientras sea inevitable no te dejes robar. Si te robaron por descuidado “es que tú también, cónchale!”

Todo coincide con la coyuntura actual. La recomendación de tener extremo cuidado en las manifestaciones es bastante evidente por su sentido común respecto al tema del paradero de nuestra integridad. Entendemos que no se está jugando – y qué es lo que nos estamos jugando también-. Lamentablemente, he podido participar poco tiempo de estas recientes y legítimas protestas por esta situación particular.

Pero más allá de eso, está la necesidad de información dentro de la concentración. Tanto de enviar y recibir. Registrar, si cabe. Y también reportar debidamente a través del móvil. Y Faitha me dice lo que piensa al contemplar dicha actualidad: “Sé que me pierdo de lo instantáneo y soy periodista y adoro la novedad cada cinco minutos. Pero quiero ver la escena también”

¿Cómo he pasado más de 60 días comunicado en estos tiempos tan interesantes. Tan turbios y sin celular? Paso a paso lo comentaba con Faitha Nahmens a ver qué nos podía decir.

+582129931502 (call me, maybe!)

Les digo que anoten mi número nuevo – que no es nuevo -. Es el teléfono de casa. En lo que llegué, pobre, resignado, desvalijado del Samsung que costó 100 USD (al cambio del momento fueron Bs. 100.000 en Mercadolibre) descolgué el viejo aparato de cable rizado para reportarle a familia y amigos la cuestión. Antes de colgar me quedé con el auricular en la mano y exclamé: “empezó mi vida sin celular”.

En esta era resulta extraño, por no decir que sea un hecho en extinción, llamar a un número local de casa y preguntar por alguien. Resulta hasta nostálgico. Pero todo el que ha querido localizarme por esta vía lo puede lograr.

Es bueno memorizar teléfonos clave. Las personas ya no recuerdan números. No le hacen juego a la nemotecnia ni con el número propio porque todo está servido con el almacenamiento. No desestimo tener en mente hasta 20 números distintos. Cosas de emergencia ¿Qué haces cuando no hay batería, en todo caso?

Por otro lado, es muy aconsejable usar siempre el CANTV. Las tarifas mensuales son irrisorias y no se gasta el saldo del móvil.

El hecho es que la oportunidad de esta nueva circunstancia me ha hecho revalorizar la llamada telefónica. Puntualizar “A, B, C y chao” sin tener que sortear algunos desencuentros o desatinos que a veces generan los mensajes de texto o del Whatsapp o cualquier chat. Son cosas que mucha gente hace con el móvil también, pero cada vez menos. “¿Y los números que no recuerdas?” Next point.

“Perdí todos mis contactos”

No es excusa. Si usted utiliza un dispositivo que opera con Android es porque usted está en Google. Y Google es para guardar cosas como números de teléfono. Nunca he tenido un iPhone, pero es lógico que exista la posibilidad de anotar toda la información de contactos en un perfil de iCloud.

Aquí explican cómo hacerlo desde Android. Como nunca se sabe qué puede pasar en Caracas, es una suposición recomendable hacer esto a la hora de reemplazar un smartphone y tener todo intacto.

En el caso de “mi vida sin celular” y, aunado a lo del teléfono fijo, está la opción de la sincronicidad del Android. En el perfil de Google (o gmail) están los contactos. O en contacts.google.com

La de Faitha transcurre a través de tres libretas de papel regordetas, como hallacas. Dentro, como relleno, tarjetas de presentación. Dice que podrían haber concursado en el Salón Pirelli. “Tengo el teléfono de Zapata, que me sé de memoria, 78112938 escrito por él mismo.” confiesa orgullosa.

Ah, la compu, claro

He tenido situaciones similares a las del teléfono con las computadoras y han sido momentos bastantes agrios que en nada se comparan con las circunstancias actuales. Pero esa es otra historia. En este caso, Facebook ha cumplido un gran papel protagónico. Porque, a pesar de la perorata romántica anterior sobre la llamada telefónica, sí chateo y bastante. La comunicación fluye constantemente en la red social. También está Hangouts de Google, pero casi nadie lo usa.

“Facebook es el receptáculo de los ecos y coletazos de los portales, opiniones, se forman debates como en el zaguán o la sala de casa, hay gente interesante que intercambia ideas y opiniones que extrae de otras partes o las suculentas propias. Me encanta esa comarca.” Agrega, la periodista, quien utiliza de manera constante la red social para compartir pareceres, gustos, esperanzas, impresiones, quejas y ruidos abiertamente para su extensa lista de contactos.

¿Y fuera de casa?

Generalmente, cuando el movimiento es entre hogar, oficina, casa de amigos y familia, ese al que se ha reducido en la vida de Caracas por razones obvias, te mueves entre computadoras también. Y en los lugares públicos, cuando todos hacen inmersión permanente en sus respectivos móviles los miro con una mezcla de condescendencia y envidia a la vez.

“A veces me siento solitaria” comenta Faitha. Y me recuerda a Jennifer Aniston que dijo: “ahora mismo Friends no habría sido posible. Fue parte fundamental de la serie el cafetín como lugar de encuentro, el sofá rosado donde conversaron tantas cosas. Hoy tendrían todos un celu a mano y ya.”

El mensajito de “Estoy abajo”

Esta parte es la que puede dar más trabajo en esta “vida”. Hay que rezar para que sirva el intercomunicador, el timbre o surja alguien simpático y que te vea confiable te abra la puerta, si no te escuchan los gritos. Otra opción es practicar la puntualidad – a través del CANTV o del chat – de fijar hora y minuto o duración de llegada. Es bueno ponerlo en práctica.

La calle

En la calle no se debería asomar el teléfono. Ni para ponerlo en un mostrador de una tienda mientras haces otra cosa como pagar. Lección aprendida. Quizá.

Faitha no tiene ese problema. Me cuenta que le interesa que lo público tenga éxito. “La plaza. El encuentro. La democracia. En el autobús todos van hablando y yo los veo, es una locura, el reggaeton y cada quien diciendo que ya va a llegar, que si besos a mi nietico bello, que si ya verá la imbécil esa, qué se ha creído, con mi marido… la gente dice todo sin pudor… soy curiosa, pero a veces quiero silencio, el espacio público no debería ser tampoco esa invasión”

En “vidas pasadas sin celular” podía acudir al teléfono público con la tarjetica magnética CANTV que costaba Bs 10. Pero en esta de ahora las tarjetas se acabaron. Y los teléfonos están rotos. Y Faitha me dice que tampoco las encuentra.

“Lamento que no haya tarjetas para hablar en los teléfonos públicos, era la única caraqueña que los usaba. Me decían ¿pero funcionan? ¡Sí! y todos son para mí”. Me parece raro ir hablando en la calle con alguien que no está… ¿Es muy vintage? ¿Cómo no he asimilado algo que comenzó hace 20 años? ¿Y el chavismo? ¡Auxilio!”

La otra parada obligada: los centros de comunicación informales. Es decir, una llamada que vale Bs. 150 en plena crisis de efectivo y cono monetario incierto.

El sexteo

No hace falta tener un móvil para hacer sexting. Lo único malo es que si tiene curso en una computadora y estás rodeado de gente, lo más probable es que se entere la gente. ¿Esto genera como una especie de voyeurismo del sexteo quizá?

A lo que Nahmens responde: “ ¿Eso se hace? ¿Se prescinde del cuerpo? ¿La mente se hace cargo de todo? ¡Tanto que hay que aprender del cuerpo! Es una forma de masturbación, no a hurtadillas sino imaginaria, otra vez. Dejas de ver la pantalla, volteas y no hay nada. Me gusta estar. El sexo nace en la cabeza y parece que ahí vive pero me gusta la piel. Los besos en la boca deben tener dos bocas.

¿Y los grupos de Whatsapp?

Deben estar en llamas. Imaginar diez grupos de whatsapp con alta actividad, algo normal para la época, sin haberlos visto desde principios de marzo es una imagen desbordante. La reconexión podría atentar contra la salud de los megas, o la memoria del dispositivo que tenga en un futuro, así que más vale que resuelva este entuerto rápido.

Después robos, o extravíos, hay códigos dentro de los participantes de algunos grupos como el de eliminar al usuario, por seguridad. Creo que me ha pasado en dos. De resto, los demás deben seguir activos.

Whatsapp se ha vuelto en el epicentro de la comunicación digital, y puede ser una de las cosas que más extrañaría, como casi la razón fundamental de tener un dispositivo en los tiempos que corren. Es, básicamente una de las funciones exclusivas de un teléfono que se puede echar de menos.

Corolario medido por recuperar un smartphone competente

En tiempos de guerra es admisible el hecho de que tus comunicaciones pululen en cualquier centro de incertidumbre. Pero el contacto tan ferviente con la realidad de todos, tan descocada y volátil, exige métodos más o menos precisos para que la gente entienda que la conexión inteligente perdure. Los problemas del presente y el futuro quizá pasan desapercibidos dentro de la comprensible necesidad de cualquiera.

Quizá esto fue un experimento social. No lo sabemos.

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